Podrás estar pasando por un tiempo de prueba, pero recuerda que Dios está contigo y al final saldrás en victoria.
Podrás estar pasando por un tiempo de prueba, pero recuerda que Dios está contigo y al final saldrás en victoria.
Hoy, el Espíritu Santo nos llama a un despertar profundo, a una transformación radical de nuestras vidas, a una comunión auténtica y genuina con nuestro Padre celestial. Escuchad la palabra del Señor en Mateo 6:5-14, donde se nos instruye sobre la oración verdadera y sincera.
Mateo 6: 5-14 «5Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. 7Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. 9Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. 14Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.»
Jesús nos advierte contra la hipocresía en la oración. «Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres.» Por lo tanto, no seamos como esos fariseos, que buscan la gloria de los hombres. No busquemos la apariencia de piedad ante los ojos del mundo, sino busquemos la intimidad con Dios en lo secreto. ¡Aleluya!
Entra en tu aposento, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto. Porque es en ese lugar íntimo donde Dios te escuchará, es donde tu clamor será oído, es donde tu alma encontrará refugio y fortaleza. No necesitas palabras elaboradas ni discursos largos, porque nuestro Padre sabe de qué cosas tenemos necesidad antes de que se lo pidamos. ¡Gloria a Dios!
Jesús nos enseñó a orar con el corazón, con sencillez y humildad: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.» Cuando pronunciamos estas palabras, estamos declarando la santidad de Dios, estamos clamando por Su reino, estamos sometiendo nuestra voluntad a la Suya. ¡Aleluya!
«El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.» No pedimos riquezas ni abundancias, sino lo necesario para cada día. Confiamos en la provisión diaria del Señor, sabiendo que Él es fiel y no nos dejará faltar. Y pedimos: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.» El perdón es fundamental en nuestra relación con Dios y con los demás. Si no perdonamos, ¿cómo podemos esperar ser perdonados? ¡Escuchad la palabra del Señor!
«Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.» Aquí reconocemos nuestra debilidad y dependencia total en Dios para resistir la tentación y el mal. Y proclamamos que todo el poder y la gloria pertenecen a nuestro Dios eterno. ¡Gloria y honor al Rey de reyes!
Hoy es tiempo de volver al corazón de la oración. No más vanas repeticiones, no más apariencias. Que nuestra oración sea un reflejo de nuestra verdadera fe, de nuestra confianza absoluta en Dios. Que busquemos Su rostro con un corazón sincero y humilde, sabiendo que Él es nuestro refugio, nuestro sustento, nuestro todo.
Somos llamados por el Espíritu Santo a la acción. Nos llama a perdonar a aquellos que nos han ofendido, a soltar toda amargura y resentimiento. Nos llama a confiar en la provisión diaria de Dios, a depender completamente de Su gracia. Nos llama a orar con fervor y pasión, no por ser vistos por los hombres, sino por anhelar la comunión con nuestro Padre celestial.
Levantémonos, Iglesia de Cristo, con valentía y osadía. Seamos luz en medio de la oscuridad, seamos sal en un mundo sin sabor. Que nuestras vidas sean un testimonio vivo del poder transformador de Dios. Que nuestras oraciones sean una llama encendida, un fuego que nunca se apaga, alimentado por el Espíritu Santo.
Que el Señor nos fortalezca, nos guíe y nos llene de Su Espíritu. Que Su voluntad se haga en nuestras vidas, así en la tierra como en el cielo. Y que todo lo que hagamos sea para la gloria de Su nombre, porque Suyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Para ser una persona de oración efectiva, aquí tienes algunas aplicaciones prácticas basadas en Mateo 6:5-14:
1. **Establece un Lugar Secreto para Orar:** Encuentra un lugar tranquilo y apartado donde puedas estar a solas con Dios. Puede ser una habitación en tu casa, un rincón en tu jardín, o cualquier lugar donde puedas cerrar la puerta y orar sin distracciones. Este lugar se convertirá en tu santuario personal de oración.
2. **Fija un Tiempo Diario para Orar:** Dedica un tiempo específico cada día para la oración. Puede ser por la mañana antes de comenzar tu día, al mediodía, o por la noche antes de dormir. Sé consistente con este tiempo y hazlo una prioridad en tu rutina diaria.
3. **Ora con Sinceridad y Humildad:** Evita las oraciones largas y repetitivas que carecen de significado. En lugar de eso, habla con Dios de manera sincera y desde el corazón. Reconoce Su santidad, busca Su voluntad y presenta tus necesidades con humildad.
4. **Usa el Padre Nuestro como Modelo:** Utiliza la oración del Padre Nuestro como una guía. Puedes desglosarla en partes y profundizar en cada una:
– **Santificado sea tu nombre:** Comienza tu oración alabando a Dios y reconociendo Su santidad.
– **Venga tu reino:** Ora por la expansión del reino de Dios en tu vida, en tu comunidad y en el mundo.
– **Hágase tu voluntad:** Somete tus planes y deseos a la voluntad de Dios, pidiendo que Su voluntad se cumpla en todas las áreas de tu vida.
– **El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy:** Presenta tus necesidades diarias a Dios, confiando en Su provisión.
– **Perdónanos nuestras deudas:** Pide perdón por tus pecados y comprométete a perdonar a aquellos que te han ofendido.
– **No nos metas en tentación:** Pide protección contra la tentación y el mal, reconociendo tu dependencia de Dios para resistir.
5. **Practica el Perdón:** Revisa tu corazón y asegúrate de no guardar rencor o resentimiento contra nadie. El perdón es fundamental para recibir el perdón de Dios. Ora específicamente por aquellos que te han ofendido y pide a Dios que te ayude a perdonarlos sinceramente.
6. **Confía en la Provisión Diaria de Dios:** En tus oraciones, confía en que Dios proveerá todo lo que necesitas día a día. No te preocupes por el mañana, sino vive con la certeza de que Dios cuidará de ti. Agradece a Dios por Sus bendiciones diarias y reconoce Su fidelidad.
7. **Ora con Fe y Expectativa:** Ora con la expectativa de que Dios escucha y responde tus oraciones. Ten fe en Su poder y en Su amor por ti. Mantén un diario de oración donde anotes tus peticiones y las respuestas de Dios, fortaleciendo tu fe al ver Su mano obrando en tu vida.
8. **Involucra la Palabra de Dios en tu Oración:** Lee y medita en las Escrituras como parte de tu tiempo de oración. Deja que la Palabra de Dios inspire y guíe tus oraciones. Ora usando versículos bíblicos, declarando las promesas de Dios y pidiendo que Su verdad se manifieste en tu vida.
9. **Busca la Guía del Espíritu Santo:** Pide al Espíritu Santo que te guíe en tu oración. Deja que Él te revele áreas específicas por las que debes orar y te inspire con las palabras correctas. Permanece sensible a la dirección del Espíritu y obedece Sus impulsos.
Implementando estas prácticas, tu vida de oración se volverá más efectiva, íntima y transformadora. Serás una persona de oración que busca la presencia de Dios con sinceridad y fe, y experimentarás Su poder y gracia de manera tangible en tu vida. ¡Amén!
PORQUE ES IMPORTANTE PARA JESÚS QUE PERDONEMOS?
El perdón es un tema central en las enseñanzas de Jesús y tiene una importancia profunda y multifacética en la vida cristiana. Aquí hay algunas razones clave por las que Jesús enfatiza la importancia del perdón de las ofensas:
En resumen, el perdón es crucial porque refleja el carácter de Dios, es un mandato de Jesús, libera y sana a las personas, restablece relaciones, imita el perdón que hemos recibido y sirve como un poderoso testimonio al mundo. Perdonar es vivir de acuerdo con la gracia y el amor que hemos recibido en Cristo, y es una parte integral de nuestra vida como seguidores de Jesús.
QUE RESULTADOS TRAE PARA NUESTRAS VIDAS EL PERDONAR NUESTRAS OFENSAS
Perdonar las ofensas trae múltiples beneficios espirituales, emocionales y físicos para nuestras vidas. A continuación, se describen algunos de los resultados más significativos:
En conclusión, el perdón trae una transformación integral en nuestras vidas, afectando positivamente nuestra salud espiritual, emocional y física. Nos libera del peso del rencor, mejora nuestras relaciones y nos alinea con la voluntad de Dios, permitiéndonos vivir en paz y plenitud. El perdón no solo beneficia a aquellos a quienes perdonamos, sino que también enriquece y bendice profundamente nuestras propias vidas.
QUE DIOS TE BENDIGA ABUNDANTEMENTE !
Al igual que cuando nace un niño, esperamos que crezca, y si no lo hace, hay un problema, y desde luego, este principio se aplica también a la vida cristiana. .
Después de nacer de nuevo por la fe en Jesús, debemos crecer continuamente en la gracia y el conocimiento de Él. Al leer la Biblia, orar y observar cómo obra el Señor, aumentaremos en semejanza a Cristo, y en obediencia.
Pero el Señor también usa la adversidad, con el fin de llevarnos a la madurez y que es la experiencia universal de todos los creyentes, misma que puede obstaculizar o acelerar nuestro crecimiento espiritual; todo depende de cómo respondamos.
La adversidad es una condición que se presenta como angustia, presión, pruebas o decepciones. Esta puede ser de naturaleza física o emocional, y de corta o larga duración, pero siempre causa dolor. Aunque ninguno de nosotros deseamos tener dolor o problemas, y sí llegan, tenemos dos opciones: podemos desperdiciar nuestras penas o sino crecer en nuestra relación con el Señor.
POR LO TANTO, EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL EN LA ADVERSIDAD DEPENDE DOS FACTORES:
1. Nuestra comprensión del propósito de Dios:
2. Para crecer espiritualmente a partir de las pruebas en nuestra vida, debemos responder como el Señor desea. Él ha prometido enseñarnos el camino que debemos seguir.
SALMOS 32:8 » Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos.»
NUESTRAS RESPUESTAS A LA ADVERSIDAD REVELAN ALGO SOBRE NOSOTROS.
• Nuestra visión de Dios. ¿Creemos que Él es digno de confianza?
• Nuestra visión de nosotros mismos. ¿Nos vemos como hijos amados de Dios?
• La importancia de las cosas en nuestra vida. Si el Señor quita algo que queremos conservar, nuestra respuesta revela su prioridad en nuestro corazón.
• Nuestras fortalezas y debilidades. Es en las dificultades que descubrimos cuán fuertes o débiles somos realmente.
• Nuestra capacidad de resistencia. ¿Tenemos un fundamento firme de fe que nos permita perseverar, o nos damos por vencidos rápidamente?
• Nuestra fe en Dios. ¿Cuánto confiamos en el Señor y creemos que Él usa la adversidad para nuestro bien?
Nuestro crecimiento espiritual está determinado por la forma en que vemos la adversidad. O lo vemos como un obstáculo en nuestra vida o como una oportunidad para crecer en nuestra relación con el Señor. En cada prueba, Su objetivo es que aumentemos nuestro conocimiento y comprensión de Sus caminos, y que confiemos en Su fidelidad.
La única manera en que nosotros podamos pasar por cualquier adversidad en paz, es rindiendo nuestras vidas a Cristo Jesús, pues cuando eso sucede, Dios Padre nos convierte en hijos de Dios, y hacemos a Jesucristo el centro de nuestras vidas y Él viene a ser para nosotros como la roca en quien podemos fundamentar nuestra fe y tenemos la confianza que Él nos sacará adelante, porque Él es Todopoderoso y nos ama incondicionalmente.
Pa ello, quiere invitarte hacer la siguiente oración: Padre Celestial, vengo delante de tu presencia a pedirte perdón por todos mis pecados. Me arrepiento de ellos. Y te pido que vengas a morar a mi corazón. Anulo todo pacto que haya hecho en el pasado y hago un nuevo pacto para seguir tus mandamientos y preceptos. En el nombre de Cristo Jesús. Amén.
FUENTE: Gracias Pastor CHARLES STANLEY por sus enseñanzas.