Categoría: PERDÓN

Prepara tu Corazón para la Gloria Postrera

HAGEO 2:6-9 » Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; 7y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos. 8Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. 9La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos.


Escucha bien lo que voy a decirte en este día, porque así dice el Señor de los ejércitos: “De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca” (Hageo 2:6). Hoy Dios nos está llamando a prepararnos para un movimiento de Su poder, a posicionarnos espiritualmente porque una gloria mayor está a punto de ser derramada. Esta no es una simple palabra de consuelo; esta es una declaración del Dios Todopoderoso, una promesa que no fallará. Escucha esta palabra profética: Dios va a sacudir los cielos y la tierra. Todo sistema, toda estructura y cada reino que no esté cimentado en Su verdad será sacudido. No temas cuando veas que las cosas a tu alrededor comienzan a estremecerse. Es el Señor purificando, el Señor estableciendo Su dominio y preparando a Su pueblo para Su gloria. Él está quitando todo lo que no refleja Su santidad. Tal vez sientes que en tu vida hay áreas que están siendo probadas, que Dios está permitiendo que ciertas cosas sean removidas. Hoy Él te dice que esta purificación no es para destrucción, sino para preparación, porque Su gloria viene. Dios quiere que nuestro corazón esté alineado con Su voluntad y lleno de Su Espíritu.

Y no solo está sacudiendo el mundo, sino también las naciones, porque así dice el Señor: “Haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones” (Hageo 2:7). Iglesia, el tiempo de la venida de nuestro Salvador está cerca. Todo este proceso de purificación, todo este sacudimiento, está preparando a Su iglesia y al mundo para el regreso de Cristo, nuestro Salvador, el Deseado de todas las naciones. Él es quien trae paz verdadera, libertad y restauración completa. Hoy el Señor nos recuerda que nuestra esperanza no está en las cosas temporales de este mundo, sino en Su venida gloriosa. Levanta tus ojos, porque tu redención está cerca.

Y el Señor ha declarado: “Llenaré de gloria esta casa” (Hageo 2:7). Esta es Su promesa de una gloria mayor, una gloria sobrenatural que llenará Su iglesia. No se trata de fama o riqueza humana, sino de Su presencia, Su fuego purificador, Su unción sobrenatural. Cuando Su gloria llena una casa, trae libertad, sanidad y salvación. Hoy es el día de preparar nuestros corazones y nuestras casas para que Su gloria repose. Esta gloria va a quemar el pecado, va a remover lo que no le agrada a Dios. ¡Hay algo glorioso y santo viniendo a Su pueblo! Dios viene con Su presencia como nunca antes, y Su gloria va a transformar nuestras vidas, nuestros hogares, nuestras iglesias.

El Señor también nos asegura Su provisión. Él dice: “Mía es la plata, y mío es el oro” (Hageo 2:8). Oh, escucha bien esto: Dios es el dueño de todo lo que existe. Tal vez piensas que no tienes los recursos o las fuerzas necesarias para cumplir el propósito de Dios en tu vida, pero Él te dice: “Todo lo que necesitas está en Mis manos.” No importa lo que parezca faltar en lo natural; el Señor es tu proveedor. Si Él te ha llamado, Él te sostendrá. Si Él te ha dado una misión, Él proveerá todo lo necesario. Dios va a suplir según Su poder y Sus riquezas en gloria. Él hará provisión para cada propósito que ha establecido en ti.

Y finalmente, Dios promete: “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera… y daré paz en este lugar” (Hageo 2:9). Hoy, Dios nos llama a mirar adelante, a dejar de mirar el pasado con nostalgia, porque lo que Él tiene preparado será mucho más glorioso de lo que ha sido antes. Lo que Dios tiene en el futuro para Su iglesia, para cada uno de Sus hijos, será aún mayor. Hoy, Dios quiere que su pueblo no se quede con la vista en lo que ya pasó. ¡Levanta tu mirada, porque Dios está a punto de manifestarse con un poder y una gloria mayor de lo que has visto! Su promesa es de una gloria y un avivamiento más grandes, de una unción más profunda y una paz duradera. Y esta paz no es como la que el mundo da; es una paz que sobrepasa todo entendimiento y llena nuestra vida en toda temporada, en toda situación.

Oh, Iglesia, es tiempo de prepararnos, de purificar nuestros corazones y llenarnos de Su Espíritu, porque Su gloria postrera está por manifestarse. Con esa gloria viene Su paz, Su provisión, Su poder. No temas al sacudimiento, porque Dios está obrando. Él te llama a mantenerte firme, a no desmayar, porque Su gloria viene para ti y para Su iglesia.

ORACIÓN: Padre eterno, gracias por Tus promesas y Tu fidelidad. Prepara nuestros corazones, Señor, para recibir esta gloria mayor, para permanecer en medio del sacudimiento y para caminar en Tu paz. Llénanos de Tu Espíritu, danos un corazón limpio y una fe firme. Que todo lo que no te glorifica se remueva de nuestras vidas, y que tu gloria llene nuestra casa y nuestras vidas. En el nombre poderoso de Jesús, amén.

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UNA FE PODEROSA Y EL PERDÓN QUE DESATA MILAGROS

Hoy quiero hablarles de una palabra que no solo transformará tu manera de ver los problemas, sino que liberará el poder de Dios en tu vida de una forma sobrenatural. Vamos a Marcos 11:20-26, donde vemos a Jesús enseñándonos sobre la fe y el perdón.

La Escritura nos cuenta que mientras Jesús y sus discípulos pasaban por la mañana, vieron la higuera que Él había maldecido, seca desde las raíces. Pedro, impresionado, le dijo: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.» Pero Jesús, en lugar de hacer un espectáculo de Su poder, les dio una enseñanza que hasta hoy sacude nuestra fe. «Tened fe en Dios» —eso les dijo—. No fe en las circunstancias, no fe en lo que ven, sino fe en el Dios Todopoderoso.

Escuchen esto: “Cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.” ¡Eso es poder! ¡Eso es autoridad en el nombre de Jesús! Lo que Jesús está diciendo aquí no es algo simbólico ni figurativo. Él está declarando una verdad que puede transformar tu vida hoy.

¡Escúchame bien, amado de Dios! Si tú hablas a ese «monte»—y todos tenemos montes en nuestras vidas—y no dudas, sino que crees, ese monte se moverá. Ese monte de enfermedad, de falta, de problemas familiares, de ansiedad, ¡se moverá en el nombre de Jesús! ¡Esa montaña tiene que obedecer la Palabra de Dios cuando es hablada por una persona de fe!

¿Te das cuenta? Jesús no está hablando solo de Su poder, está hablando del poder que Él ha puesto dentro de ti, dentro de Su iglesia. La Palabra de Dios dice que el justo vivirá por fe, no por vista, no por sentimientos, ¡por fe! Y esa fe tiene la capacidad de hacer que lo imposible sea posible. Así que, si hay algo en tu vida que parece inamovible, comienza a hablarle con autoridad. Habla a esa enfermedad, ¡declara sanidad! Habla a esa necesidad, ¡declara provisión! Porque todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. ¡Aleluya!

Pero no puedo dejar este mensaje solo en la fe. Hay otra clave que Jesús nos da aquí, y es igual de poderosa. ¡Es el perdón! Jesús continúa diciendo que cuando estemos orando, si tenemos algo contra alguien, debemos perdonar, para que nuestro Padre que está en los cielos también nos perdone. ¡Oh, hermanos, escuchen esto! El poder de la fe se desata en un corazón limpio. No puedes cargar con resentimientos, no puedes guardar rencores y esperar ver montañas moverse en tu vida.

Hay muchos que tienen su fe trabada porque no han soltado el perdón. Has estado orando, has estado creyendo, pero en tu corazón guardas resentimiento, y eso es como un freno espiritual. ¡Hoy es el día de soltar esa carga! El perdón no es una opción, es un mandato de Jesús. Y cuando perdonamos, desatamos el poder del cielo para actuar en nuestras vidas.

Quizá me digas: «¿cómo puedo perdonar si me han hecho tanto daño?» ¡Escucha! No es en tu fuerza que lo haces. Es en el poder del Espíritu Santo que mora en ti. Jesús mismo te dará la gracia para perdonar, y cuando lo hagas, sentirás una libertad como nunca antes. Las puertas del cielo se abrirán y tu fe será libre para moverse en el poder de Dios.

Así que hoy te invito: ¡Ten fe en Dios! ¡Habla a tus montañas y perdona a quienes te han ofendido! Y verás cómo los cielos se abren y el poder de Dios comienza a manifestarse en tu vida de una manera sobrenatural. Fe y perdón son las llaves que desbloquean los milagros.

¡El tiempo de tu milagro es ahora! Levanta tu fe, libera tu corazón, y camina en la autoridad que Jesús te ha dado.

ORACIÓN:

Oh Señor, venimos hoy ante, nos postramos delante de Tu grandeza y pedimos perdón por nuestros pecados, por cada pensamiento, palabra y acción que no han sido agradables ante Tus ojos. Limpianos y purifica nuestro corazón. Perdóname si hemos guardado resentimiento o falta de perdón hacia alguien. Hoy, soltamos toda amargura y te pedimos que nos llenes de Tu paz y gracia.

Ahora, en el nombre poderoso de Jesús, nos levantamos con la autoridad que nos has dado y hablamos a toda montaña en nuestras vidas. Declaramos que las montañas de enfermedad, de problemas financieros, de dificultades familiares y toda clase de adversidad se mueven y se echan al mar. No tememos, no dudamos, porque confiamos en Tu poder. Sabemos que Tú eres el Dios de lo imposible y que, en Tu nombre, veremos milagros. ¡Gracias, Señor, por Tu victoria en nuestras vidas! En el nombre de Jesús, amén.

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PORQUE ES IMPORTANTE LA ORACIÓN

Hoy, el Espíritu Santo nos llama a un despertar profundo, a una transformación radical de nuestras vidas, a una comunión auténtica y genuina con nuestro Padre celestial. Escuchad la palabra del Señor en Mateo 6:5-14, donde se nos instruye sobre la oración verdadera y sincera.

Mateo 6: 5-14 «5Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. 7Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. 9Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. 14Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.»

Jesús nos advierte contra la hipocresía en la oración. «Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres.» Por lo tanto, no seamos como esos fariseos, que buscan la gloria de los hombres. No busquemos la apariencia de piedad ante los ojos del mundo, sino busquemos la intimidad con Dios en lo secreto. ¡Aleluya!

Entra en tu aposento, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto. Porque es en ese lugar íntimo donde Dios te escuchará, es donde tu clamor será oído, es donde tu alma encontrará refugio y fortaleza. No necesitas palabras elaboradas ni discursos largos, porque nuestro Padre sabe de qué cosas tenemos necesidad antes de que se lo pidamos. ¡Gloria a Dios!

Jesús nos enseñó a orar con el corazón, con sencillez y humildad: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.» Cuando pronunciamos estas palabras, estamos declarando la santidad de Dios, estamos clamando por Su reino, estamos sometiendo nuestra voluntad a la Suya. ¡Aleluya!

«El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.» No pedimos riquezas ni abundancias, sino lo necesario para cada día. Confiamos en la provisión diaria del Señor, sabiendo que Él es fiel y no nos dejará faltar. Y pedimos: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.» El perdón es fundamental en nuestra relación con Dios y con los demás. Si no perdonamos, ¿cómo podemos esperar ser perdonados? ¡Escuchad la palabra del Señor!

«Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.» Aquí reconocemos nuestra debilidad y dependencia total en Dios para resistir la tentación y el mal. Y proclamamos que todo el poder y la gloria pertenecen a nuestro Dios eterno. ¡Gloria y honor al Rey de reyes!

Hoy es tiempo de volver al corazón de la oración. No más vanas repeticiones, no más apariencias. Que nuestra oración sea un reflejo de nuestra verdadera fe, de nuestra confianza absoluta en Dios. Que busquemos Su rostro con un corazón sincero y humilde, sabiendo que Él es nuestro refugio, nuestro sustento, nuestro todo.

Somos llamados por el Espíritu Santo a la acción. Nos llama a perdonar a aquellos que nos han ofendido, a soltar toda amargura y resentimiento. Nos llama a confiar en la provisión diaria de Dios, a depender completamente de Su gracia. Nos llama a orar con fervor y pasión, no por ser vistos por los hombres, sino por anhelar la comunión con nuestro Padre celestial.

Levantémonos, Iglesia de Cristo, con valentía y osadía. Seamos luz en medio de la oscuridad, seamos sal en un mundo sin sabor. Que nuestras vidas sean un testimonio vivo del poder transformador de Dios. Que nuestras oraciones sean una llama encendida, un fuego que nunca se apaga, alimentado por el Espíritu Santo.

Que el Señor nos fortalezca, nos guíe y nos llene de Su Espíritu. Que Su voluntad se haga en nuestras vidas, así en la tierra como en el cielo. Y que todo lo que hagamos sea para la gloria de Su nombre, porque Suyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

Para ser una persona de oración efectiva, aquí tienes algunas aplicaciones prácticas basadas en Mateo 6:5-14:

1. **Establece un Lugar Secreto para Orar:** Encuentra un lugar tranquilo y apartado donde puedas estar a solas con Dios. Puede ser una habitación en tu casa, un rincón en tu jardín, o cualquier lugar donde puedas cerrar la puerta y orar sin distracciones. Este lugar se convertirá en tu santuario personal de oración.

2. **Fija un Tiempo Diario para Orar:** Dedica un tiempo específico cada día para la oración. Puede ser por la mañana antes de comenzar tu día, al mediodía, o por la noche antes de dormir. Sé consistente con este tiempo y hazlo una prioridad en tu rutina diaria.

3. **Ora con Sinceridad y Humildad:** Evita las oraciones largas y repetitivas que carecen de significado. En lugar de eso, habla con Dios de manera sincera y desde el corazón. Reconoce Su santidad, busca Su voluntad y presenta tus necesidades con humildad.

4. **Usa el Padre Nuestro como Modelo:** Utiliza la oración del Padre Nuestro como una guía. Puedes desglosarla en partes y profundizar en cada una:

– **Santificado sea tu nombre:** Comienza tu oración alabando a Dios y reconociendo Su   santidad.

     – **Venga tu reino:** Ora por la expansión del reino de Dios en tu vida, en tu comunidad y en el mundo.

     – **Hágase tu voluntad:** Somete tus planes y deseos a la voluntad de Dios, pidiendo que Su voluntad se cumpla en todas las áreas de tu vida.

     – **El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy:** Presenta tus necesidades diarias a Dios, confiando en Su provisión.

     – **Perdónanos nuestras deudas:** Pide perdón por tus pecados y comprométete a perdonar a aquellos que te han ofendido.

     – **No nos metas en tentación:** Pide protección contra la tentación y el mal, reconociendo tu dependencia de Dios para resistir.

5. **Practica el Perdón:** Revisa tu corazón y asegúrate de no guardar rencor o resentimiento contra nadie. El perdón es fundamental para recibir el perdón de Dios. Ora específicamente por aquellos que te han ofendido y pide a Dios que te ayude a perdonarlos sinceramente.

6. **Confía en la Provisión Diaria de Dios:** En tus oraciones, confía en que Dios proveerá todo lo que necesitas día a día. No te preocupes por el mañana, sino vive con la certeza de que Dios cuidará de ti. Agradece a Dios por Sus bendiciones diarias y reconoce Su fidelidad.

7. **Ora con Fe y Expectativa:** Ora con la expectativa de que Dios escucha y responde tus oraciones. Ten fe en Su poder y en Su amor por ti. Mantén un diario de oración donde anotes tus peticiones y las respuestas de Dios, fortaleciendo tu fe al ver Su mano obrando en tu vida.

8. **Involucra la Palabra de Dios en tu Oración:** Lee y medita en las Escrituras como parte de tu tiempo de oración. Deja que la Palabra de Dios inspire y guíe tus oraciones. Ora usando versículos bíblicos, declarando las promesas de Dios y pidiendo que Su verdad se manifieste en tu vida.

9. **Busca la Guía del Espíritu Santo:** Pide al Espíritu Santo que te guíe en tu oración. Deja que Él te revele áreas específicas por las que debes orar y te inspire con las palabras correctas. Permanece sensible a la dirección del Espíritu y obedece Sus impulsos.

Implementando estas prácticas, tu vida de oración se volverá más efectiva, íntima y transformadora. Serás una persona de oración que busca la presencia de Dios con sinceridad y fe, y experimentarás Su poder y gracia de manera tangible en tu vida. ¡Amén!

PORQUE ES IMPORTANTE PARA JESÚS QUE PERDONEMOS?

El perdón es un tema central en las enseñanzas de Jesús y tiene una importancia profunda y multifacética en la vida cristiana. Aquí hay algunas razones clave por las que Jesús enfatiza la importancia del perdón de las ofensas:

  1. Refleja el carácter de Dios:
    • Dios es misericordioso y perdonador. Al perdonar a otros, reflejamos el carácter de nuestro Padre celestial. En Efesios 4:32, se nos dice: «Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como también Dios os perdonó a vosotros en Cristo.»
    • Jesús mismo demostró este carácter en la cruz, cuando dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).
  1. Es un mandamiento de Jesús:
    • Jesús nos enseñó a perdonar como un acto de obediencia. En Mateo 6:14-15, inmediatamente después del Padre Nuestro, Él dice: «Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.»
    • Perdonar no es opcional para los seguidores de Jesús; es un mandato claro y directo.
  1. Libera al ofensor y al ofendido:
    • El perdón libera a ambas partes. Mantener rencor o resentimiento afecta nuestra paz interior y nuestra relación con Dios y con los demás.
    • El perdón sana heridas emocionales y espirituales, y permite a las personas vivir en libertad y paz.
  1. Restablece relaciones:
    • El perdón es fundamental para la reconciliación y la restauración de las relaciones. Jesús enseñó que la reconciliación debe ser una prioridad, incluso antes de ofrecer sacrificios a Dios (Mateo 5:23-24).
    • En la comunidad cristiana, el perdón fomenta la unidad y el amor, esenciales para el cuerpo de Cristo.
  1. Imita el perdón que hemos recibido:
    • Los cristianos han recibido el perdón inmerecido de Dios a través de Jesucristo. Al perdonar a otros, estamos imitando el perdón que hemos recibido.
    • La parábola del siervo despiadado en Mateo 18:21-35 ilustra cómo Dios espera que extendamos a otros la misma gracia que hemos recibido.
  1. Es un testimonio para el mundo:
    • El perdón radical y sincero es un testimonio poderoso del amor y la gracia de Dios al mundo. En un mundo lleno de venganza y rencor, el perdón se destaca y muestra la diferencia que Cristo hace en nuestras vidas.
    • Jesús dijo que el amor que mostramos unos a otros es una señal de que somos Sus discípulos (Juan 13:35), y el perdón es una expresión profunda de ese amor.

En resumen, el perdón es crucial porque refleja el carácter de Dios, es un mandato de Jesús, libera y sana a las personas, restablece relaciones, imita el perdón que hemos recibido y sirve como un poderoso testimonio al mundo. Perdonar es vivir de acuerdo con la gracia y el amor que hemos recibido en Cristo, y es una parte integral de nuestra vida como seguidores de Jesús.

QUE RESULTADOS TRAE PARA NUESTRAS VIDAS EL PERDONAR NUESTRAS OFENSAS

Perdonar las ofensas trae múltiples beneficios espirituales, emocionales y físicos para nuestras vidas. A continuación, se describen algunos de los resultados más significativos:

  1. Paz Interior y Sanidad Emocional:
    • El perdón libera a la persona del peso del rencor y la amargura, permitiendo experimentar una profunda paz interior.
    • La sanidad emocional es un resultado directo del perdón. Al dejar ir las ofensas, las heridas del pasado comienzan a sanar, y el dolor asociado disminuye.
  1. Mejora en las Relaciones:
    • El perdón abre la puerta a la reconciliación y la restauración de las relaciones rotas. Permite que las personas reconstruyan la confianza y el entendimiento mutuo.
    • Fomenta un ambiente de amor, respeto y unidad en la familia, la iglesia y la comunidad.
  1. Libertad Espiritual:
    • El perdón nos libera de la esclavitud del odio y el resentimiento, permitiendo que nuestras almas prosperen en libertad y gozo.
    • Nos permite vivir en una comunión más profunda con Dios, ya que el rencor no obstaculiza nuestra relación con Él.
  1. Beneficios Físicos:
    • Estudios han mostrado que el perdón puede tener efectos positivos en la salud física, como reducir el estrés, la presión arterial y mejorar la calidad del sueño.
    • Aliviar el resentimiento puede disminuir el riesgo de problemas cardíacos y fortalecer el sistema inmunológico.
  1. Obediencia a Dios y Bendición Espiritual:
    • Perdonar es obedecer el mandamiento de Jesús, y esta obediencia trae bendiciones espirituales. Al alinearnos con la voluntad de Dios, experimentamos Su favor y Su gracia de manera más plena.
    • Jesús dijo en Mateo 6:14-15 que si perdonamos a otros, nuestro Padre celestial también nos perdonará. Este acto de perdón abre la puerta a recibir el perdón de Dios por nuestras propias faltas.
  1. Mejor Autoestima y Autocompasión:
    • Perdonar a otros puede mejorar nuestra autoestima, ya que nos ayuda a dejar de identificarnos como víctimas y a recuperar nuestro sentido de valor y dignidad.
    • Nos enseña a ser más compasivos con nosotros mismos, reconociendo que todos cometemos errores y necesitamos perdón.
  1. Ejemplo Positivo y Testimonio:
    • Perdonar a otros puede ser un poderoso testimonio de la gracia y el amor de Dios en nuestra vida. Muestra a los demás el poder transformador del evangelio.
    • Sirve como un ejemplo positivo para quienes nos rodean, enseñándoles la importancia del perdón y la reconciliación.
  1. Fortalecimiento del Carácter Cristiano:
    • El acto de perdonar moldea nuestro carácter, ayudándonos a desarrollar virtudes como la humildad, la misericordia y la paciencia.
    • Nos hace más semejantes a Cristo, quien perdonó incluso a aquellos que lo crucificaron.
  1. Liberación del Pasado:
    • Perdonar nos ayuda a dejar atrás el pasado y a no quedarnos atrapados en viejos resentimientos. Nos permite vivir plenamente en el presente y mirar hacia el futuro con esperanza.

En conclusión, el perdón trae una transformación integral en nuestras vidas, afectando positivamente nuestra salud espiritual, emocional y física. Nos libera del peso del rencor, mejora nuestras relaciones y nos alinea con la voluntad de Dios, permitiéndonos vivir en paz y plenitud. El perdón no solo beneficia a aquellos a quienes perdonamos, sino que también enriquece y bendice profundamente nuestras propias vidas.

QUE DIOS TE BENDIGA ABUNDANTEMENTE !

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EL VERDADERO SIGNIFICADO DE LA SEMANA SANTA Y LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS

Este es un tiempo especial para reflexionar sobre la mayor muestra de amor y reconciliación que el mundo haya conocido: la venida de Dios mismo en la persona de Jesucristo, quién dio su vida por nosotros en la cruz.

Mateo 27: 32-51Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a este obligaron a que llevase la cruz. 33Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, 34le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo. 35Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. 36Y sentados le guardaban allí. 37Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. 38Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. 39Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, 40y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. 41De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: 42A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. 43Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. 44Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él. 45Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 46Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 47Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama este. 48Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. 49Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. 50Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. 51Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;»

No traigo palabras simples, sino la verdad del Evangelio, la fuerza de la fe y el poder de la redención. Ésta es la historia más sagrada, una narrativa que trasciende el tiempo, la historia de un hombre llamado Jesús, quien cargó con el peso del mundo sobre sus hombros.

Es una realidad que trasciende las eras, porque es en ese momento, en esa cruz, que Jesús llevaba nuestros pecados, nuestros dolores, nuestras enfermedades.

Jesús Cristo no vino como un rey majestuoso rodeado de riquezas y poder terrenal. No!, vino como un humilde siervo, nacido en un establo, criado en un pueblo insignificante. Vivió entre los pobres, los pecadores, los marginados. ¿No nos enseña esto que el amor de Dios no conoce límites ni prejuicios?

Y entonces, en el momento supremo de su sacrificio, Jesús no se apartó. Soportó el sufrimiento, la humillación, la agonía de la cruz por amor a nosotros. ¡Qué profunda muestra de amor y reconciliación! Él, quien no conoció pecado, se hizo pecado por nosotros para que pudiéramos ser hechos justicia de Dios en él.

Y mientras el mundo se mofaba de Él, Jesús oraba por aquellos que le crucificaban, con un profundo amor. Él, quien tenía el poder de derribar legiones de ángeles, permaneció allí por nosotros, por ti y por mí.

Llegó entonces el momento más oscuro, cuando el sol se ocultó y la tierra tembló. En ese instante, Jesús clamó con voz potente: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» Y con profunda angustia exclama ese grito, y es allí, en ese sacrificio supremo que encontramos nuestra redención.

Asimismo, en un acto divino, el velo del templo se rasgó en dos, simbolizando el fin de la separación entre Dios y la humanidad. La muerte de Cristo nos abrió el camino hacia la vida eterna, hacia la reconciliación con nuestro Creador.

Por lo tanto, la celebración de Semana Santa, se trata de la muerte del Hijo de Dios, quién vino en la persona de Jesucristo. Se trata de la paga de nuestros pecados, se trata de que Dios siendo justo, dijera: «Ésta es la pena, la paga es la muerte». Y que Dios en su amor dijera: «Pagaré la pena, en la muerte de mi Hijo». Asi que, Dios mando a su Hijo a morir por nuestros pecados para que no tuviéramos que morir eternamente y estar separados de Él por toda la eternidad.

Mire bien lo que voy a decirle: Nuestro futuro esta fijo si hoy acepta a Jesús si su nombre esta inscrito en el Libro de la Vida del Cordero de Dios, si ha aceptado a Jesús como su Salvador.

JUAN 3:16 » 16Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Señores, la cruz es el momento más crucial de la historia humana, y nada se iguala. Nada puede hacer lo que Jesús hizo, morir por nuestros pecados. Él fue a la cruz y pagó nuestra deuda de pecado para que tuvieramos la vida eterna.

Si esto es cierto, has aceptado a Jesús como tu Salvador?. Me refiero a que si ha aceptado a Jesucristo como el Hijo Unigénito de Dios, quien fue a la cruz, quien perdona nuestros pecados por completo y nos regala el don de la vida eterna.

Sino lo has hecho, quiero invitarte a hacerlo con una simple oración. Repite conmigo en voz alta: «Padre celestial, Dios mio, vengo delante de Tú presencia a pedirte que me perdones todos mis pecados, me arrepiento de ellos. Ven a morar a mi corazón. Hoy hago un nuevo pacto contigo para que seas mi Señor y Salvador. Inscríbeme en el Libro de la Vida. Y el día de mi último aliento me recibas en tu presencia. Amén.»

Ante ésta realidad, ¿cómo podemos responder como cristianos? ¿Cómo podemos vivir nuestras vidas en vista del sacrificio de Cristo?

Primero, debemos vivir vidas de gratitud. Cada día que respiramos, cada bendición que recibimos, es un regalo de Dios a través del sacrificio de su Hijo. No permitamos que un solo día pase sin agradecerle por su amor inmerecido y su gracia abundante.

Segundo, debemos vivir vidas de amor. Así como Cristo nos amó hasta el extremo, debemos amarnos los unos a los otros. No importa quién sea nuestro prójimo, no importa cuán diferente sea de nosotros, debemos amarlos con el mismo amor sacrificial que Jesús nos mostró.

Tercero, debemos vivir vidas de testimonio. No guardemos para nosotros el regalo del evangelio, sino compartámoslo con el mundo que nos rodea. Que nuestras palabras y nuestras acciones reflejen la luz y el amor de Cristo a todos los que nos rodean.

Y finalmente, debemos vivir vidas de esperanza. Porque la muerte de Cristo en la cruz no fue el final, sino el principio de nuestra redención. Él resucitó victorioso, triunfando sobre el pecado y la muerte, y prometió volver por aquellos que le esperan con ansias.

Amigo y amigas que este mensaje resuene en lo más profundo de nuestros corazones. Que nunca olvidemos el sacrificio de amor de nuestro Señor Jesucristo, y que vivamos cada día como testigos vivientes de su poder transformador.

Que así sea, para la gloria de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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