Categoría: Confianza

LA GRANDEZA EN EL REINO DE DIOS

Te invito a reconsiderar nuestras ideas sobre la grandeza y el liderazgo en el Reino de los Cielos y para ello vamos a ir a la Palabra de Dios. El pasaje dice así:

MATEO 18:1-5 En aquel momento, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos?”. Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Les aseguro que, a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Así pues, cualquiera que se humille como este niño será el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí”.

Este pasaje comienza con una pregunta de los discípulos sobre quién es el mayor en el Reino de los Cielos. Es una pregunta que revela su preocupación por la posición y el estatus. Pero la respuesta de Jesús da un giro radical a esa lógica. Él llama a un niño, lo pone en medio de ellos y usa a este niño como un ejemplo.

En la sociedad del tiempo de Jesús, los niños no tenían un estatus social significativo. Eran vistos como dependientes y sin poder. Por lo tanto, Jesús al señalar a un niño, estaba haciendo una declaración profunda sobre el verdadero significado de la grandeza.

Jesús dice: “Les aseguro que, a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos”. Aquí, Jesús no está diciendo que debemos ser infantiles o inmaduros. Más bien, nos invita a adoptar ciertas cualidades de los niños: la humildad, la inocencia y la dependencia total de Dios.

La humildad es clave en este mensaje. En lugar de buscar poder y estatus, Jesús nos llama a ser humildes, a reconocer nuestra necesidad de Dios y a depender de Él, como lo hace un niño con sus padres. Esta actitud de humildad es lo que nos hace grandes a los ojos de Dios.

Además, Jesús dice: “Cualquiera que se humille como este niño será el mayor en el Reino de los Cielos”. Aquí, la humildad no solo es una puerta de entrada al Reino, sino que también es el camino a la verdadera grandeza. La grandeza en el Reino de los Cielos no se mide por el poder o la fama, sino por la humildad y la capacidad de servir a los demás.

Finalmente, Jesús nos enseña la importancia de recibir y cuidar a los niños. “El que recibe en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí”. Esta es una llamada a cuidar a los más vulnerables y a ver a Jesús en ellos. Cuando acogemos y servimos a los pequeños y a los necesitados, estamos sirviendo a Jesús mismo.

En resumen, este pasaje nos desafía a reconsiderar nuestras prioridades y a buscar la verdadera grandeza a través de la humildad y el servicio. Nos recuerda que, en el Reino de los Cielos, la grandeza no se mide por el poder o el estatus, sino por nuestra capacidad de humillarnos y servir a los demás, especialmente a los más pequeños y vulnerables.

ENTONCES, QUE PUEDO HACER PARA CUMPLIR CON ESTE MANDATO?

Para cumplir el mandato de Jesús en Mateo 18:1-5, podemos llevar a cabo varias aplicaciones prácticas en nuestra vida diaria. Aquí te dejo algunas sugerencias:

  1. Cultivar la Humildad:
    • Autoevaluación: Realiza una autoevaluación sincera y reconoce tus debilidades y dependencias. Pide a Dios que te ayude a mantener un corazón humilde.
    • Evitar el Orgullo: Evita las actitudes de superioridad y arrogancia. Reconoce que todo lo que tienes y eres es gracias a la gracia de Dios.
  2. Ser Como Niños:
    • Confianza en Dios: Desarrolla una confianza total en Dios, similar a la confianza que un niño tiene en sus padres. Ora y confía en que Dios cuidará de ti.
    • Simplicidad: Simplifica tu vida y tus expectativas. Busca la pureza y la sinceridad en tus acciones y relaciones.
  3. Servir a los Demás:
    • Voluntariado: Participa en actividades de voluntariado, especialmente aquellas que benefician a los niños, los pobres y los vulnerables.
    • Actos de Bondad: Realiza actos de bondad y servicio en tu comunidad. Esto puede incluir visitar a los enfermos, ayudar a los vecinos, o simplemente ofrecer una mano amiga.
  4. Acoger a los Niños:
    • Participación en la Iglesia: Participa en el ministerio infantil de tu iglesia. Ayuda en clases de escuela dominical, campamentos de verano o programas de mentoría.
    • Apoyo a Familias: Ofrece apoyo a familias con niños, especialmente aquellas que están luchando. Esto puede ser a través de donaciones, apoyo emocional o tiempo de calidad.
  5. Fomentar la Comunidad y el Amor:
    • Relaciones Saludables: Fomenta relaciones saludables y amorosas en tu entorno. Crea un ambiente donde las personas se sientan valoradas y aceptadas.
    • Resolución de Conflictos: Aborda los conflictos con una actitud de humildad y disposición para reconciliarse. Busca siempre la paz y la unidad.
  6. Desarrollar la Paciencia y la Compasión:
    • Escuchar: Escucha activamente a los demás, especialmente a los niños y a los que suelen ser ignorados. A veces, lo único que alguien necesita es ser escuchado.
    • Empatía: Practica la empatía. Trata de entender y sentir lo que los demás están experimentando. Esto te ayudará a responder con amor y compasión.
  7. Orar y Buscar la Guía de Dios:
    • Oración Diaria: Dedica tiempo diariamente para orar y buscar la guía de Dios. Pide que te dé un corazón como el de un niño, lleno de humildad, confianza y amor.
    • Estudio Bíblico: Estudia la Biblia regularmente para entender mejor la voluntad de Dios y cómo aplicarla en tu vida diaria.

Cumplir con este mandato requiere un cambio de corazón y mente, y una disposición constante para servir y amar a los demás. Al adoptar estas prácticas, no solo estaremos obedeciendo el mandato de Jesús, sino que también estaremos construyendo una vida que refleja el Reino de los Cielos aquí en la tierra.

Que este mensaje nos inspire a vivir con humildad, a depender de Dios y a servir a los demás con amor y compasión.

Talvez para algunos esto resulta un tanto dificil, sin embargo, tendrá sentido cuando venimos le pedimos a Dios que sea Él nuestra guia y para ello, te invito a hacer la siguiente oración en voz alta:

«Padre celestial, vengo ante tí, reconociendo que soy un pecador, te pido perdón por mis pecados y te hago a tí el Señor y Salvador de mi vida. Ven a morar a mi corazón y haz de mí una nueva criatura. En el nombre de Jesús. Amén.»

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JESÚS ANDA SOBRE EL MAR

¡Cuántas veces nos encontramos en medio de tormentas en nuestras vidas! ¡Cuántas veces sentimos que los vientos de la adversidad son demasiado fuertes y las olas de los problemas nos sobrepasan! A continuación veremos a los discípulos de Jesús, hombres como tú y como yo, enfrentando una tormenta feroz en medio del mar. El viento era contrario y las olas golpeaban la barca, llenándolos de temor.

MATEO 14: 22-33 «22En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. 23Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. 24Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. 25Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. 26Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. 27Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! 28Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. 29Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. 30Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! 31Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? 32Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. 33Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.»

Nos relata esta historia que en medio de esa tormenta, a la cuarta vigilia de la noche, cuando todo parecía perdido, ¡Jesús apareció! Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y así como Él vino a ellos, hoy Él viene a ti, a tu vida, a tu tormenta, caminando sobre las aguas de tus problemas y tus miedos.

¡No temáis! ¡No temáis, dice el Señor! Porque Jesús les dijo: «¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!» Hermanos, hoy el Señor te dice lo mismo: «¡Ten ánimo! ¡Yo soy! ¡No temas!» En medio de tu tormenta, en medio de tu duda, en medio de tus luchas, Jesús está contigo.

Pedro, con una fe osada, le dijo: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.» Y Jesús, con el poder y la autoridad que solo Él tiene, dijo: «¡Ven!» Y Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas para ir a Jesús. ¡Oh, qué imagen tan poderosa de fe! Hermanos, hoy el Señor te llama a salir de tu barca, a salir de tu zona de confort y a caminar sobre las aguas con Él. En otras palabras, Él te llama a confiar en Su palabra y a dar pasos de fe, aunque el viento sea fuerte y las olas altas.

Pero mirad lo que sucedió, cuando Pedro vio el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. ¡Cuántas veces hemos permitido que nuestros ojos se desvíen de Jesús y se enfoquen en las circunstancias a nuestro alrededor! ¡Cuántas veces hemos comenzado a hundirnos en la desesperación y el miedo! Pero aun cuando Pedro comenzó a hundirse, él clamó: «¡Señor, sálvame!» Y al momento, Jesús extendió Su mano, lo tomó y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?»

Escucha bien lo que voy a decirte, Jesús está aquí hoy, extendiendo Su mano hacia ti. No importa cuán fuerte sea la tormenta, no importa cuán profundo creas que estás hundiéndote, ¡Jesús está listo para levantarte! ¡No dudes! ¡No tengas poca fe! Porque el mismo Dios que caminó sobre el agua, el mismo Dios que calmó el viento, está contigo y te sostiene.

Y cuando subieron a la barca, el viento se calmó. ¡La presencia de Jesús trae paz! ¡La presencia de Jesús trae calma en medio de la tormenta! Y todos los que estaban en la barca, vinieron y le adoraron, diciendo: «¡Verdaderamente eres Hijo de Dios!»

No sé tú, pero hoy es el día para adorarle, es el día para reconocerle como el Hijo de Dios en nuestras vidas. Es el día para fortalecer nuestra fe, para clamar con valentía en medio de nuestras tormentas, y para caminar con osadía sobre las aguas de nuestras pruebas, sabiendo que Jesús está con nosotros.

¡Levántate ¡Levántate con el fuego del Espíritu Santo! ¡Llénate de valor, de osadía, de fe! Porque el mismo Jesús que calmó la tormenta en el mar de Galilea, está aquí hoy, listo para calmar cada tormenta en tu vida.

TE ESTARÁS PREGUNTANDO: ES ESTA UNA HISTORIA VERDADERA?

¡Sí! Esta historia es verdadera y está registrada en las Sagradas Escrituras, en el Evangelio de Mateo, capítulo 14, versículos 22 al 33. Es un relato histórico que muestra el poder, la divinidad y la autoridad de Jesucristo sobre la naturaleza y sobre todas las cosas.

La Biblia no es solo un libro de historias, es la Palabra viva de Dios, inspirada por el Espíritu Santo. Esta historia no solo ocurrió en un momento específico en la historia, sino que también tiene una aplicación espiritual profunda y relevante para nosotros hoy. Jesús, el Hijo de Dios, mostró Su dominio sobre las aguas y las tormentas, revelando que no hay situación ni adversidad que Él no pueda controlar.

Así como Jesús caminó sobre las aguas y calmó la tormenta para sus discípulos, Él también puede intervenir poderosamente en nuestras vidas. Esta historia es un recordatorio de que, cuando enfrentamos tempestades y desafíos, podemos confiar plenamente en Jesús. Podemos clamar a Él y recibir Su ayuda y Su paz.

La veracidad de esta historia se sostiene no solo por su registro en la Biblia, sino también por la fe y el testimonio de millones de cristianos a lo largo de los siglos que han experimentado el poder transformador y salvador de Jesucristo en sus propias vidas.

Así que, ¡sí! Esta es una historia verdadera y poderosa, que nos invita a poner nuestra fe en Jesús, a confiar en Su poder y a experimentar Su presencia y Su paz en medio de cualquier tormenta.

OTRA PREGUNTA QUE ME HAGO: PORQUE PEDRO TITUBIO DESPUES DE HABER SALIDO DE LA BARCA?

Pedro titubeó y comenzó a hundirse después de salir de la barca porque apartó su mirada de Jesús y se enfocó en las circunstancias a su alrededor. Pedro, al ver el fuerte viento y las olas, permitió que el miedo y la duda invadieran su corazón, lo que lo hizo vacilar y perder el control sobre su situación.

Permíteme exponerte algunos puntos clave que explican por qué Pedro titubeó:

  1. Miedo a las circunstancias: Pedro inicialmente caminó sobre el agua con fe, pero cuando vio la ferocidad del viento y las olas, su fe flaqueó. El miedo a las circunstancias adversas puede hacernos dudar de nuestras capacidades y de la presencia de Dios en nuestras vidas.
  2. Desvío de la mirada de Jesús: Mientras Pedro mantuvo su mirada en Jesús, pudo caminar sobre el agua. Pero al desviar su atención hacia el viento y las olas, perdió la perspectiva de quién era Jesús y de Su poder. Esto nos enseña la importancia de mantener nuestro enfoque en Cristo en lugar de en nuestros problemas.
  3. Poca fe: Jesús, al rescatar a Pedro, le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» Esto indica que la falta de fe de Pedro fue la razón principal de su titubeo. A menudo, nuestras dudas y temores son resultado de una fe que necesita ser fortalecida.
  4. Naturaleza humana: La reacción de Pedro es también un reflejo de nuestra naturaleza humana. Es fácil comenzar con entusiasmo y valentía, pero cuando enfrentamos dificultades, nuestras debilidades y miedos pueden emerger. La historia de Pedro nos muestra que incluso aquellos que caminan cerca de Jesús pueden tener momentos de debilidad, y que estos momentos son oportunidades para crecer en fe.
  5. Lección de confianza y dependencia: Pedro titubeó para enseñarnos una lección valiosa sobre la confianza y la dependencia en Dios. A través de su experiencia, aprendemos que, aunque podemos comenzar con una fe fuerte, debemos continuamente confiar en Dios y depender de Su poder para sostenernos.

Este episodio de Pedro caminando sobre el agua nos anima a mantener nuestra mirada fija en Jesús, especialmente en medio de las tormentas de la vida. Nos recuerda que, aunque podamos experimentar dudas y temores, Jesús siempre está dispuesto a extender Su mano y salvarnos cuando clamamos a Él. Nos llama a cultivar una fe constante y profunda, confiando plenamente en la presencia y el poder de nuestro Señor.

ES ADMIRABLE VER LA REACCIÓN DE JESÚS ANTE PEDRO Y LOS DISCIPULOS:

La reacción de Jesús ante Pedro y los discípulos en este pasaje es profundamente reveladora de Su carácter y Su enseñanza:

  1. Compasión y Rescate: Cuando Pedro comenzó a hundirse y clamó, «¡Señor, sálvame!», Jesús inmediatamente extendió Su mano y lo tomó. Este acto muestra la compasión de Jesús y Su disposición a rescatar a aquellos que claman a Él en momentos de desesperación. Jesús no demora en ayudar a Pedro, demostrando que Él está siempre listo para salvarnos cuando lo necesitamos.
  2. Corrección con Amor: Después de rescatar a Pedro, Jesús le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» Esta reprensión, aunque firme, está llena de amor y es una enseñanza para Pedro y para todos nosotros sobre la importancia de la fe. Jesús corrige a Pedro para fortalecer su fe y enseñarle a confiar plenamente en Él, incluso en medio de las tormentas.
  3. Calma la Tormenta: Una vez que Jesús y Pedro subieron a la barca, el viento se calmó. Este milagro muestra el poder de Jesús sobre la naturaleza y Su capacidad para traer paz en medio de las tempestades. La calma del viento no solo fue un alivio físico, sino también una confirmación espiritual para los discípulos de que Jesús tiene autoridad sobre todas las cosas.
  4. Adoración y Reconocimiento: La reacción de los otros discípulos fue de adoración. El pasaje dice que «los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: ‘Verdaderamente eres Hijo de Dios'». Esta respuesta es crucial porque muestra que los discípulos reconocieron la divinidad de Jesús a través de sus acciones y milagros. Su adoración es una afirmación de fe y una respuesta natural al poder y la majestad que habían presenciado.

Estos elementos combinados nos muestran una imagen completa de cómo Jesús, quien responde a nuestras necesidades con compasión, nos corrige con amor para fortalecernos, muestra Su poder sobre las circunstancias que enfrentamos y nos lleva a una mayor comprensión y adoración de Su divinidad.

Aquí Jesús también no solo calma la tormenta externa sino también las tormentas internas de duda y miedo. Nos enseña que, incluso en nuestros momentos de debilidad, podemos confiar en Su presencia y poder. La historia es una poderosa lección de fe, confianza y la respuesta de adoración que surge al reconocer quién es Jesús verdaderamente.

Ahora bien, esta historia no solo es para contarla, sino que también para que se haga realidad en nuestras vidas, pero para ello es vital, venir delante de Dios y hacer de Jesús el Señor y Salvador de nuestras vidas, y para esto, estamos a una distancia de una oración, para la cual te invito a que la repitas conmigo:

“Padre celestial, vengo delante de Tú presencia, reconozco que soy un pecador y vengo a pedirte perdón por mis pecados, me arrepiento de ellos. Ven a morar a mi corazón. Hoy rompo todo pacto con las tinieblas, el mundo y mi carne. Y hago un nuevo pacto contigo de seguir tus mandamientos y preceptos. Decido por mi propia voluntad aceptarte Jesús, como mi Señor y Salvador. Amén.”

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JESÚS CALMA LAS TEMPESTADES DE LA VIDA

Permitamos que el poder del Espíritu Santo inunde este lugar en este momento, porque hoy, en este lugar sagrado, estamos llamados a experimentar un encuentro divino con el Dios vivo, el mismo Dios que calmó las tormentas y domó los mares.

MATEO 8:23-27 Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 27Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?

Aquí nos encontramos con un relato que va más allá de la simple narración de un milagro. Es un testimonio poderoso de la autoridad y el dominio absoluto de nuestro Señor Jesucristo sobre todas las circunstancias de la vida. Aquí vemos a Jesús y sus discípulos enfrentando una tormenta feroz en medio del mar. Las olas golpeaban la barca con furia, mientras Jesús dormía tranquilamente en su interior.

Imaginen la escena: el viento aullaba, las olas rugían y el temor se apoderaba del corazón de los discípulos. En su desesperación, acuden a Jesús, clamando: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». ¿Cuántas veces nos encontramos en situaciones similares en nuestras vidas? ¿Cuántas veces nos enfrentamos a tormentas que parecen demasiado grandes para soportarlas? Pero en medio de esas tormentas, Jesús nos pregunta lo mismo que preguntó a sus discípulos: «¿Por qué teméis, hombres de poca fe?».

Escuchemos estas palabras con atención: ¡no teman! Porque el mismo Jesús que calmó las olas y los vientos con una simple orden es el mismo que está con nosotros en medio de nuestras tormentas. Él es el mismo Dios que nos sostiene en las aguas turbulentas de la vida. Él nos ha dado su promesa de que nunca nos dejará ni nos abandonará, ¡y esa promesa es nuestra fortaleza en medio de la adversidad!

Es fácil perder la fe cuando las tormentas azotan nuestras vidas, pero hoy les digo que no permitamos que el miedo nos robe la bendición de confiar en el poder soberano de Dios. Él está en control, incluso cuando todo parece estar fuera de control. Él puede traer paz a cualquier situación caótica, puede transformar nuestras pruebas en testimonios y nuestras lágrimas en alegría.

Es hora de despertar nuestra fe dormida y elevarnos con valentía y audacia en el nombre de Jesús. No permitamos que las tormentas de la vida nos paralicen, sino que enfrentémoslas con la certeza de que somos más que vencedores a través de aquel que nos amó.

El mundo puede preguntar con asombro: «¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?». Pero nosotros, como hijos e hijas del Dios altísimo, conocemos la respuesta: ¡Él es nuestro Salvador, nuestro Redentor, nuestro Rey de reyes y Señor de señores!

Por lo tanto, levantémonos, pueblo de Dios, y afirmemos nuestra fe en medio de la tormenta. Clamemos a Jesús, el único que puede calmar las tempestades de nuestras vidas. ¡Creamos que, con Dios, todas las cosas son posibles!

Que el fuego del Espíritu Santo arda en sus corazones y nos capacite para enfrentar cualquier tormenta con una fe inquebrantable y una confianza absoluta en el poder de nuestro Dios. En el nombre de Jesús, amen.

Ahora, veamos aplicaciones practicas que debo implementar para no estar temeroso y ser capaz de enfrentar cualquier situación respecto a este mensaje:

  1. Fortalece tu relación con Dios: Dedica tiempo diario a la oración, la lectura de la Biblia y la comunión con Dios. Cuanto más íntima sea tu relación con Él, más confianza tendrás en su poder y su fidelidad para guiarte y protegerte en todas las situaciones.
  2. Recuerda sus promesas: Llena tu mente y tu corazón con las promesas de Dios contenidas en la Biblia. Memoriza versículos que hablen sobre su protección, su amor incondicional y su soberanía sobre todas las cosas. Estas promesas te servirán como ancla en medio de las tormentas de la vida.
  3. Cultiva una fe activa: La fe es como un músculo que necesita ser ejercitado y fortalecido. Pon tu fe en acción confiando en Dios en todas las áreas de tu vida, incluso cuando las circunstancias parezcan desafiantes. Busca oportunidades para confiar en Dios y verás cómo Él obra poderosamente en tu vida.
  4. Practica la gratitud: Agradece a Dios por todas las bendiciones que has recibido, incluso en medio de las pruebas y dificultades. La gratitud te ayudará a mantener una perspectiva positiva y a recordar el poder de Dios para transformar cualquier situación adversa en algo bueno.
  5. Enfrenta el miedo con la verdad: Cuando el miedo amenace con paralizarte, contrarresta esos pensamientos con la verdad de la Palabra de Dios. Recuerda que Dios no te ha dado un espíritu de temor, sino de poder, amor y dominio propio (2 Timoteo 1:7).
  6. Confía en la providencia divina: Reconoce que Dios está en control de todas las cosas y que tiene un plan perfecto para tu vida. Aunque no siempre entendamos sus caminos, podemos confiar en que Él trabaja todas las cosas para nuestro bien (Romanos 8:28).
  7. Busca apoyo en la comunidad de fe: No enfrentes tus luchas solo. Busca el apoyo y la compañía de otros creyentes que puedan fortalecerte y animarte en tu caminar de fe. Compartir tus cargas con otros puede aliviar la carga y recordarte que no estás solo en tus batallas.

Implementar estas prácticas te ayudará a cultivar una fe inquebrantable y a enfrentar cualquier situación con valentía y confianza en el poder de Dios que obra en ti.

Que Dios continue bendiciendo tu vida.

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SUPERANDO EL AFAN, EL TEMOR Y LA ANSIEDAD

Este mensaje está basado en un pasaje poderoso y liberador que nos recuerda la providencia y el cuidado amoroso de nuestro Padre celestial. En medio de un mundo lleno de ansiedad, preocupaciones y afanes, el Señor nos llama a un lugar de descanso en Él. Nos dice: «No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir». ¿No es esta una palabra liberadora en medio del caos que nos rodea?

MATEO 6:25-34 «25Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? 28Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 31No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 34Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

Mirad las aves del cielo, no siembran ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, nuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Acaso no nos está diciendo el Señor que somos sus amados hijos, y que Él proveerá para nuestras necesidades? ¡Oh, cuánto nos ama nuestro Dios!

Considerad los lirios del campo, cómo crecen sin preocuparse ni trabajar. Ni siquiera el rey Salomón, en toda su gloria, fue vestido como uno de ellos. ¿Y si Dios cuida así de la belleza pasajera de los lirios, cuánto más no cuidará de nosotros, sus hijos amados? ¿No nos está diciendo el Señor que confiemos en Él y en su provisión, en lugar de vivir atados por la preocupación y el miedo?

Entonces, ¿qué nos dice el Señor en medio de todo esto? Nos dice: «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas». ¿No es este un llamado a la prioridad correcta en nuestras vidas? En lugar de preocuparnos por las necesidades materiales, debemos buscar el reino de Dios y su justicia. Debemos buscar su voluntad y su presencia por encima de todo lo demás, confiando en que Él proveerá para todas nuestras necesidades.

Hoy es tiempo de dejar atrás la ansiedad, el miedo y el afán. Es tiempo de confiar plenamente en el Señor y en su promesa de cuidarnos y proveernos. Es tiempo de buscar su reino y su justicia con todo nuestro corazón, mente y fuerzas.

Que el fuego del Espíritu Santo nos consuma hoy, capacitándonos para vivir una vida de fe audaz y confianza en nuestro Dios. Que seamos valientes y osados en nuestra fe, proclamando su verdad y su amor en un mundo necesitado. Que seamos luz en medio de la oscuridad, mostrando al mundo que nuestro Dios es fiel y digno de confianza.

No os afanéis, amados, por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal. Confía en el Señor, descansa en su amor, y verás como Él obra maravillas en tu vida.

He aquí, aplicaciones practicas que debo implementar para no estar afanado, ni temeroso:

  1. Cultiva una relación íntima con Dios: Dedica tiempo diario a la oración, la lectura de la Palabra y la comunión con Dios. Conocer más a Dios te ayudará a confiar en Su carácter y en Su provisión.
  2. Practica la gratitud: Agradece a Dios por todas las bendiciones que Él te ha dado en tu vida. Mantén un diario de gratitud donde escribas todas las cosas por las que estás agradecido. Esto te ayudará a enfocarte en las bendiciones en lugar de en las preocupaciones.
  3. Prioriza el Reino de Dios: Busca primero el Reino de Dios en todo lo que hagas. Asegúrate de que tus decisiones, metas y acciones estén alineadas con los valores del Reino y la voluntad de Dios para tu vida.
  4. Confía en la provisión de Dios: Recuerda que Dios es tu proveedor fiel y confía en que Él suplirá todas tus necesidades según Su gloria en Cristo Jesús (Filipenses 4:19). Esto te ayudará a no preocuparte por las cosas materiales.
  5. Practica el desapego: No pongas tu seguridad en las posesiones materiales. Aprende a desapegarte de las cosas del mundo y a confiar en la seguridad que proviene de tu relación con Dios.
  6. Vive en el presente: En lugar de preocuparte por el futuro, concéntrate en vivir el día a día. Confía en que Dios tiene el control y que Él te dará la gracia y la sabiduría para enfrentar cada desafío a medida que surja.
  7. Busca apoyo comunitario: No tengas miedo de compartir tus preocupaciones con otros creyentes de confianza. La comunidad cristiana puede ser un gran apoyo en tiempos de dificultad y puede ayudarte a recordar la verdad del evangelio.

Cuando implementamos estas prácticas, esto nos ayudará a vivir en la libertad y la paz que provienen de confiar en Dios en lugar de preocuparnos por las cosas de este mundo. Recuerda siempre que eres amado y cuidado por tu Padre celestial, quien proveerá para todas tus necesidades.

¡Que Dios te bendiga abundantemente mientras caminas en fe y confianza en Él!

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