Categoría: MIlagro

¡A TI TE DIGO… LEVÁNTATE!

En Lucas 7: 11-17, Jesús llega a la ciudad de Naín justo en el momento en que una madre destrozada llevaba a su único hijo rumbo al cementerio. La multitud caminaba hacia la muerte… ¡pero Jesús venía caminando hacia la vida!

La Biblia dice: “Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: No llores.”

Jesús no ignoró su dolor. No la dejó sola. No dio explicaciones. Le habló directamente al corazón: “No llores.” Porque cuando Cristo llega, las lágrimas se vuelven puertas para milagros.

Jesús no solo consoló, Él tocó el féretro. Y cuando Jesús toca lo que está muerto, la muerte pierde autoridad. El enemigo pensó que ya todo estaba terminado y que era el final. Pero el cielo tenía otro capítulo.

Entonces Jesús pronunció una palabra que atraviesa el tiempo, la tumba y la historia: “¡Joven, a ti te digo… levántate!” Y el muerto se incorporó, volvió a hablar y regresó a su lugar.

Hoy esa misma voz te llama a tí. La voz que resucita sueños. La voz que rompe diagnósticos. La voz que revive lo que parecía enterrado.

Jesús te dice hoy: “A ti te digo: levántate. Levántate en tu fe. Levántate en tu propósito. Levántate en tu casa. Levántate en tu ministerio. Levántate en tu salud. Levántate en tu asignación.”

Porque donde otros ven un funeral, Cristo ve un futuro. Donde tú viste derrota, Cristo ve testimonio. Donde parecía terminar la historia, Cristo la rescribe con gloria.

Y así como toda la multitud glorificó a Dios en Naín, la gente verá lo que Dios hace contigo. Será público, será visible, será sobrenatural.

Jesús sigue diciendo hoy: “No llores… porque voy a levantar lo que pensaste que habías perdido.”

Oremos:  Señor Jesús, hoy me presento delante de Ti y creo que tu voz tiene poder para levantar todo lo que parecía muerto en mi vida. Toca mi cuerpo, mi fe y mi propósito. Declaro que donde hubo lágrimas, ahora hay vida; donde hubo silencio, ahora hay voz; y donde hubo final, hoy hay resurrección. En tu nombre poderoso, Amén.

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“La Presencia Que Rompe Cadenas y Sana Multitudes”

LUCAS 6: 17-19 » Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades; 18y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados. 19Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.»

QUE HABIA EN JESÚS QUE TODOS PROCURABAN TOCARLOS, porque dice la Palabra que poder salia de Él y sanaba a todos.

Había tres realidades gloriosas en Jesús que hacían que todos quisieran tocarlo… y todavía hoy son las mismas que mueven los corazones, estremecen el ambiente espiritual y provocan milagros:


1. HABÍA UNA PRESENCIA QUE ROMPÍA LAS TINIEBLAS

Jesús no solo tenía presencia… Él era la Presencia misma de Dios caminando entre los hombres.
Donde Él llegaba, el ambiente cambiaba.
La opresión retrocedía.
La desesperanza se rompía.
La atmósfera se cargaba de gloria.

La gente decía: “¡Algo pasa cuando Él está aquí!”
Ese “algo” era la manifestación del Dios vivo.


2. HABÍA UNA PUREZA Y UNA AUTORIDAD IRRESISTIBLE

El toque de Jesús no era solo físico…
Había santidad, autoridad, integridad, obediencia perfecta.
La gente se acercaba porque podía sentir que en Él no había sombra de maldad.

Su autoridad no era la de los religiosos…
Era la autoridad del Creador hecho carne.
Cuando Jesús hablaba, lo espiritual obedecía.
Cuando Jesús imponía manos, lo invisible se alineaba.
Cuando Jesús tocaba, algo eterno se manifestaba.

Por eso la gente procuraba tocarlo:
porque en Él no había contaminación, sino autoridad pura y celestial.


3. HABÍA UN PODER QUE NO SE QUEDABA DENTRO… ¡SALÍA!

Lucas dice: “poder salía de Él, y sanaba a todos”.
Esto no era emoción.
No era sugestión.
No era simbólico.

Era poder real, dinámico, tangible, que fluía como un río espiritual.
No poder guardado…
No poder reprimido…
No poder teórico…

Poder que salía. Poder que se desbordaba. Poder que sanaba. Poder que liberaba.

La multitud no quería solo ver a Jesús…
¡Querían que ese poder los tocara!
Querían sentir ese flujo divino recorriendo sus cuerpos, rompiendo cadenas, expulsando demonios, restaurando su alma.

Y te digo algo a tí en este día:
Ese mismo Jesús está vivo.
Ese mismo poder sigue saliendo.
Esa misma presencia sigue descendiendo.
Esa misma autoridad sigue gobernando.

Y cuando tú lo buscas, cuando tú lo tocas con fe, Ese mismo poder te toca a ti.

OREMOS EN VOZ ALTA: Señor Jesús, hoy me acerco a Ti con hambre y con fe. Tócame con tu presencia, lléname con tu autoridad y deja que tu poder que sale de Ti fluya sobre mi vida. Rompe toda carga, sana todo lo que está herido y enciende en mí un fuego nuevo. No me voy sin recibir tu toque transformador. Lo pido en Tú nombre. Amén.

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OSADO PARA TOCAR LO INTOCABLE

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«¡EXTIENDE TU MANO!»

Mateo 12:9-14 «Y he aquí, había allí uno que tenía seca una mano. Y preguntaron a Jesús, para poder acusarle: ¿Es lícito sanar en el día de reposo? Entonces él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano y la levante?Pues, ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra.»

No es casualidad que estés oyendo este mensaje. No es coincidencia que justo ahora, en medio de tu dolor, de tu parálisis, de tu sequedad… ¡Jesús ha venido a tu encuentro!
Había en la sinagoga un hombre con la mano seca. ¡Una parte de él ya no vivía! Representa a muchos en este tiempo…
Corazones secos… ministerios paralizados… sueños enterrados… matrimonios rotos…

¡Pero Jesús no pasó de largo! ¡Jesús no ignoró su condición!
Mientras los religiosos estaban más enfocados en la ley, en la crítica, en los tecnicismos del sábado…
Jesús estaba enfocado en la restauración, en la vida, en el poder del Reino.

¡Y hoy el Reino ha venido sobre ti!

¡Escucha bien! No importa quién te haya señalado. No importa quién te haya descartado.

Los religiosos estaban allí… no para ayudar, sino para atrapar…
Pero cuando Jesús está presente, no hay trampa que prospere, no hay argumento que resista.

Jesús le dice al hombre: «¡Extiende tu mano!»
¡Qué palabra tan poderosa!
Porque esa es justamente la parte que él no podía mover.
¡Lo que estaba seco, lo que estaba muerto, lo que era imposible!
Pero cuando la voz del Hijo de Dios se oye, el poder creativo de Dios se desata.

No fue solo una orden… fue una impartición de vida.
¡La palabra misma contenía la fuerza para obedecerla!

Y hoy, en el Nombre de Jesús, yo te hablo a ti, en el poder del Espíritu Santo:
¡Extiende tu mano!
Extiende lo que quedó paralizado.
Extiende tu fe.
Extiende tu esperanza.
Extiende tu obediencia.
¡Aunque parezca imposible, obedécelo por la fe!
¡Y verás cómo lo seco se vuelve fértil!
¡Verás cómo lo muerto resucita!
¡Verás cómo lo que era tu vergüenza se vuelve tu testimonio!

El enemigo siempre buscará acusar cuando Dios quiere restaurar.
Pero hoy tú decides: ¿Vas a quedarte en la sinagoga seco? ¿O vas a levantarte en fe y extender lo que ya dabas por perdido?
Porque cuando el fuego del Espíritu Santo toca lo seco, eso se prende en llamas de propósito, de poder, de milagros.

Hoy te digo en el nombre de Jesús:
¡Extiende tu mano!
¡Extiende tu llamado!
¡Extiende tu adoración!
¡Extiende tu confianza!
¡Porque este es el día del milagro!
¡Este es el día de tu restauración!
¡Este es el día en que el Hijo del Hombre se detuvo en tu casa… para devolverte lo que el enemigo te quitó!

¡Levántate! ¡No temas! ¡Obedece!
Y verás la gloria de Dios en tu vida. ¡Amén!

OREMOS: «Padre amado, en el nombre poderoso de Jesús, hoy recibo tu palabra. Declaro que lo que estaba seco en mi vida recibe aliento del Espíritu Santo. Señor, yo extiendo mi mano, extiendo mi fe, extiendo mi obediencia. Rompo toda acusación y toda parálisis espiritual. Declaro restauración, sanidad y vida abundante sobre mí y mi casa. ¡Hoy es mi día de milagro! ¡Hoy tu gloria se manifiesta! En el nombre de Jesús… ¡Amén y amén!»

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