Lucas 4:31–37 ¡Jesús entró a la sinagoga, habló con autoridad y el infierno quedó expuesto.

Ese pasaje no es historia. Es un modelo. Es un llamado. Es un desafío. La Biblia dice que todos quedaron asombrados, porque una palabra Suya hizo lo que la religión nunca pudo:
¡reveló lo oculto y expulsó lo que oprimía!

Y hoy el Espíritu te dice: “Yo quiero manifestar esa misma autoridad en ti.” Pero escucha esto: La autoridad no nace de fórmulas, nace de identidad. No viene por gritar, viene por relación. No se activa por emoción, se activa por obediencia.

Si tú caminas con Cristo, si te llenas del Espíritu, si guardas tu corazón en santidad, si te alineas a Su Palabra, entonces Su autoridad fluye en tu vida como un río imparable.

Porque el infierno no respeta títulos. No respeta posiciones. No respeta experiencias. Respeta la presencia de Cristo en un hombre que cree.

Jesús reprendió al espíritu inmundo con una frase: “¡Cállate y sal de él!” Sin debate. Sin temor. Sin retroceder.

Y así mismo, el Espíritu Santo quiere que tú te levantes hoy y declares: “En el nombre de Jesús, esta opresión se rompe. Este miedo se calla. Esta cadena se rompe. Esta tiniebla retrocede.” Porque donde tú entras con Cristo, ¡la oscuridad no puede quedarse!

Hoy te desafío: No vivas una fe tímida. No toleres lo que Jesús vino a expulsar. No aceptes cadenas que fueron rotas en la cruz.

Recibe esta palabra: La misma autoridad que se manifestó en Lucas 4 está disponible para ti. Caminas con el Cristo victorioso. La unción del Espíritu te respalda. Y el infierno reconoce tu posición en Cristo.

¡Levántate y opera en esa autoridad! Eres luz. Eres instrumento. Eres portador del Reino.

Oremos: Padre en el nombre poderoso de Jesús, declaro que Tu autoridad gobierna mi vida. Que toda tiniebla se someta, toda opresión se rompa y toda voz contraria se calle. Lléname de Tu Espíritu, de Tu presencia y de Tu fuego. Hazme un portador de Tu luz, un instrumento de Tu Reino y un testigo de Tu poder. Hoy me levanto en la autoridad de Cristo. Amén.