MATEO18:23-35, donde Jesús nos habla de un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Le llevaron a uno que le debía ¡diez mil talentos! Una deuda impagable, imposible de cubrir. Y aquel hombre clamó por misericordia, y el rey —movido a compasión— le perdonó TODO.
Esa es la gracia de nuestro Señor Jesucristo! Tú y yo teníamos una deuda eterna, imposible de pagar con buenas obras, con religión o con esfuerzo humano. ¡Pero vino la sangre de Cristo, vino la cruz, y nos canceló todo el acta de decretos que nos era contraria!
Pero aquí está lo osado de esta palabra: ese mismo siervo, después de haber sido perdonado, salió a la calle, encontró a uno que le debía poco… y lo ahogaba con sus manos, exigiendo: «¡Págame lo que me debes!». Y cuando el rey lo supo, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo.
Escucha bien: el perdón no es una opción, es un mandato del cielo. ¡El que ha sido perdonado no tiene derecho de vivir atado al rencor! El que ha sido lavado por la sangre no puede seguir sosteniendo cadenas de amargura contra su hermano.
¡Hoy el Espíritu de Dios te dice: suelta, libera, perdona! Porque el que no perdona, se convierte en esclavo de verdugos: verdugos de depresión, verdugos de ansiedad, verdugos de tormento. ¡Pero cuando perdonas, cuando sueltas, el cielo se abre y el Espíritu Santo llena tu vida con paz y con fuego!
Mira esto: el perdón no justifica lo que te hicieron, pero te libera de lo que te ató. El perdón no borra el pasado, ¡pero sí abre el futuro! El perdón no depende de que la otra persona lo merezca, depende de que Cristo te lo ordena porque a ti ya te fue perdonado todo.
Hoy el Señor te llama a un nivel más alto. ¡Basta de andar con doble discurso, basta de cantar alabanzas con la boca y guardar cuchillos en el corazón! ¡Hoy el fuego del Espíritu te dice: perdona! Porque al que perdona, Dios le unge, Dios le respalda, Dios le usa con poder.
Recuerda: lo poco que te deben no se compara con lo infinito que Dios te perdonó. ¡Suelta esa deuda emocional, suelta esa ofensa, y verás cómo el fuego del Espíritu Santo limpia tu alma y enciende tu ministerio!
¡Hoy decreto en el nombre de Jesús que cadenas de rencor caen, que ataduras de odio se rompen, que la amargura se seca de raíz! ¡Levántate libre, porque donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad!
OREMOS: Padre Celestial, en el nombre poderoso de Jesús, hoy decido soltar toda ofensa, toda herida y toda deuda emocional. Así como Tú me perdonaste una deuda impagable en la cruz, yo perdono a los que me han ofendido. Que caigan las cadenas del rencor, que se rompan las ataduras de la amargura, y que tu fuego Santo me llene de paz, libertad y unción. ¡Hoy recibo tu perdón, camino en victoria y declaro que soy libre en Cristo Jesús! Amén.