Categoría: Fe

CUAL ES EL GRAN MANDAMIENTO DE DIOS

Hoy nos sumergimos en una poderosa palabra del Señor, que proviene del Evangelio según San Marcos, capítulo 12, versículos 28 al 34. Hablaremos de lo que es verdaderamente esencial en nuestra fe, de lo que marca la diferencia entre una vida común y una vida encendida por el Espíritu Santo. ¡Sí, hoy hablaremos del gran mandamiento, el fundamento de nuestra relación con Dios y con los demás!

MARCOS 12: 28-34 «Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? 29Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. 31Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos. 32Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; 33y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. 34Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.»

El escriba le preguntó a Jesús: «¿Cuál es el primer mandamiento de todos?» ¡Gloria a Dios que esta pregunta fue hecha! Porque en esta respuesta, Jesús nos revela la clave de una vida que agrada al Señor. Jesús respondió: «Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es». ¡Dios es uno! No hay otro como Él. Él es el único, el incomparable, el Santo de Israel. Y ese es el primer punto: tenemos que saber a quién servimos. ¡Dios es único, supremo, eterno, poderoso!

Pero Jesús no se detiene ahí. Él sigue y nos dice: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas». ¡Escuchen bien, pueblo de Dios! ¡Con TODO! No es con una parte, no es solo los domingos, no es solo cuando las cosas van bien. Es con TODO tu corazón, toda tu alma, toda tu mente y todas tus fuerzas. ¡Dios demanda nuestra totalidad! No quiere migajas de tu tiempo, no quiere un amor a medias. ¡Quiere el control absoluto de tu vida!

¿Estás amando a Dios así hoy? Pregúntate: ¿Estoy dando mi todo o estoy reteniendo algo para mí? ¿Estoy entregando cada área de mi vida a Dios, o estoy guardando rincones secretos, lugares oscuros donde Él no tiene permiso de entrar? ¡Ah, pero hoy es el día de la decisión! Hoy puedes rendirlo todo al Señor, ¡y te aseguro que Él va a transformar tu vida de una manera que no puedes imaginar!

Y luego, Jesús añade: «Y amarás a tu prójimo como a ti mismo». ¡Aquí está el segundo mandamiento, semejante al primero! Porque no podemos decir que amamos a Dios, si no estamos amando a los que nos rodean. ¡Ah, no podemos engañarnos! No podemos levantar nuestras manos en alabanza los domingos y luego volver a casa y odiar a nuestro vecino, a nuestro hermano, a nuestro compañero de trabajo. El amor a Dios se demuestra en cómo tratamos a los demás. ¿Cómo estás tratando a los que te rodean?

El escriba le dijo a Jesús que entendía que estos mandamientos eran más grandes que todos los holocaustos y sacrificios. Porque, podemos hacer muchas cosas exteriores, podemos cumplir con rituales, con tradiciones, con liturgias, pero si no estamos amando a Dios con todo y no estamos amando a nuestro prójimo, ¡nada de eso cuenta para Dios!

¿Escucharon lo que Jesús le dijo al escriba? «No estás lejos del reino de Dios». ¡No estás lejos! ¡Eso es poderoso! Pero también es un desafío. No basta con saber estas cosas, no basta con entenderlas intelectualmente. ¡Tenemos que vivirlas! Si solo entendemos estas verdades, pero no las aplicamos en nuestra vida diaria, entonces nos quedamos a las puertas del Reino, pero no entramos. ¡No te quedes a las puertas, amigo y amiga! ¡No te conformes con estar cerca del Reino! Hoy es el día para entrar plenamente, para abrazar estos mandamientos con todo tu ser.

Te animo hoy a examinar tu corazón. ¿Amas a Dios con todo lo que eres? ¿Amas a tu prójimo como a ti mismo? Si hay áreas donde estás fallando, no te desesperes. ¡Dios es misericordioso y está listo para perdonarte y llenarte de su Espíritu! Pero tienes que tomar una decisión hoy, una decisión osada y valiente. ¡No más excusas! ¡No más titubeos! El Reino de Dios está aquí, está cerca, ¡y Dios te está llamando a vivir en su plenitud!

¡Levántate! Hoy es el día de poner estos mandamientos en acción. ¡Ama a Dios sin reservas! ¡Ama a tu prójimo sin condiciones! Y verás cómo Dios desata su poder y su gloria en tu vida como nunca antes. ¡El Reino de Dios está cerca, no lo dejes pasar!

OREMOS:

¡Padre Celestial, en este momento venimos ante tu presencia con corazones rendidos, reconociendo que Tú eres el único Dios, el Todopoderoso, el Santo y Bendito! Te adoramos, Señor, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas. Señor, te pedimos que nos perdones por las veces en que no hemos amado de esa manera, por las veces en que hemos retenido partes de nuestras vidas, por las veces en que hemos fallado en amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos.

Hoy nos levantamos en fe, Dios, y declaramos que desde este momento, ¡vamos a amarte con todo lo que somos! ¡Rendimos nuestras vidas por completo a Ti! Que cada pensamiento, cada palabra, y cada acción refleje nuestro amor por Ti. Y Señor, te pedimos que nos llenes con tu amor sobrenatural para que podamos amar a nuestros prójimos, aún a aquellos que nos han herido, de la manera en que Tú nos has amado.

Derrama de tu Espíritu Santo sobre nosotros, transforma nuestros corazones, y haznos instrumentos de tu amor en este mundo. ¡Oh Dios, queremos estar plenamente en tu Reino, no solo cerca de él! ¡Queremos vivir para Ti, caminar en obediencia a tus mandamientos y ser reflejos vivos de tu amor!

En el nombre de Jesús, oramos y lo pedimos. ¡Amén y amén!

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COMO TENER UNA FE INQUEBRANTABLE

Pueblo, hoy Dios nos está llamando a tener una fe inquebrantable, una fe que no se tambalea ante la adversidad, una fe que persiste aun cuando las circunstancias parecen imposibles. Y la Palabra de Dios nos muestra cómo podemos desarrollar y vivir con esta clase de fe. Vamos a estudiar Marcos 7:24-30, la historia de la mujer sirofenicia, una mujer cuya fe desafió las barreras, las tradiciones y hasta el silencio inicial de Jesús. ¡Esta es la fe que debemos tener!

MARCOS 7:24-30 “24Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. 25Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies. 26La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio. 27Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. 28Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. 29Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. 30Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama.

Primero, para tener una fe inquebrantable, debemos saber a quién nos acercamos. En el versículo 24, dice que Jesús se fue a la región de Tiro y Sidón, y aunque intentaba mantenerse en secreto, no pudo esconderse. ¡Escucha bien! ¡Cuando hay fe genuina, Jesús no puede ser escondido! La mujer sirofenicia oyó de Jesús. No había visto los milagros en persona, pero había oído de Él, ¡y eso fue suficiente! Ella supo que Él era la respuesta a su necesidad. Para tener fe inquebrantable, primero debemos reconocer que Jesús es la única respuesta. ¡No busques soluciones en otro lugar! No pongas tu esperanza en tus propias fuerzas, en las circunstancias o en las promesas vacías del mundo. Tu fe debe estar completamente en Jesús, en Su poder, en Su autoridad.

Esta mujer, aunque era extranjera, no dudó en acercarse a Jesús. En el versículo 25, vemos que se postró a sus pies. ¡Qué muestra de rendición total! Una fe inquebrantable nace de un corazón rendido a Dios, de un corazón que entiende que sin Jesús no hay esperanza. La mujer no vino con orgullo ni exigencias, sino con humildad y reverencia, sabiendo que sólo Él podía traer liberación. ¡Este es el primer paso! ¡Nos postramos a los pies de Jesús, reconociendo que Él es todo lo que necesitamos! ¿Cuántas veces hemos buscado otras soluciones antes de venir a los pies de Cristo? Para tener una fe inquebrantable, debemos aprender a venir primero a Jesús en cada situación, confiando plenamente en Su poder.

Luego, en el versículo 26, dice que la mujer le rogaba que echase fuera el demonio de su hija. Aquí vemos perseverancia. No fue un simple ruego o una oración ligera. ¡No! Esta mujer insistió. Sabía que Jesús tenía el poder para liberar a su hija y no se rindió hasta obtener una respuesta. ¡Este es el tipo de fe que Dios está buscando en nosotros! Una fe que no se rinde ante la primera negativa, una fe que sigue tocando las puertas del cielo hasta que se abran. Hay momentos en los que las respuestas no llegan inmediatamente, pero una fe inquebrantable sigue creyendo, sigue esperando, sigue clamando, sabiendo que Dios es fiel y que Sus promesas son verdaderas.

Cuando Jesús le responde en el versículo 27: «No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos», está probando su fe. ¡Cuántos de nosotros habríamos dado la vuelta en ese momento! ¿Cuántos se desanimarían si Jesús pareciera decirnos “no”? Pero esta mujer no lo hizo. ¡Ella no se rindió! Una fe inquebrantable no se desalienta ante los obstáculos. Esta mujer sabía que incluso si no era del pueblo de Israel, una sola migaja del poder de Jesús sería suficiente. Y en el versículo 28, ella responde con humildad: «Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.» ¡Esto es una fe osada, una fe que cree que hasta lo más pequeño de Dios es más grande que cualquier problema que enfrentamos!

La verdadera fe inquebrantable no se ofende cuando Dios parece tardar. Una fe inquebrantable sabe esperar y confiar. Esta mujer reconoció su posición y, sin embargo, no perdió la esperanza. ¡Esto es lo que debemos hacer cuando enfrentamos dificultades! Aunque no entendamos por qué Dios no responde de inmediato, seguimos confiando, sabiendo que Sus planes son perfectos y que Él siempre nos da lo que es mejor en el momento adecuado. No permitas que las pruebas o los silencios de Dios apaguen tu fe. ¡Deja que esas pruebas la fortalezcan!

En el versículo 29, Jesús, asombrado por su respuesta, le dice: «Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.» ¡Escucha esto! Por su fe inquebrantable, la mujer obtuvo lo que buscaba. Jesús no necesitó estar presente en la casa para liberar a la niña. ¡Una palabra de Él fue suficiente! ¡Así de poderoso es nuestro Dios! ¡Así de poderoso es su nombre! Cuando tienes fe inquebrantable, una sola palabra de Dios puede cambiar todo. No importa cuán grande sea el problema que enfrentes, no importa cuán oscura sea tu situación, ¡una palabra de Jesús puede traer liberación, sanidad y restauración!

Y en el versículo 30, la mujer regresó a su casa y encontró a su hija libre, acostada en paz. ¡Aleluya! El resultado de una fe inquebrantable es la victoria. Esta mujer no solo recibió la liberación de su hija, sino que recibió la paz que viene de Dios. La fe inquebrantable siempre termina en paz y victoria, porque Dios nunca defrauda a los que confían en Él.

Hoy, el llamado es claro: Dios nos está llamando a tener una fe inquebrantable, una fe que no se tambalea cuando las cosas se ven difíciles. ¿Cómo puedes tener esta fe?

  1. Reconoce que Jesús es la única respuesta. No pongas tu esperanza en las soluciones temporales del mundo, sino en el poder eterno de Cristo.
  2. Ríndete a los pies de Jesús con humildad y reverencia. La verdadera fe nace de un corazón que depende completamente de Dios.
  3. Persevera en tu fe, aun cuando no veas respuestas inmediatas. No te rindas a la primera señal de dificultad, sigue creyendo y clamando.
  4. No te desalientes cuando los obstáculos se presenten. Confía en que, aun en las pruebas, Dios está obrando a tu favor.
  5. Cree que una palabra de Dios es suficiente para cambiar cualquier situación. El poder de Jesús no tiene límites, y Él responderá a tu fe con poder.

Hoy es el día para que te levantes en fe. ¡No dejes que las dificultades apaguen la llama de tu confianza en Dios! ¡No dejes que el enemigo te haga dudar de las promesas de Dios! Si hoy te atreves a creer, como lo hizo la mujer sirofenicia, verás cómo Dios transforma tu situación, verás cómo el poder de Jesús trae sanidad, liberación y paz a tu vida. ¡Levántate en fe y no retrocedas! ¡Tu Dios es poderoso y Él no te fallará!

Quiero hacer una oración por ti: “Padre Celestial, venimos ante Ti en el poderoso nombre de Jesús, pidiendo sanidad para cada corazón quebrantado. Tú eres el Dios que restaura lo que ha sido destruido, el que sana las heridas más profundas. Te pedimos que toques cada vida con Tu amor y consuelo, y que traigas paz donde hay tormento.

Señor, extiende Tu mano sanadora sobre los enfermos, declaramos Tu palabra que dice que por Tus llagas hemos sido sanados. Renueva fuerzas, restaura cuerpos y haz que Tu poder fluya sobre cada necesidad física.

Y, Dios de poder, rompe toda cadena que oprime a los cautivos. En el nombre de Jesús, declaramos libertad sobre aquellos que están atados por el miedo, la depresión, la ansiedad y cualquier opresión espiritual. ¡Que Tu luz disipe toda oscuridad y que Tu paz llene cada corazón!

En el nombre de Jesús, lo pedimos y lo creemos. Amén.

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ES JESUCRISTO EL ÚNICO CAMINO A DIOS?

Para demostrar que Jesús es el camino, quiero guiarte a través de una reflexión que no solo se basa en las Escrituras, sino también en la experiencia y la lógica espiritual. Vamos a explorar tres aspectos fundamentales: la naturaleza de Jesús, la exclusividad de su mensaje, y el impacto transformador de seguir su camino.

1. La Naturaleza de Jesús

Para empezar, debemos entender quién es Jesús. En la Biblia, se nos revela que Jesús no es simplemente un profeta, un maestro o un hombre sabio, sino que es el Hijo de Dios, Dios mismo encarnado. En Juan 1:1-3 se dice: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.»

Esto nos muestra que Jesús es el origen de todas las cosas, incluido el camino que conduce a la vida eterna. Él no solo señala el camino; Él es el camino porque en su esencia divina, Él es la fuente de toda verdad y vida. Jesús mismo dijo en Juan 10:30: «Yo y el Padre uno somos», mostrando que Él es la manifestación perfecta de Dios en la Tierra. Si buscamos conocer a Dios y estar en comunión con Él, Jesús es el único acceso, el puente que conecta a la humanidad con el Creador.

2. La Exclusividad del Mensaje de Jesús

Segundo, la afirmación de Jesús en:

JUAN 14:6 es radical: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.»

Este no es un mensaje de pluralismo religioso donde todos los caminos llevan a Dios. Es una declaración exclusiva y absoluta. Jesús no dice «Soy uno de los caminos», sino «Soy EL camino.»

¿Por qué esto es significativo? Porque Jesús no ofrece solo una enseñanza ética o moral; Él ofrece la única verdad absoluta sobre Dios, el hombre, y el universo. En otras religiones o filosofías, el énfasis suele estar en lo que el hombre puede hacer para alcanzar a Dios o mejorar su vida espiritual. Pero Jesús enseña que el hombre es incapaz de alcanzar a Dios por sus propios méritos, y que solo a través de Él podemos encontrar reconciliación y comunión con el Padre.

Esto se debe a que el pecado ha creado una separación entre Dios y el hombre (Isaías 59:2), y ninguna cantidad de buenas obras, rituales o filosofías humanas puede eliminar esa barrera. Solo Jesús, mediante su sacrificio en la cruz y su resurrección, puede destruir esa barrera y abrir el camino hacia la presencia de Dios.

3. El Impacto Transformador de Seguir a Jesús

Finalmente, quiero que consideremos el impacto que tiene seguir a Jesús como el camino. La vida cristiana no es simplemente una adhesión a un conjunto de reglas o doctrinas, sino una relación viva y transformadora con Jesucristo. Cuando Jesús dijo «Yo soy el camino», también nos estaba invitando a una vida de seguimiento y discipulado.

Seguir a Jesús implica una transformación radical de nuestra mente, corazón y espíritu. En 2 Corintios 5:17 leemos: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.» Este camino de Jesús nos lleva a una nueva vida, una vida que no se define por el pecado, la culpa, o la muerte, sino por la gracia, la justicia, y la vida eterna.

Los que han seguido este camino pueden dar testimonio de cómo Jesús ha transformado sus vidas. Han encontrado paz en medio de la tormenta, esperanza en medio de la desesperación, y amor incondicional en un mundo lleno de odio. Esta transformación no es un simple cambio externo, sino una renovación profunda del ser, que solo puede provenir de un encuentro con el Dios viviente.

Conclusión

Entonces, ¿cómo demostramos que Jesús es el camino? Lo demostramos porque Jesús, siendo Dios mismo, es el único que puede reconectar al hombre con su Creador. Su mensaje exclusivo, que no tiene paralelo en ninguna otra creencia, declara que solo a través de Él podemos acceder al Padre. Y lo más poderoso, su impacto transformador en la vida de quienes le siguen es una evidencia viviente de que Él es realmente el camino, la verdad, y la vida.

Seguir a Jesús no es solo una decisión religiosa; es entrar en un camino que te lleva directamente a Dios, un camino donde encuentras la verdad sobre ti mismo, el propósito de tu existencia, y la vida abundante que Dios ha prometido. Si estás buscando el camino verdadero, la respuesta no es una ideología o una serie de reglas, sino una persona: Jesucristo. ¡Él es el camino, y al seguirlo, encontrarás todo lo que tu alma anhela!

TE ESTARÁS PREGUNTANDO Y QUE RESULTADOS OBTENEMOS CUANDO RECONOCEMOS A JESÚS COMO EL CAMINO?

Cuando reconocemos a Jesús como el Camino, obtenemos resultados transformadores y eternos que impactan profundamente nuestra vida. Aquí te presento algunos de los resultados claves:

1. Reconciliación con Dios

Al aceptar a Jesús como el Camino, somos reconciliados con Dios. La barrera del pecado que nos separaba de Él es eliminada, y entramos en una relación íntima y personal con nuestro Creador. Romanos 5:1 dice: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.»

2. Vida Eterna

Jesús nos ofrece la vida eterna, una vida que no termina con la muerte física. En Juan 3:16 leemos: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.» Al reconocer a Jesús como el Camino, recibimos la promesa de pasar la eternidad con Dios en su presencia gloriosa.

3. Transformación de Vida

Aceptar a Jesús como el Camino resulta en una transformación interna. Nos convertimos en nuevas criaturas, como dice 2 Corintios 5:17: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.» Nuestra mente, corazón y espíritu son renovados, y comenzamos a vivir una vida dirigida por el Espíritu Santo, marcada por la paz, el gozo y la justicia.

4. Guía y Propósito

Jesús, al ser el Camino, nos guía en todas las áreas de nuestra vida. Nos proporciona dirección y propósito, mostrándonos el plan que Dios tiene para nosotros. Proverbios 3:6 nos exhorta a «reconocerlo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.» Con Jesús como nuestro guía, podemos caminar con confianza, sabiendo que estamos en la voluntad de Dios.

5. Acceso a la Verdad Absoluta

Jesús es la verdad que nos libera de la mentira y el engaño del mundo. Al seguirle, vivimos en la luz de la verdad divina, y esto nos permite discernir correctamente, tomar decisiones sabias y vivir conforme a los principios eternos de Dios.

6. Plenitud de Vida

Jesús promete una vida abundante a quienes le siguen. En Juan 10:10 dice: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.» Esta plenitud no se refiere solo a bendiciones materiales, sino a una vida llena de propósito, significado, y la presencia continua de Dios.

Me imagino que te estarás preguntando, y como puedo recibir todos estos beneficios? Sencillamente, acompañándome en una oración en voz alta:

Di conmigo:» Señor Jesús, reconozco que Tú eres el camino, la verdad y la vida. Creo que eres el Hijo de Dios y que moriste en la cruz por mis pecados. Hoy, me arrepiento de mis pecados y te pido perdón. Te invito a mi corazón y te recibo como mi Señor y Salvador. Transforma mi vida, guíame en tu camino, y ayúdame a vivir para Ti. Gracias por tu amor y por darme la vida eterna. En tu nombre, Jesús, amén.»

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JESÚS ANDA SOBRE EL MAR

¡Cuántas veces nos encontramos en medio de tormentas en nuestras vidas! ¡Cuántas veces sentimos que los vientos de la adversidad son demasiado fuertes y las olas de los problemas nos sobrepasan! A continuación veremos a los discípulos de Jesús, hombres como tú y como yo, enfrentando una tormenta feroz en medio del mar. El viento era contrario y las olas golpeaban la barca, llenándolos de temor.

MATEO 14: 22-33 «22En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. 23Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. 24Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. 25Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. 26Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. 27Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! 28Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. 29Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. 30Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! 31Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? 32Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. 33Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.»

Nos relata esta historia que en medio de esa tormenta, a la cuarta vigilia de la noche, cuando todo parecía perdido, ¡Jesús apareció! Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y así como Él vino a ellos, hoy Él viene a ti, a tu vida, a tu tormenta, caminando sobre las aguas de tus problemas y tus miedos.

¡No temáis! ¡No temáis, dice el Señor! Porque Jesús les dijo: «¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!» Hermanos, hoy el Señor te dice lo mismo: «¡Ten ánimo! ¡Yo soy! ¡No temas!» En medio de tu tormenta, en medio de tu duda, en medio de tus luchas, Jesús está contigo.

Pedro, con una fe osada, le dijo: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.» Y Jesús, con el poder y la autoridad que solo Él tiene, dijo: «¡Ven!» Y Pedro descendió de la barca y caminó sobre las aguas para ir a Jesús. ¡Oh, qué imagen tan poderosa de fe! Hermanos, hoy el Señor te llama a salir de tu barca, a salir de tu zona de confort y a caminar sobre las aguas con Él. En otras palabras, Él te llama a confiar en Su palabra y a dar pasos de fe, aunque el viento sea fuerte y las olas altas.

Pero mirad lo que sucedió, cuando Pedro vio el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. ¡Cuántas veces hemos permitido que nuestros ojos se desvíen de Jesús y se enfoquen en las circunstancias a nuestro alrededor! ¡Cuántas veces hemos comenzado a hundirnos en la desesperación y el miedo! Pero aun cuando Pedro comenzó a hundirse, él clamó: «¡Señor, sálvame!» Y al momento, Jesús extendió Su mano, lo tomó y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?»

Escucha bien lo que voy a decirte, Jesús está aquí hoy, extendiendo Su mano hacia ti. No importa cuán fuerte sea la tormenta, no importa cuán profundo creas que estás hundiéndote, ¡Jesús está listo para levantarte! ¡No dudes! ¡No tengas poca fe! Porque el mismo Dios que caminó sobre el agua, el mismo Dios que calmó el viento, está contigo y te sostiene.

Y cuando subieron a la barca, el viento se calmó. ¡La presencia de Jesús trae paz! ¡La presencia de Jesús trae calma en medio de la tormenta! Y todos los que estaban en la barca, vinieron y le adoraron, diciendo: «¡Verdaderamente eres Hijo de Dios!»

No sé tú, pero hoy es el día para adorarle, es el día para reconocerle como el Hijo de Dios en nuestras vidas. Es el día para fortalecer nuestra fe, para clamar con valentía en medio de nuestras tormentas, y para caminar con osadía sobre las aguas de nuestras pruebas, sabiendo que Jesús está con nosotros.

¡Levántate ¡Levántate con el fuego del Espíritu Santo! ¡Llénate de valor, de osadía, de fe! Porque el mismo Jesús que calmó la tormenta en el mar de Galilea, está aquí hoy, listo para calmar cada tormenta en tu vida.

TE ESTARÁS PREGUNTANDO: ES ESTA UNA HISTORIA VERDADERA?

¡Sí! Esta historia es verdadera y está registrada en las Sagradas Escrituras, en el Evangelio de Mateo, capítulo 14, versículos 22 al 33. Es un relato histórico que muestra el poder, la divinidad y la autoridad de Jesucristo sobre la naturaleza y sobre todas las cosas.

La Biblia no es solo un libro de historias, es la Palabra viva de Dios, inspirada por el Espíritu Santo. Esta historia no solo ocurrió en un momento específico en la historia, sino que también tiene una aplicación espiritual profunda y relevante para nosotros hoy. Jesús, el Hijo de Dios, mostró Su dominio sobre las aguas y las tormentas, revelando que no hay situación ni adversidad que Él no pueda controlar.

Así como Jesús caminó sobre las aguas y calmó la tormenta para sus discípulos, Él también puede intervenir poderosamente en nuestras vidas. Esta historia es un recordatorio de que, cuando enfrentamos tempestades y desafíos, podemos confiar plenamente en Jesús. Podemos clamar a Él y recibir Su ayuda y Su paz.

La veracidad de esta historia se sostiene no solo por su registro en la Biblia, sino también por la fe y el testimonio de millones de cristianos a lo largo de los siglos que han experimentado el poder transformador y salvador de Jesucristo en sus propias vidas.

Así que, ¡sí! Esta es una historia verdadera y poderosa, que nos invita a poner nuestra fe en Jesús, a confiar en Su poder y a experimentar Su presencia y Su paz en medio de cualquier tormenta.

OTRA PREGUNTA QUE ME HAGO: PORQUE PEDRO TITUBIO DESPUES DE HABER SALIDO DE LA BARCA?

Pedro titubeó y comenzó a hundirse después de salir de la barca porque apartó su mirada de Jesús y se enfocó en las circunstancias a su alrededor. Pedro, al ver el fuerte viento y las olas, permitió que el miedo y la duda invadieran su corazón, lo que lo hizo vacilar y perder el control sobre su situación.

Permíteme exponerte algunos puntos clave que explican por qué Pedro titubeó:

  1. Miedo a las circunstancias: Pedro inicialmente caminó sobre el agua con fe, pero cuando vio la ferocidad del viento y las olas, su fe flaqueó. El miedo a las circunstancias adversas puede hacernos dudar de nuestras capacidades y de la presencia de Dios en nuestras vidas.
  2. Desvío de la mirada de Jesús: Mientras Pedro mantuvo su mirada en Jesús, pudo caminar sobre el agua. Pero al desviar su atención hacia el viento y las olas, perdió la perspectiva de quién era Jesús y de Su poder. Esto nos enseña la importancia de mantener nuestro enfoque en Cristo en lugar de en nuestros problemas.
  3. Poca fe: Jesús, al rescatar a Pedro, le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» Esto indica que la falta de fe de Pedro fue la razón principal de su titubeo. A menudo, nuestras dudas y temores son resultado de una fe que necesita ser fortalecida.
  4. Naturaleza humana: La reacción de Pedro es también un reflejo de nuestra naturaleza humana. Es fácil comenzar con entusiasmo y valentía, pero cuando enfrentamos dificultades, nuestras debilidades y miedos pueden emerger. La historia de Pedro nos muestra que incluso aquellos que caminan cerca de Jesús pueden tener momentos de debilidad, y que estos momentos son oportunidades para crecer en fe.
  5. Lección de confianza y dependencia: Pedro titubeó para enseñarnos una lección valiosa sobre la confianza y la dependencia en Dios. A través de su experiencia, aprendemos que, aunque podemos comenzar con una fe fuerte, debemos continuamente confiar en Dios y depender de Su poder para sostenernos.

Este episodio de Pedro caminando sobre el agua nos anima a mantener nuestra mirada fija en Jesús, especialmente en medio de las tormentas de la vida. Nos recuerda que, aunque podamos experimentar dudas y temores, Jesús siempre está dispuesto a extender Su mano y salvarnos cuando clamamos a Él. Nos llama a cultivar una fe constante y profunda, confiando plenamente en la presencia y el poder de nuestro Señor.

ES ADMIRABLE VER LA REACCIÓN DE JESÚS ANTE PEDRO Y LOS DISCIPULOS:

La reacción de Jesús ante Pedro y los discípulos en este pasaje es profundamente reveladora de Su carácter y Su enseñanza:

  1. Compasión y Rescate: Cuando Pedro comenzó a hundirse y clamó, «¡Señor, sálvame!», Jesús inmediatamente extendió Su mano y lo tomó. Este acto muestra la compasión de Jesús y Su disposición a rescatar a aquellos que claman a Él en momentos de desesperación. Jesús no demora en ayudar a Pedro, demostrando que Él está siempre listo para salvarnos cuando lo necesitamos.
  2. Corrección con Amor: Después de rescatar a Pedro, Jesús le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» Esta reprensión, aunque firme, está llena de amor y es una enseñanza para Pedro y para todos nosotros sobre la importancia de la fe. Jesús corrige a Pedro para fortalecer su fe y enseñarle a confiar plenamente en Él, incluso en medio de las tormentas.
  3. Calma la Tormenta: Una vez que Jesús y Pedro subieron a la barca, el viento se calmó. Este milagro muestra el poder de Jesús sobre la naturaleza y Su capacidad para traer paz en medio de las tempestades. La calma del viento no solo fue un alivio físico, sino también una confirmación espiritual para los discípulos de que Jesús tiene autoridad sobre todas las cosas.
  4. Adoración y Reconocimiento: La reacción de los otros discípulos fue de adoración. El pasaje dice que «los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: ‘Verdaderamente eres Hijo de Dios'». Esta respuesta es crucial porque muestra que los discípulos reconocieron la divinidad de Jesús a través de sus acciones y milagros. Su adoración es una afirmación de fe y una respuesta natural al poder y la majestad que habían presenciado.

Estos elementos combinados nos muestran una imagen completa de cómo Jesús, quien responde a nuestras necesidades con compasión, nos corrige con amor para fortalecernos, muestra Su poder sobre las circunstancias que enfrentamos y nos lleva a una mayor comprensión y adoración de Su divinidad.

Aquí Jesús también no solo calma la tormenta externa sino también las tormentas internas de duda y miedo. Nos enseña que, incluso en nuestros momentos de debilidad, podemos confiar en Su presencia y poder. La historia es una poderosa lección de fe, confianza y la respuesta de adoración que surge al reconocer quién es Jesús verdaderamente.

Ahora bien, esta historia no solo es para contarla, sino que también para que se haga realidad en nuestras vidas, pero para ello es vital, venir delante de Dios y hacer de Jesús el Señor y Salvador de nuestras vidas, y para esto, estamos a una distancia de una oración, para la cual te invito a que la repitas conmigo:

“Padre celestial, vengo delante de Tú presencia, reconozco que soy un pecador y vengo a pedirte perdón por mis pecados, me arrepiento de ellos. Ven a morar a mi corazón. Hoy rompo todo pacto con las tinieblas, el mundo y mi carne. Y hago un nuevo pacto contigo de seguir tus mandamientos y preceptos. Decido por mi propia voluntad aceptarte Jesús, como mi Señor y Salvador. Amén.”

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