Nuestra vida de fe se basa en promesas, entre ellas, la vida eterna y la resurrección. Sus promesas pueden ser incondicionales o condicionales. Dios cumplirá ciertas promesas sin importar las circunstancias. Otras veces, las cumplirá bajo ciertas condiciones. Podemos estar seguros de que Dios cumplirá sus promesas, pues es veraz, fiel, inmutable y misericordioso. Además, podemos confiar en su capacidad para cumplir sus promesas porque es…
Omnisciente: Dios conoce cada detalle de cada decisión que necesitamos tomar. Sabe lo que hubo antes y lo que viene después. Sus promesas se basan en un conocimiento pleno, lo que le impide equivocarse.
Omnipresente: Dios está siempre con nosotros sin importar lo que ocurra en nuestras vidas. Promete no dejarnos ni abandonarnos nunca.
Omnipotente: El Shaddai es el nombre hebreo de Dios que significa “Dios Todopoderoso”. Él siempre está en control, ya sea que entendamos lo que está haciendo o no. Nada es demasiado difícil para Él.
Las únicas razones por las que una promesa condicional podría no cumplirse es porque nuestras peticiones no están dentro de la voluntad de Dios o el pecado se ha interpuesto en el camino.
Para estas promesas, Dios solo requiere dos cosas de nosotros: obediencia y fe. Si seguimos al Señor y confiamos en que cumplirá su palabra, experimentaremos las grandes bendiciones de ver sus promesas cumplidas.
EL DIOS SOBERANO DEL UNIVERSO JAMAS HA DEJADO DE CUMPLIR SUS PROMESAS.
Para entender con mayor exactitud la importancia de la fidelidad de Dios, debemos reconocer que la vida cristiana depende totalmente de las promesas de Dios. Por ejemplo, la única razón para estar seguros de que tenemos vida eterna, un hogar en el cielo, así como cuerpos resucitados y glorificados esperándonos, se debe a que todo eso lo aseguró el Señor Jesús a quienes han depositado su confianza en Él y en sus promesas.
DOS CLASES DE PROMESAS
Una promesa es un compromiso, hablado o escrito, de llevar a cabo una acción o abstenerse de hacer algo. En la Biblia el Señor ha hecho dos clases de promesas:
- Incondicionales. Este tipo de promesa consiste en que el Señor ha adquirido el compromiso de hacer algo, sin excepción alguna. El pacto de Dios con Abraham es un ejemplo claro a ese respecto, como leemos en Génesis 12.1-3. Dios se comprometió a hacer de Abraham una nación grande y fuerte, así como a bendecir a todas las familias de la Tierra por medio de él. Como descendiente de Abraham, el Señor Jesucristo cumplió esa promesa y la hizo extensiva a todo pecador que deposita su confianza en Él.
- Condicionales. Este tipo de promesa es un compromiso que está sujeto a ciertas circunstancias específicas. Por ejemplo, la oferta de salvación que encontramos en Romanos 10.9, tiene como condición que la persona que desea disfrutarla debe tener fe en Cristo como Señor y Salvador.
NUESTRA CONFUSIÓN
Hay ocasiones en las que nos sentimos decepcionados con Dios, pues creemos que no ha cumplido aquello que nos había prometido. Pero el problema radica, no en su fidelidad, sino en nuestro entendimiento. Hay varias razones por las que no siempre recibimos lo que esperamos.
Por ejemplo, el hecho de que deseemos algo y creamos que Dios nos lo concederá, no significa que vaya a ser así. Hay ocasiones en las que no comprendemos su voluntad. Puede que nuestra confusión sea consecuencia de un pecado no confesado, el cual ha creado una barrera en nuestra comunión con Dios. Finalmente, como la Palabra de Dios debe interpretarse a la luz de todo su contenido, desde Génesis hasta Apocalipsis, no debemos apropiarse de algunos versículos y reclamar promesas que están fuera del contexto. Muchas de las promesas de Dios estan sujetas a ciertas condiciones, y quizás no hemos cumplido con lo requerido.
LA CONFIANZA ABSOLUTA EN DIOS
La validez de una promesa depende del carácter y la habilidad de quien la hace. El Señor nuestro Dios tiene tanto la disposición como el poder para hacer todo lo que dice. Por ejemplo, Él es:
- Veraz (Tito 1.2). Puesto que la verdad es la esencia misma de la naturaleza de Dios, es imposible que Él mienta. Por consiguiente, podemos creer en sus promesas porque siempre dice la verdad (Nm 23.19).
- Fiel (He 10.23). Si el Señor rompiera una promesa, nuestra teología se vendría abajo, pues Él dejaría de ser quien ha dicho ser a lo largo de los siglos. Pero como Dios jamás ha dejado de cumplir su palabra en el pasado, podemos confiar en que la seguira cumpliendo en el futuro.
- Inmutable (Mal 3.6). Esto quiere decir que Él jamás cambia, por lo que no debemos preocuparnos de que altere una promesa. El que tenga condiciones podría parecer que haya cambiado de opinión; pero lo cierto es que, en muchos casos, nosotros somos los que no hemos cumplido con sus requisitos.
- Amor (1 Jn 4.7-10). Sus promesas siempre están basadas en su deseo de beneficiarnos en todos los sentidos, por lo que la cruz es la máxima expresión de su amor por nosotros. El Señor Jesús dijo que moriría por nuestros pecados y así lo hizo. Si nos amó tanto que cumplió su promesa, no tenemos razón alguna para dudar.
LA CAPACIDAD DE DIOS
También debemos entender qué tan apto y poderoso es Dios. Podemos estar convencidos de que Él puede cumplir sus promesas porque es:
- Omnisciente (He 4.13). Dios conoce cada detalle de cualquier situación. Todas las promesas que hace están basadas en sabiduría infinita, perfecta y completa, lo cual indica que jamás puede equivocarse.
- Omnipresente (He 13.5). Dios está en todas partes con todo su ser y habilidades y no tiene tamaño ni dimensiones, por lo que su presencia continua garantiza el cumplimiento de todas sus promesas.
- Omnipotente (Sal 103.19). Dios puede hacer todo lo que su santa voluntad determina y puesto que es soberano sobre todo lo que existe, nada le es difícil ni está fuera de su control, poder y autoridad (Jer 32.17).
NUESTRA RESPONSABILIDAD
Debido a que el Señor es absolutamente apto y fiel en todos los sentidos, nosotros tenemos seguridad absoluta de que cumplirá sus promesas. No obstante, debemos disponernos a recibir lo que desea concedernos para cumplir sus propósitos. Para eso debemos:
- Obedecer a Dios. Debemos ser obedientes. A lo largo del Antiguo Testamento vemos que el Señor promulgó pactos que demandaban obediencia absoluta (Dt 28). Si hemos pedido algo y Él todavía no nos lo ha concedido, necesitamos examinar nuestro corazón detenidamente para ver si lo hemos desobedecido en algún aspecto.
- Creer en el Señor. Debemos tener fe. La fe es un requisito indispensable. Con cierta frecuencia preguntémonos sinceramente si hemos confiado en que Dios cumplirá sus promesas.
- Acogernos a sus promesas. Debemos hacer nuestras sus promesas. Si creemos que el Señor cumplirá lo que ha dicho, con toda confianza podremos apropiarnos de sus promesas. Pero si albergamos dudas, nos preocuparemos e inquietaremos aun después de haber orado, y ofenderemos al Señor con nuestra actitud.
FUENTE: Gracias PASTOR CHARLES STANLEY por sus enseñanzas.