Categoría: Voluntad de Dios

LA GRANDEZA EN EL REINO DE DIOS

Te invito a reconsiderar nuestras ideas sobre la grandeza y el liderazgo en el Reino de los Cielos y para ello vamos a ir a la Palabra de Dios. El pasaje dice así:

MATEO 18:1-5 En aquel momento, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos?”. Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Les aseguro que, a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Así pues, cualquiera que se humille como este niño será el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí”.

Este pasaje comienza con una pregunta de los discípulos sobre quién es el mayor en el Reino de los Cielos. Es una pregunta que revela su preocupación por la posición y el estatus. Pero la respuesta de Jesús da un giro radical a esa lógica. Él llama a un niño, lo pone en medio de ellos y usa a este niño como un ejemplo.

En la sociedad del tiempo de Jesús, los niños no tenían un estatus social significativo. Eran vistos como dependientes y sin poder. Por lo tanto, Jesús al señalar a un niño, estaba haciendo una declaración profunda sobre el verdadero significado de la grandeza.

Jesús dice: “Les aseguro que, a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos”. Aquí, Jesús no está diciendo que debemos ser infantiles o inmaduros. Más bien, nos invita a adoptar ciertas cualidades de los niños: la humildad, la inocencia y la dependencia total de Dios.

La humildad es clave en este mensaje. En lugar de buscar poder y estatus, Jesús nos llama a ser humildes, a reconocer nuestra necesidad de Dios y a depender de Él, como lo hace un niño con sus padres. Esta actitud de humildad es lo que nos hace grandes a los ojos de Dios.

Además, Jesús dice: “Cualquiera que se humille como este niño será el mayor en el Reino de los Cielos”. Aquí, la humildad no solo es una puerta de entrada al Reino, sino que también es el camino a la verdadera grandeza. La grandeza en el Reino de los Cielos no se mide por el poder o la fama, sino por la humildad y la capacidad de servir a los demás.

Finalmente, Jesús nos enseña la importancia de recibir y cuidar a los niños. “El que recibe en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí”. Esta es una llamada a cuidar a los más vulnerables y a ver a Jesús en ellos. Cuando acogemos y servimos a los pequeños y a los necesitados, estamos sirviendo a Jesús mismo.

En resumen, este pasaje nos desafía a reconsiderar nuestras prioridades y a buscar la verdadera grandeza a través de la humildad y el servicio. Nos recuerda que, en el Reino de los Cielos, la grandeza no se mide por el poder o el estatus, sino por nuestra capacidad de humillarnos y servir a los demás, especialmente a los más pequeños y vulnerables.

ENTONCES, QUE PUEDO HACER PARA CUMPLIR CON ESTE MANDATO?

Para cumplir el mandato de Jesús en Mateo 18:1-5, podemos llevar a cabo varias aplicaciones prácticas en nuestra vida diaria. Aquí te dejo algunas sugerencias:

  1. Cultivar la Humildad:
    • Autoevaluación: Realiza una autoevaluación sincera y reconoce tus debilidades y dependencias. Pide a Dios que te ayude a mantener un corazón humilde.
    • Evitar el Orgullo: Evita las actitudes de superioridad y arrogancia. Reconoce que todo lo que tienes y eres es gracias a la gracia de Dios.
  2. Ser Como Niños:
    • Confianza en Dios: Desarrolla una confianza total en Dios, similar a la confianza que un niño tiene en sus padres. Ora y confía en que Dios cuidará de ti.
    • Simplicidad: Simplifica tu vida y tus expectativas. Busca la pureza y la sinceridad en tus acciones y relaciones.
  3. Servir a los Demás:
    • Voluntariado: Participa en actividades de voluntariado, especialmente aquellas que benefician a los niños, los pobres y los vulnerables.
    • Actos de Bondad: Realiza actos de bondad y servicio en tu comunidad. Esto puede incluir visitar a los enfermos, ayudar a los vecinos, o simplemente ofrecer una mano amiga.
  4. Acoger a los Niños:
    • Participación en la Iglesia: Participa en el ministerio infantil de tu iglesia. Ayuda en clases de escuela dominical, campamentos de verano o programas de mentoría.
    • Apoyo a Familias: Ofrece apoyo a familias con niños, especialmente aquellas que están luchando. Esto puede ser a través de donaciones, apoyo emocional o tiempo de calidad.
  5. Fomentar la Comunidad y el Amor:
    • Relaciones Saludables: Fomenta relaciones saludables y amorosas en tu entorno. Crea un ambiente donde las personas se sientan valoradas y aceptadas.
    • Resolución de Conflictos: Aborda los conflictos con una actitud de humildad y disposición para reconciliarse. Busca siempre la paz y la unidad.
  6. Desarrollar la Paciencia y la Compasión:
    • Escuchar: Escucha activamente a los demás, especialmente a los niños y a los que suelen ser ignorados. A veces, lo único que alguien necesita es ser escuchado.
    • Empatía: Practica la empatía. Trata de entender y sentir lo que los demás están experimentando. Esto te ayudará a responder con amor y compasión.
  7. Orar y Buscar la Guía de Dios:
    • Oración Diaria: Dedica tiempo diariamente para orar y buscar la guía de Dios. Pide que te dé un corazón como el de un niño, lleno de humildad, confianza y amor.
    • Estudio Bíblico: Estudia la Biblia regularmente para entender mejor la voluntad de Dios y cómo aplicarla en tu vida diaria.

Cumplir con este mandato requiere un cambio de corazón y mente, y una disposición constante para servir y amar a los demás. Al adoptar estas prácticas, no solo estaremos obedeciendo el mandato de Jesús, sino que también estaremos construyendo una vida que refleja el Reino de los Cielos aquí en la tierra.

Que este mensaje nos inspire a vivir con humildad, a depender de Dios y a servir a los demás con amor y compasión.

Talvez para algunos esto resulta un tanto dificil, sin embargo, tendrá sentido cuando venimos le pedimos a Dios que sea Él nuestra guia y para ello, te invito a hacer la siguiente oración en voz alta:

«Padre celestial, vengo ante tí, reconociendo que soy un pecador, te pido perdón por mis pecados y te hago a tí el Señor y Salvador de mi vida. Ven a morar a mi corazón y haz de mí una nueva criatura. En el nombre de Jesús. Amén.»

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VEN A MI DICE NUESTRO DIOS Y DESCANSA

¡Presten atención, sabios de este mundo, y tiembla la sabiduría humana, porque las profundidades de Dios no se revelan a los altivos, sino a los humildes de corazón, a los que tienen el espíritu de un niño!

MATEO 11:25-30 «25En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. 26Sí, Padre, porque así te agradó. 27Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. 28Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.»

Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo del Dios viviente, proclamó: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” . El Señor del universo ha elegido revelarse a los pequeños, a los sencillos, a los que vienen con corazones puros y despojados de orgullo. No es en la astucia de los sabios ni en la lógica de los entendidos donde se encuentra la verdad, sino en la simpleza de un corazón que busca a Dios con humildad.

¡Escucha! Todo ha sido entregado al Hijo por el Padre. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo. Este es el misterio glorioso del reino de Dios, el misterio que destruye las fortalezas del orgullo humano y establece el trono de la humildad y la dependencia en Dios.

¡Venid, venid todos los que estáis trabajados y cargados! ¡Venid todos los que estáis agotados por las cargas del mundo, por el peso del pecado, por las aflicciones de la vida! Nuestro Señor, con voz suave y llena de compasión, nos llama: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). ¡Ésta es una invitación divina, un llamado celestial! Porque el descanso verdadero, el descanso para nuestras almas, se encuentra en Él y solo en Él.

¡Llevad su yugo! Su yugo no es opresivo, su carga no es pesada. Él mismo nos asegura: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:29-30). El yugo de Cristo es fácil y su carga ligera porque Él lleva con nosotros, porque Él nos da fuerza y porque en su mansedumbre y humildad encontramos la paz que el mundo no puede dar.

PORQUE ES QUE PODEMOS DESCANSAR EN JESÚS?

¡Escuchen con atención, oh pueblos y naciones! ¡Escuchen y abracen la verdad que brota del corazón de Dios, la verdad que resuena en las palabras de nuestro Señor y Salvador Jesucristo! En el mundo de hoy, lleno de aflicciones y tribulaciones, hay un refugio seguro, un lugar de descanso verdadero, y ese lugar se encuentra en Jesús. Porque en Él, encontramos todas las promesas y bendiciones que nuestra alma anhela?:

1. Porque Él es el Hijo de Dios y tiene toda autoridad: Jesús declaró, “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre” (Mateo 11:27). Gran autoridad y poder están en las manos de nuestro Señor. Todo le ha sido entregado: el control sobre el universo, la autoridad sobre el cielo y la tierra, y el poder para transformar nuestras vidas. Cuando venimos a Jesús, no venimos a un hombre común, sino al Rey de reyes y Señor de señores, quien tiene el poder para cambiar nuestras situaciones y darnos descanso.

2. Porque Él nos conoce íntimamente y nos ama profundamente: “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mateo 11:27). Jesús nos invita a una relación personal con Él y con el Padre. Él conoce nuestras cargas, nuestras luchas, nuestras penas y alegrías. Nos ama con un amor eterno y profundo, y en su amor, encontramos la paz y el descanso que el mundo no puede ofrecer.

3. Porque Él nos ofrece un descanso genuino y profundo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Esta es una promesa inquebrantable de Jesús. Él nos llama a venir a Él, tal como somos, con nuestras cargas y preocupaciones, y nos promete descanso. No es un descanso superficial, sino un descanso profundo para nuestras almas, un alivio de las cargas emocionales y espirituales que llevamos.

4. Porque su yugo es fácil y su carga ligera: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:29-30). Jesús nos invita a tomar su yugo, a someternos a su enseñanza y guía. Su yugo no es opresivo, no nos esclaviza, sino que nos libera. Nos enseña a vivir en humildad y mansedumbre, siguiendo su ejemplo. En esta sumisión, encontramos libertad y descanso, porque su yugo es fácil y su carga ligera.

5. Porque Él es manso y humilde de corazón: Jesús nos llama a aprender de Él, porque es manso y humilde de corazón. En su mansedumbre, encontramos  su amor; en su humildad, encontramos la grandeza de su gracia. No es un líder distante y autoritario, sino un Pastor amoroso que camina con nosotros, que nos lleva en sus brazos cuando estamos cansados y nos guía con ternura. Su corazón humilde y manso nos da seguridad y nos invita a descansar en su presencia.

6. Porque Él ha vencido al mundo: En Juan 16:33, Jesús dice: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Nuestro descanso en Jesús no se basa en la ausencia de problemas, sino en la victoria que Él ha obtenido. Él ha vencido al pecado, a la muerte y al poder del mal. En su victoria, encontramos la certeza de que, aunque enfrentemos dificultades, estamos seguros en sus manos.

7. Porque Él nos da su paz: Jesús promete en Juan 14:27: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. La paz que Jesús nos da es una paz que trasciende las circunstancias, una paz que guarda nuestros corazones y mentes en medio de las tormentas. Es una paz profunda y duradera, que solo se encuentra en Él.

8. Porque su presencia está siempre con nosotros: Jesús prometió en Mateo 28:20: “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. No estamos solos; Su presencia nos acompaña siempre. En cada momento de nuestra vida, en cada desafío, en cada alegría y en cada dolor, Jesús está con nosotros. Su presencia nos da consuelo, fortaleza y descanso.

Por todas estas razones, podemos descansar en Jesús. Él es nuestro refugio, nuestra fortaleza, nuestra paz y nuestra esperanza. ¡Venid a Él, venid con fe y confianza, y hallad descanso para vuestras almas! En su amor y en su presencia, encontramos todo lo que necesitamos.

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SUPERANDO EL AFAN, EL TEMOR Y LA ANSIEDAD

Este mensaje está basado en un pasaje poderoso y liberador que nos recuerda la providencia y el cuidado amoroso de nuestro Padre celestial. En medio de un mundo lleno de ansiedad, preocupaciones y afanes, el Señor nos llama a un lugar de descanso en Él. Nos dice: «No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir». ¿No es esta una palabra liberadora en medio del caos que nos rodea?

MATEO 6:25-34 «25Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? 28Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 31No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 33Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 34Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

Mirad las aves del cielo, no siembran ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, nuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Acaso no nos está diciendo el Señor que somos sus amados hijos, y que Él proveerá para nuestras necesidades? ¡Oh, cuánto nos ama nuestro Dios!

Considerad los lirios del campo, cómo crecen sin preocuparse ni trabajar. Ni siquiera el rey Salomón, en toda su gloria, fue vestido como uno de ellos. ¿Y si Dios cuida así de la belleza pasajera de los lirios, cuánto más no cuidará de nosotros, sus hijos amados? ¿No nos está diciendo el Señor que confiemos en Él y en su provisión, en lugar de vivir atados por la preocupación y el miedo?

Entonces, ¿qué nos dice el Señor en medio de todo esto? Nos dice: «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas». ¿No es este un llamado a la prioridad correcta en nuestras vidas? En lugar de preocuparnos por las necesidades materiales, debemos buscar el reino de Dios y su justicia. Debemos buscar su voluntad y su presencia por encima de todo lo demás, confiando en que Él proveerá para todas nuestras necesidades.

Hoy es tiempo de dejar atrás la ansiedad, el miedo y el afán. Es tiempo de confiar plenamente en el Señor y en su promesa de cuidarnos y proveernos. Es tiempo de buscar su reino y su justicia con todo nuestro corazón, mente y fuerzas.

Que el fuego del Espíritu Santo nos consuma hoy, capacitándonos para vivir una vida de fe audaz y confianza en nuestro Dios. Que seamos valientes y osados en nuestra fe, proclamando su verdad y su amor en un mundo necesitado. Que seamos luz en medio de la oscuridad, mostrando al mundo que nuestro Dios es fiel y digno de confianza.

No os afanéis, amados, por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal. Confía en el Señor, descansa en su amor, y verás como Él obra maravillas en tu vida.

He aquí, aplicaciones practicas que debo implementar para no estar afanado, ni temeroso:

  1. Cultiva una relación íntima con Dios: Dedica tiempo diario a la oración, la lectura de la Palabra y la comunión con Dios. Conocer más a Dios te ayudará a confiar en Su carácter y en Su provisión.
  2. Practica la gratitud: Agradece a Dios por todas las bendiciones que Él te ha dado en tu vida. Mantén un diario de gratitud donde escribas todas las cosas por las que estás agradecido. Esto te ayudará a enfocarte en las bendiciones en lugar de en las preocupaciones.
  3. Prioriza el Reino de Dios: Busca primero el Reino de Dios en todo lo que hagas. Asegúrate de que tus decisiones, metas y acciones estén alineadas con los valores del Reino y la voluntad de Dios para tu vida.
  4. Confía en la provisión de Dios: Recuerda que Dios es tu proveedor fiel y confía en que Él suplirá todas tus necesidades según Su gloria en Cristo Jesús (Filipenses 4:19). Esto te ayudará a no preocuparte por las cosas materiales.
  5. Practica el desapego: No pongas tu seguridad en las posesiones materiales. Aprende a desapegarte de las cosas del mundo y a confiar en la seguridad que proviene de tu relación con Dios.
  6. Vive en el presente: En lugar de preocuparte por el futuro, concéntrate en vivir el día a día. Confía en que Dios tiene el control y que Él te dará la gracia y la sabiduría para enfrentar cada desafío a medida que surja.
  7. Busca apoyo comunitario: No tengas miedo de compartir tus preocupaciones con otros creyentes de confianza. La comunidad cristiana puede ser un gran apoyo en tiempos de dificultad y puede ayudarte a recordar la verdad del evangelio.

Cuando implementamos estas prácticas, esto nos ayudará a vivir en la libertad y la paz que provienen de confiar en Dios en lugar de preocuparnos por las cosas de este mundo. Recuerda siempre que eres amado y cuidado por tu Padre celestial, quien proveerá para todas tus necesidades.

¡Que Dios te bendiga abundantemente mientras caminas en fe y confianza en Él!

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EL VERDADERO SIGNIFICADO DE LA SEMANA SANTA Y LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS

Este es un tiempo especial para reflexionar sobre la mayor muestra de amor y reconciliación que el mundo haya conocido: la venida de Dios mismo en la persona de Jesucristo, quién dio su vida por nosotros en la cruz.

Mateo 27: 32-51Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a este obligaron a que llevase la cruz. 33Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, 34le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo. 35Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. 36Y sentados le guardaban allí. 37Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. 38Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. 39Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, 40y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. 41De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: 42A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. 43Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. 44Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él. 45Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 46Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 47Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama este. 48Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. 49Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. 50Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. 51Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;»

No traigo palabras simples, sino la verdad del Evangelio, la fuerza de la fe y el poder de la redención. Ésta es la historia más sagrada, una narrativa que trasciende el tiempo, la historia de un hombre llamado Jesús, quien cargó con el peso del mundo sobre sus hombros.

Es una realidad que trasciende las eras, porque es en ese momento, en esa cruz, que Jesús llevaba nuestros pecados, nuestros dolores, nuestras enfermedades.

Jesús Cristo no vino como un rey majestuoso rodeado de riquezas y poder terrenal. No!, vino como un humilde siervo, nacido en un establo, criado en un pueblo insignificante. Vivió entre los pobres, los pecadores, los marginados. ¿No nos enseña esto que el amor de Dios no conoce límites ni prejuicios?

Y entonces, en el momento supremo de su sacrificio, Jesús no se apartó. Soportó el sufrimiento, la humillación, la agonía de la cruz por amor a nosotros. ¡Qué profunda muestra de amor y reconciliación! Él, quien no conoció pecado, se hizo pecado por nosotros para que pudiéramos ser hechos justicia de Dios en él.

Y mientras el mundo se mofaba de Él, Jesús oraba por aquellos que le crucificaban, con un profundo amor. Él, quien tenía el poder de derribar legiones de ángeles, permaneció allí por nosotros, por ti y por mí.

Llegó entonces el momento más oscuro, cuando el sol se ocultó y la tierra tembló. En ese instante, Jesús clamó con voz potente: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» Y con profunda angustia exclama ese grito, y es allí, en ese sacrificio supremo que encontramos nuestra redención.

Asimismo, en un acto divino, el velo del templo se rasgó en dos, simbolizando el fin de la separación entre Dios y la humanidad. La muerte de Cristo nos abrió el camino hacia la vida eterna, hacia la reconciliación con nuestro Creador.

Por lo tanto, la celebración de Semana Santa, se trata de la muerte del Hijo de Dios, quién vino en la persona de Jesucristo. Se trata de la paga de nuestros pecados, se trata de que Dios siendo justo, dijera: «Ésta es la pena, la paga es la muerte». Y que Dios en su amor dijera: «Pagaré la pena, en la muerte de mi Hijo». Asi que, Dios mando a su Hijo a morir por nuestros pecados para que no tuviéramos que morir eternamente y estar separados de Él por toda la eternidad.

Mire bien lo que voy a decirle: Nuestro futuro esta fijo si hoy acepta a Jesús si su nombre esta inscrito en el Libro de la Vida del Cordero de Dios, si ha aceptado a Jesús como su Salvador.

JUAN 3:16 » 16Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Señores, la cruz es el momento más crucial de la historia humana, y nada se iguala. Nada puede hacer lo que Jesús hizo, morir por nuestros pecados. Él fue a la cruz y pagó nuestra deuda de pecado para que tuvieramos la vida eterna.

Si esto es cierto, has aceptado a Jesús como tu Salvador?. Me refiero a que si ha aceptado a Jesucristo como el Hijo Unigénito de Dios, quien fue a la cruz, quien perdona nuestros pecados por completo y nos regala el don de la vida eterna.

Sino lo has hecho, quiero invitarte a hacerlo con una simple oración. Repite conmigo en voz alta: «Padre celestial, Dios mio, vengo delante de Tú presencia a pedirte que me perdones todos mis pecados, me arrepiento de ellos. Ven a morar a mi corazón. Hoy hago un nuevo pacto contigo para que seas mi Señor y Salvador. Inscríbeme en el Libro de la Vida. Y el día de mi último aliento me recibas en tu presencia. Amén.»

Ante ésta realidad, ¿cómo podemos responder como cristianos? ¿Cómo podemos vivir nuestras vidas en vista del sacrificio de Cristo?

Primero, debemos vivir vidas de gratitud. Cada día que respiramos, cada bendición que recibimos, es un regalo de Dios a través del sacrificio de su Hijo. No permitamos que un solo día pase sin agradecerle por su amor inmerecido y su gracia abundante.

Segundo, debemos vivir vidas de amor. Así como Cristo nos amó hasta el extremo, debemos amarnos los unos a los otros. No importa quién sea nuestro prójimo, no importa cuán diferente sea de nosotros, debemos amarlos con el mismo amor sacrificial que Jesús nos mostró.

Tercero, debemos vivir vidas de testimonio. No guardemos para nosotros el regalo del evangelio, sino compartámoslo con el mundo que nos rodea. Que nuestras palabras y nuestras acciones reflejen la luz y el amor de Cristo a todos los que nos rodean.

Y finalmente, debemos vivir vidas de esperanza. Porque la muerte de Cristo en la cruz no fue el final, sino el principio de nuestra redención. Él resucitó victorioso, triunfando sobre el pecado y la muerte, y prometió volver por aquellos que le esperan con ansias.

Amigo y amigas que este mensaje resuene en lo más profundo de nuestros corazones. Que nunca olvidemos el sacrificio de amor de nuestro Señor Jesucristo, y que vivamos cada día como testigos vivientes de su poder transformador.

Que así sea, para la gloria de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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