Pueblo de Dios, escúchame como quien oye voz del cielo. Hoy no hablo como hombre… Hoy hablo como un atalaya apostólico y profético, enviado por Dios para despertar generaciones dormidas…
Dice la Escritura en Hechos capítulo 2: “Al oír esto, se compungieron de corazón…”
¡Esa es la obra del Espíritu! ¡Cuando Él habla, el corazón del hombre no puede quedar igual! ¡Cuando la Palabra del Cordero resucitado atraviesa, el alma tiembla! Los que escuchaban a Pedro no recibieron solo información, ¡recibieron una impartición divina!
Y entonces vino la pregunta eterna: “¿Qué haremos?”
¡Esa es la pregunta que el cielo está provocando en esta generación! ¿Qué vas a hacer con el Cristo que resucitó? ¿Qué vas a hacer con el llamado de Dios que ha llegado a tu puerta?
Y Pedro respondió como lo hace un verdadero apóstol: sin rodeos, sin religiosidad, sin temor a los hombres: “Arrepentíos…”
¡Arrepiéntete, Iglesia!
¡Arrepiéntete, nación!
No de palabra… ¡sino con fruto digno del arrepentimiento!
¡Rompe tu alianza con el mundo!
¡Corta todo lazo con el pecado!
¡Es tiempo de volver al fuego original! “…y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados…”
No hay otro nombre. No hay otra autoridad. ¡El cielo no reconoce otro Nombre sino el del Cordero inmolado! Porque en ese nombre hay perdón. En ese nombre hay restauración. ¡Y en ese nombre hay poder para nacer de nuevo!
Y ahora escucha, porque viene la parte profética: “Y recibiréis el don del Espíritu Santo…” ¡Esto no es una idea simbólica! ¡Es una experiencia real! El mismo Espíritu que descendió como fuego en Pentecostés quiere llenarte hoy. ¡No para entretenerte, sino para transformarte! No para que hables bonito, sino para que camines en poder y santidad.
Y luego Pedro, lleno del Espíritu, profetiza algo eterno: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos…”
¡Escucha esto, generación!
Esta promesa no ha caducado.
¡El Espíritu todavía se derrama!
¡El fuego todavía cae!
¡El Reino todavía avanza!
Y la voz de Dios todavía llama: “Ven. Arrepiéntete. Recibe mi Espíritu. Vive para mí.”
Así te dice el Señor hoy: “Yo estoy despertando a los que tienen oído. Estoy llamando a los postreros a tomar su lugar. Esta es la hora del regreso. Esta es la hora de la restauración. Esta es la hora del fuego.” ¡La promesa es para ti! ¡Para tu casa! ¡Para tus hijos! ¡Y para los que están lejos — en otra nación, en otro pecado, en otra generación!
¡Pero el Espíritu los está llamando! Hoy, como apóstol y profeta del Cordero, te digo: ¡vuélvete a Él! ¡No esperes más! ¡No resistas más! Arrepiéntete. Bautízate en Su Nombre. Y recibe el Espíritu del Dios vivo. La promesa es para ti. ¡Y el tiempo es ahora! Así dice el Señor. Amén.
Oración: Señor Jesús, hoy oigo tu voz y mi corazón se quebranta. Me arrepiento con todo mi ser. Renuncio al pecado, al orgullo, a mi voluntad. Te entrego mi vida. Lávame con tu sangre. Bautízame con tu Espíritu. Lléname con tu fuego. Recibo tu promesa, para mí, para mi casa y para mi generación. Hazme parte de tu remanente. En el nombre de Jesucristo, ¡Amén!