Mientras que el mundo define la sabiduría como el uso correcto del conocimiento y la información, la sabiduría divina significa que tenemos la capacidad de ver las cosas desde el punto de vista de Dios y responder de acuerdo con los principios de las Escrituras. Qué podemos hacer para aumentar la sabiduría divina?
En este tiempo actual se describe como la era de la información, y tenemos acceso a más conocimientos de los que sabemos qué hacer con ellos. Pero todavía falta algo: una gran sabiduría. Por ejemplo, hay muchas personas que se jactan de su nivel de educación y títulos, pero hacen de sus vidas un desastre porque les falta el verdadero discernimiento y la comprensión espiritual.
Las Escrituras nos advierten que busquemos sabiduría. Debido a que Dios es la única fuente de verdad, toda sabiduría proviene de Él. Ve más allá de las circunstancias inmediatas y conoce el futuro. Por eso, si seguimos los principios bíblicos, Él nos dará entendimiento y guía para cada decisión y situación que enfrentemos en la vida.
COMO ADQUIRIMOS LA SABIDURIA DIVINA?
Se necesita tiempo y esfuerzo para volverse verdaderamente sabio, y es el resultado de aprender de las decisiones que tomamos. A lo largo de la vida, enfrentaremos preguntas y situaciones desafiantes que exigen una mayor riqueza de conocimientos y comprensión de la que los seres humanos posiblemente puedan poseer. Podemos adquirir la sabiduría divina:
- Buscándola. Nadie nace con sabiduría, por lo que tenemos dos opciones: buscarla o enfrentar las consecuencias de vivir sin ella. Sin embargo, debemos preguntarnos si realmente queremos sabiduría o si estamos buscando algo más. El mundo ofrece otras cosas que satisfacen nuestros deseos: seguridad, riqueza, amigos, salud, popularidad, prestigio o belleza. Pero Proverbios 8:11 dice que todas las cosas deseables palidecen en comparación con la sabiduría. Es un regalo que Dios da a aquellos que lo buscan como un tesoro escondido (Prov. 2:4-7). La sabiduría no vendrá con intentos a medias de leer las Escrituras; requiere una búsqueda diligente.
- Meditando en la Palabra de Dios. La Biblia es la mente de Dios registrada para nosotros en papel. Revela Sus caminos, planes y propósitos, y cuando lo leemos y entendemos, Sus pensamientos se vuelven parte de nosotros y afectan la forma en que vivimos. Es por eso que debemos comenzar cada día con el Señor y pedirle que nos guíe desde Su Palabra. Dado que el Señor es el único que sabe lo que está por venir, necesitamos Su perspectiva con respecto a nuestros planes, acciones y elecciones. Si descuidamos Su Palabra, no podemos entender Sus caminos y tomaremos malas decisiones. En lugar de experimentar las mejores bendiciones de Dios, encontraremos disciplina porque cada acción imprudente tiene un alto precio.
- Obedecer los principios bíblicos. El mero hecho de tener conocimiento de la Biblia no puede hacernos sabios. La sabiduría de Dios está reservada para aquellos que prestan atención a Sus instrucciones y eligen aplicar Sus verdades a sus vidas (Proverbios 8:33-34). Cada vez que necesitamos dirección divina, está disponible para nosotros en Su Palabra. Cuando creemos en Sus principios y nos atenemos a ellos, cosecharemos las bendiciones de la sabiduría que vienen con la obediencia.
- Orando por ello. El libro de Proverbios no enfatiza específicamente orar por sabiduría, pero Santiago nos dice que le pidamos a Dios si es algo que nos falta (Santiago 1:5-6). Sin embargo, solo pedir sabiduría no es suficiente. Debemos pedir con fe, obedecer lo que dice el Señor y observar los resultados de nuestras acciones. La obediencia siempre nos beneficia, pero las consecuencias negativas ocurren cuando ignoramos a Dios y seguimos nuestro propio camino. Para evitar tomar decisiones tontas y costosas, debemos comenzar cada día en oración, preguntándole al Señor cómo quiere que operemos.
- Observar cómo obra Dios en el mundo. La Palabra de Dios nos enseña que la sabiduría también proviene de observar varios estilos de vida y los resultados que producen. Por ejemplo, los sabios son cautelosos y se apartan del mal, pero los necios son soberbios y descuidados (Proverbios 14:16). Dios incluso usa hormigas para enseñarnos la importancia de trabajar diligentemente para nuestras provisiones porque la pereza invariablemente conduce a la pobreza (Proverbios 6:6-11). Cuando prestamos atención a los comportamientos de los demás, podemos ver que las consecuencias, tanto buenas como malas, siempre siguen. En nuestra cultura, que enfatiza el logro personal y el placer, pocas personas piensan en los efectos futuros de sus acciones. Pero la Biblia nos ayuda a entender la vida desde la perspectiva de Dios y nos ayuda a tomar las decisiones sabias que producen resultados positivos.
- Haciendo caso al consejo piadoso. Todo el mundo necesita orientación a veces, pero no todos los consejos son piadosos. Algunas personas, incluso consejeros capacitados, en realidad pueden desviarnos del camino en lugar de ayudarnos a encontrar el camino de Dios. Cada vez que buscamos a alguien para recibir dirección, debemos examinar el estilo de vida de esa persona y determinar la fuente de su consejo. ¿Se basa el consejo en la Palabra de Dios o en conocimientos académicos y opiniones personales? Una vez que hayamos determinado que la guía proviene de Él, debemos estar dispuestos a prestarle atención y aceptar la reprensión si es necesario (Proverbios 15:31-32).
- Asociarse con los sabios. Nunca debemos subestimar la influencia de los amigos. Pueden ayudarnos a crecer en sabiduría o causarnos daño (Proverbios 13:20). Es por eso que debemos examinar a nuestros amigos de cerca para determinar si nos están edificando espiritualmente o nos están desviando. También debemos evaluar qué tipo de amigos somos para los demás. ¿Estamos dispuestos a decirles la verdad en base a lo que dice la Escritura, o nuestro objetivo es solo decirles lo que quieren escuchar? Dar malos consejos a las personas solo para que se sientan mejor o para obtener aprobación para nosotros mismos es un perjuicio.
Si verdaderamente queremos la sabiduría divina, lo primero que debemos hacer es venir y hacer de Jesús el Señor y Salvador de nuestras vidas, por lo que, te invito a hacerlo en este momento:
Repite conmigo la siguiente oración: Padre Celestial, vengo delante de ti para pedirte que perdones mis pecados, creo que Jesucristo murió en la cruz del calvario y que Dios le resucito de entre los muertos. Hago en este momento a Jesús, el Señor y Salvador de mi vida. En el nombre de Jesús. Amén.
FUENTE: Gracias Pastor CHARLES STANLEY por sus enseñanzas.