Categoría: RESURRECCIÓN

NO TEMAS, CREE SOLAMENTE

¡Queridos amigos! Hoy vengo a compartir con ustedes un mensaje de esperanza, un mensaje que tiene el poder de cambiar vidas, de transformar corazones, y de traer luz a las tinieblas. Este mensaje no es solo una historia antigua; es una realidad viva, una verdad que sigue resonando con poder a través de los siglos. Les hablo del mensaje de Jesús, el Hijo de Dios, que tiene autoridad sobre la vida y la muerte.

Quiero llevarlos al Evangelio de Marcos 5: 35-42. En este pasaje, encontramos a un hombre llamado Jairo, un líder de la sinagoga, que estaba desesperado porque su hija estaba muriendo. Quizás hoy tú también te encuentres en una situación desesperada, donde la esperanza parece haberse desvanecido, donde el dolor y la tristeza han llenado tu corazón. Pero déjame decirte algo: ¡Jesús está cerca!

Mientras Jairo estaba con Jesús, vinieron unos mensajeros con una noticia devastadora: «Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas aún al Maestro?» ¡Qué palabras tan duras! Tal vez tú has escuchado algo similar: «Es demasiado tarde», «No hay solución», «Ya no hay esperanza». Pero escucha la respuesta de Jesús:

«No temas, cree solamente» (MARCO 5:36).

Amigo, Jesús te dice lo mismo hoy: «No temas, cree solamente.» No importa cuán oscura sea la situación en la que te encuentras. Jesús tiene el poder de cambiar tu historia. ¡Él tiene el poder de dar vida donde parece que solo hay muerte!

Jesús fue a la casa de Jairo y encontró a todos llorando y lamentándose. Pero Jesús, con una calma y una autoridad que solo Él tiene, dijo: «La niña no ha muerto, sino que está dormida.» Lo que los demás veían como el final, Jesús lo vio como una oportunidad para mostrar Su gloria y Su poder. Porque para Jesús, la muerte no es el final, sino el comienzo de una nueva vida.

Jesús tomó a la niña de la mano y dijo:

«Talita cum,» que significa: «Niña, a ti te digo, ¡levántate!» (Marcos 5:41).

Y en ese momento, la niña se levantó y comenzó a caminar. Lo que parecía imposible se hizo posible. Lo que estaba muerto cobró vida. ¡Así es el poder de Jesús!

Querido amigo, este mismo Jesús está aquí hoy. Él te está llamando, te está extendiendo Su mano, y te dice: «No temas, cree solamente.» Tal vez has sentido que algo en tu vida ha muerto: tus sueños, tu esperanza, tu paz. Pero Jesús quiere levantarte, quiere darte una nueva vida.

La Biblia dice que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). El pecado trae muerte, separación de Dios, pero Dios en Su amor no nos dejó en ese estado. Dios envió a Su Hijo, Jesucristo, para morir en la cruz por nuestros pecados y resucitar al tercer día, venciendo la muerte (1 Corintios 15:3-4). ¡Él es la Resurrección y la Vida! Y cualquiera que cree en Él, aunque esté muerto, vivirá (Juan 11:25).

Hoy, Jesús te ofrece vida eterna, vida en abundancia. No importa cuán lejos hayas ido, no importa lo que hayas hecho. Si te vuelves a Jesús y confías en Él, Él te perdonará, te limpiará, y te dará una nueva vida. ¡Él es el Dios de lo imposible!

Si estás dispuesto a recibir esta vida, quiero invitarte a hacer una oración conmigo. Abre tu corazón a Jesús y dile:

«Señor Jesús, reconozco que he pecado y que necesito Tu perdón. Creo que moriste en la cruz por mí y que resucitaste para darme vida. Hoy te entrego mi vida. Entra en mi corazón, perdona mis pecados, y hazme una nueva persona. Confío en Ti y te acepto como mi Señor y Salvador. Amén.»

¡Si has hecho esta oración, bienvenido a la familia de Dios! Hoy comienza una nueva vida para ti. Jesús ha entrado en tu corazón, y con Él, la esperanza, la paz y la vida eterna. Busca una iglesia donde puedas crecer en tu fe, y nunca olvides que en Cristo, siempre hay esperanza. ¡Dios te bendiga!

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NUESTRO DIOS ES DIOS DE VIVOS Y NO DE MUERTOS

En el nombre poderoso de Jesús, nuestro Señor y Salvador, les traigo un mensaje de vida y esperanza, un mensaje que ilumina la verdad eterna y desenmascara las mentiras del enemigo. Hoy, el Espíritu de Dios nos llama a un entendimiento más profundo, a una revelación que desafía nuestra percepción y nos eleva a la gloria celestial. Y para esto, vamos a comenzar leyendo la siguiente Escritura:

MARCOS 12: 20-27 22 “Y así los siete, y no dejaron descendencia; y después de todos murió también la mujer. 23En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer? 24Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios? 25Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos. 26Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? 27Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.»

Nos encontramos en el Evangelio de Marcos donde los saduceos, aquellos que niegan la resurrección, vinieron a Jesús con una pregunta capciosa, tratando de atraparle en sus palabras. Le hablaron de una mujer que fue esposa de siete hermanos, todos fallecidos sin dejar descendencia. Su pregunta era esta: “En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?”

¡Escuchen bien, pueblo de Dios! La respuesta de Jesús no solo despeja las dudas de los saduceos, sino que también nos revela una verdad fundamental sobre el Reino de Dios y la vida eterna. Jesús les dijo: “¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios? Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos.”

Nuestro Señor y Salvador nos está enseñando que la vida después de la resurrección es completamente diferente a la vida terrenal. No estamos destinados a seguir las mismas estructuras y relaciones que conocemos aquí. ¡No! Seremos como los ángeles en el cielo, viviendo en la presencia eterna de Dios, libres de las limitaciones y las ataduras de este mundo.

¿Pero qué más nos dice el Señor? En los versículos 26 y 27, Jesús continúa: “Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.”

¡Nuestro Dios es un Dios de vivos, no de muertos! Este es un mensaje de esperanza y de poder. La resurrección no es solo una promesa futura; es una realidad presente. En Cristo, hemos pasado de muerte a vida. La misma resurrección de Jesús es la garantía de nuestra resurrección. ¡Él es la primicia de los que durmieron! ¡Él ha vencido a la muerte y nos ha dado la victoria!

Quiero que abramos nuestros corazones y entendamos profundamente el poderoso mensaje de que nuestro Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Esta declaración tiene un significado profundo y transformador que debe resonar en nuestras almas.

Cuando Jesús dijo que Dios es un Dios de vivos, no de muertos, nos estaba revelando una verdad esencial sobre la naturaleza de Dios y Su relación con nosotros:

1. Dios es un Dios de Vida Eterna

Primero, cuando Jesús dice que Dios es un Dios de vivos, nos está diciendo que Dios es la fuente de toda vida. En Él no hay muerte, ni oscuridad, ni fin. Él es el creador de todo lo que existe y la vida en sí misma emana de Su ser. Génesis nos dice que Dios sopló aliento de vida en el hombre y así fuimos hechos seres vivientes. Este aliento de vida no solo nos da existencia física, sino también nos conecta con el propósito eterno de Dios.

2. La Resurrección es una Realidad

La afirmación de Jesús también apunta a la resurrección. Los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob habían muerto hacía mucho tiempo en términos humanos, pero Jesús declara que Dios sigue siendo su Dios. Esto implica que ellos están vivos en la presencia de Dios. Esto nos asegura que la muerte física no es el final. Los que mueren en Cristo vivirán eternamente con Él. La resurrección de Jesús es la primera fruta de esta promesa, y porque Él vive, nosotros también viviremos.

3. Vivimos una Vida Abundante en Cristo

Jesús dijo en Juan 10:10: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». No se refiere solo a la vida eterna, sino también a una vida abundante aquí y ahora. Vivir como seguidores de Cristo significa experimentar Su amor, paz, gozo y poder en nuestras vidas diarias. Significa que aunque enfrentemos desafíos y pruebas, tenemos la vida de Dios dentro de nosotros, capacitándonos para superar cualquier obstáculo.

4. Dios Está Activo y Presente

Decir que Dios es un Dios de vivos también nos recuerda que Él está activo y presente en nuestras vidas hoy. No adoramos a un Dios distante o ausente. Él es Emanuel, Dios con nosotros. Él se preocupa por nuestras necesidades, escucha nuestras oraciones y obra poderosamente en nuestras circunstancias. La Biblia está llena de testimonios de la intervención divina en la vida de Su pueblo, y estos testimonios continúan hoy.

5. Nuestro Propósito y Destino en Él

Finalmente, entender que Dios es un Dios de vivos nos llama a vivir con propósito. No estamos aquí por accidente ni para vivir sin dirección. Dios tiene un plan y un propósito para cada uno de nosotros. Somos llamados a vivir de manera que glorifique a Dios, a servirle con todo nuestro corazón y a ser luz en un mundo que necesita desesperadamente la verdad y el amor de Cristo.

Hoy, el Espíritu Santo nos llama a vivir en esta realidad. No debemos temer la muerte, porque para nosotros, los que estamos en Cristo, la muerte ha sido derrotada. La tumba está vacía, y la vida eterna es nuestra herencia. Este es el poder del Evangelio: la vida abundante aquí y ahora, y la vida eterna en la presencia de Dios.

Amados, ¿cuántos de nosotros vivimos con el temor de lo que vendrá? ¿Cuántos estamos atrapados en las preocupaciones de este mundo, olvidando la gloria que nos espera? ¡Hoy es el día para levantarnos en fe, para declarar con audacia que nuestro Dios es un Dios de vivos! Que en Él, tenemos vida y vida en abundancia.

La promesa de la resurrección nos llama a una vida de santidad y de propósito. No somos de este mundo; estamos destinados a algo mucho mayor. ¡Somos ciudadanos del cielo, hijos e hijas del Rey de reyes! Y en este conocimiento, debemos caminar con valentía, proclamando el Evangelio con poder, llevando la luz de Cristo a las naciones.

Jesús nos llama a conocer las Escrituras y el poder de Dios. No podemos vivir en ignorancia. Debemos sumergirnos en la Palabra de Dios, dejando que transforme nuestras mentes y corazones. Debemos buscar el poder del Espíritu Santo, permitiéndole que nos llene y nos capacite para vivir como testigos valientes de la verdad de Dios.

Conclusión

Entonces, cuando decimos que nuestro Dios es un Dios de vivos, no de muertos, proclamamos que nuestro Dios es el Señor de la vida, la resurrección y la esperanza eterna. Declaramos que en Él encontramos propósito, significado y poder para vivir vidas abundantes. Proclamamos que la muerte ha sido vencida y que la vida eterna nos espera. Vivamos entonces con esta verdad ardiendo en nuestros corazones, confiando en que nuestro Dios está con nosotros en cada momento, guiándonos, sosteniéndonos y llenándonos de Su vida y amor.

¡Que Dios les bendiga abundantemente, y que esta verdad les inspire a vivir con fe y valentía cada día! ¡Amén!

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CRISTO HA RESUCITADO!, ÉL ESTA VIVO!

Una historia donde resuena la esperanza, es la historia de María Magdalena en el jardín, el encuentro divino que transformó su dolor en gozo, su llanto en risa, su desesperación en certeza. Así que veamos lo que nos dice la Palabra de Dios:

JUAN 20: 11-18 «Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; 12y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. 13Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. 14Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. 15Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. 16Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). 17Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. 18Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.»

Imaginemonos esa escena, un sepulcro vacío, el amanecer rompiendo el silencio de la mañana, y María, ahogada en lágrimas, buscando al Señor que ama con todo su ser. Y allí, en medio de su angustia, el milagro ocurre.

¡María ve a dos ángeles, vestidos en blanco resplandeciente, sentados donde el cuerpo de Jesús yacía! ¿Pueden percibir la presencia divina, el poder celestial en medio de la desolación? Los ángeles preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?» ¡Y esta pregunta, oh, esta pregunta resuena a través de las edades hasta nuestros corazones hoy!

Porque ¿cuántos de nosotros, en medio de nuestras luchas, nuestros dolores, nuestros desafíos, hemos llorado como María? ¿Cuántos de nosotros hemos buscado desesperadamente a nuestro Salvador, solo para sentirnos perdidos y desamparados?

Pero escuchen, escuchen con atención, porque la historia no termina aquí. ¡María ve a Jesús, pero no lo reconoce! Piensa que es el jardinero. ¡Oh, cuántas veces no reconocemos al Señor cuando Él está en medio de nosotros! Cuántas veces, en nuestra ceguera espiritual, lo confundimos con algo más, algo terrenal.

Pero entonces, de repente, Jesús llama su nombre. ¡Jesús llama a María! ¡Y en ese instante, el velo se rasga, la oscuridad se disipa, y la luz de la verdad resplandece sobre ella! «¡Raboni!», exclama María. ¡Maestro! ¡Qué momento glorioso!

Y Jesús le da una misión. Le dice que vaya y comparta las buenas nuevas con sus hermanos. Que Él ha resucitado, que ha vencido la muerte, que está vivo. Y María, María no duda ni por un instante. Va corriendo a dar testimonio, a proclamar la verdad que ha experimentado en lo más profundo de su ser.

Yo no sé ustedes, pero yo puedo sentir el fuego en el corazón de María, ardiendo con la verdad de la resurrección? Porque esa misma pasión, ese mismo fuego, arde en nuestros corazones hoy.

El mensaje es claro: ¡Cristo ha resucitado! ¡Él está vivo! Y como María, como testigos de su gloria, debemos llevar esa verdad al mundo. Debemos proclamar con valentía, con audacia, con pasión desbordante, que la muerte ha sido vencida, que el pecado ha sido derrotado, y que la vida eterna está a nuestro alcance.

No importa cuán oscuro sea el valle, no importa cuán desgarrador sea el dolor, no importa cuán imposible parezca la situación. ¡Cristo está con nosotros! Él nos llama por nuestro nombre, nos llama a ser sus testigos, nos llama a llevar su luz a un mundo que yace en tinieblas.

Por lo tanto, hijos e hijas del Dios Altísimo. Levantémonos con fe inquebrantable, con coraje indomable, y con pasión ardiente. Porque el mismo poder que resucitó a Jesús de entre los muertos mora en nosotros. Y con ese poder, con esa certeza, ¡podemos enfrentar cualquier desafío, podemos superar cualquier obstáculo, podemos cambiar el mundo!

¡Que el fuego del Espíritu Santo arda en nuestros corazones! ¡Que la fe en Jesús nos guíe, la esperanza nos sostenga y el amor nos impulse a compartir la buena noticia de la resurrección con todo aquel que cruce nuestro camino! En el nombre de Jesús.

Aquí tenemos algunas aplicaciones prácticas, atrevidas, osadas, valientes y llenas del fuego de DIOS.

  1. Buscar a Jesús en medio de la aflicción: Cuando te enfrentes a momentos de dolor, desesperación o confusión, no te detengas en la tristeza, sino levanta tus ojos hacia Jesús. Busca su presencia en oración y adoración, sabiendo que Él está en nosotros
  2. Está atento a las señales de la presencia de Dios: Al igual que María, mantente alerta a las señales de la presencia de Dios en tu vida diaria. Puede que no sean ángeles visibles, pero Dios puede manifestarse a través de circunstancias, personas, o la voz suave del Espíritu Santo. Mantén tus oídos y ojos abiertos para reconocer su presencia.
  3. Responder con prontitud al llamado de Jesús: Cuando Jesús te llame por tu nombre, no vaciles ni te demores en responder. Como María, responde con prontitud y entrega total. Di: «¡Aquí estoy, Señor! ¿Qué deseas de mí?» Mantén tu corazón dispuesto y obediente a la voz de Dios.
  4. Compartir las buenas nuevas con valentía: Después de tu encuentro con Jesús, sé valiente para compartir las buenas nuevas con otros. No te avergüences del Evangelio, sino compártelo con pasión y convicción. Sé un testigo audaz de la resurrección de Cristo en tu vida y en el mundo que te rodea.
  5. Reconocer la autoridad y el llamado de Jesús: Cuando Jesús te envíe, reconoce su autoridad y obedécelo con valentía. Al igual que María, ve y comparte el mensaje que te ha dado. Reconoce que Él te ha comisionado para llevar su luz y su amor a aquellos que te rodean.
  6. Permanecer en comunión con Jesús y su cuerpo: Después de tu encuentro con Jesús, no te apartes de su presencia, sino permanece en comunión con Él a través de la oración, la lectura de la Palabra y la comunión con otros creyentes. Mantén vivo el fuego del Espíritu Santo en tu vida diaria.

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EL MENSAJE DE LA RESURRECCIÓN

A diferencia de lideres religiosos como Mahoma, Buda, etc, se encuentran sus tumbas intactas, la de Jesucristo esta vacía porque es el único que resucito. La Biblia relata que Jesús les dijo repetidamente a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, sufrir muchas cosas de parte de los líderes religiosos, morir y resucitar al tercer día (Mateo 16:21). Todo sucedió tal como Él dijo y hoy conocemos los eventos en el momento de la resurrección:

MATEO 28: 1-6 » Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado,»

Este fue un evento externo de lo que aconteció el primer día de la semana, después de la crucifixión. Pero hay mensajes más profundos más allá de lo que sucedió ese día.

El primer mensaje es que CRISTO ESTA VIVO. Y DONDE ESTA?

Pues Hebreos 10:12 nos explica que después de Su resurrección, Él “se sentó a la diestra de Dios”. Pero, ¿Y qué está haciendo Él en el cielo?

  • Él está intercediendo por nosotros. Hebreos 7:25 nos dice que, “Él también puede salvar para siempre a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”.
  • Él está preparando un lugar para nosotros en la casa de Su Padre (Juan 14:2-3). Mientras se prepara para nosotros, está esperando el momento en el plan del Padre cuando regrese por nosotros y nos lleve a casa.
  • Él vive dentro de cada hijo de Dios a través de la presencia del Espíritu Santo. Esta unión divina se describe en Juan 15:5 con una ilustración: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí, y yo en él, lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer”.
  • Por lo tanto, el primer mensaje es que Jesucristo, el eterno Hijo de Dios esta vivo, nuestro Cristo, en efecto está vivo, muy vivo y eternamente vivo.

El segundo mensaje de la resurrección es este: que nuestros pecados han sido perdonados y estamos eternamente seguros en Cristo. Recuerde que Él, vino a salvar lo que se había perdido.

  • No debemos temer que algún pecado nos condene. Porque Efesios 1:7 nos asegura: “En Él (Cristo) tenemos redención por su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia”.
  • Jesús pagó la pena completa por nuestros pecados en la cruz. Pero en lugar de la muerte eterna, apareció en el cielo como nuestro Sumo Sacerdote. “Por su propia sangre entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Heb. 9:12). El hecho de que Él resucitó de entre los muertos es prueba de que el Padre aceptó el sacrificio de Su Hijo como el Cordero de Dios.
  • Como resultado, todos los que confían en Él como Salvador están eternamente seguros. Jesús dijo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, ciertamente no lo echo fuera” (Juan 6:37). Luego, para enfatizar nuestra seguridad, añadió: “Porque esta es la voluntad de mi Padre, que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el último día” (v. 40). ). Además, Jesús con su muerte y al haber resucitado, satanás pensó que había vencido a Jesús, pero no se imagino que Cristo resucitaría, por lo que venció al que tenia el imperio de la muerte, este es satanás. Y si Cristo venció a satanás, esa misma victoria es nuestra porque Cristo vive en nosotros y esto nos asegura que hemos pasado de muerte a vida eterna.

El tercer mensaje de la resurrección es que los creyentes vivirán para siempre.

  • Después de la muerte de Lázaro, Jesús tuvo una conversación con Marta, asegurándole que su hermano viviría de nuevo. Él dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí vivirá, aunque muera, y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás” (Juan 11:25-26).
  • Los creyentes de Tesalónica estaban preocupados por sus seres queridos muertos que habían confiado en Cristo, pero Pablo los tranquilizó en 1 Tesalonicenses 4:13-17. Cuando Cristo regrese, traerá las almas de los que han muerto en Él, y se unirán con cuerpos resucitados. Entonces los creyentes que aún estén vivos serán transformados con cuerpos glorificados y se unirán a los santos resucitados en el aire para encontrarse con el Señor.

El cuarto mensaje es nuestra resurrección corporal.

  • El primero en resucitar en un cuerpo glorificado fue Jesucristo. La próxima resurrección será para “los que son de Cristo en su venida” (1 Corintios 15:23). Los cuerpos que recibiremos serán diferentes a los que tenemos ahora. Nuestros cuerpos actuales son caídos y perecederos y no pueden entrar al cielo, pero Dios nos va a dar cuerpos gloriosos, libres de pecado y corrupción (1 Cor. 15:50).

El quinto mensaje de la resurrección es que el cielo será nuestro hogar eterno.

  • Apocalipsis 21 y 22 nos dan un pequeño vistazo a nuestro futuro. Dios creará un cielo nuevo y una tierra nueva, y su ciudad santa, la Nueva Jerusalén, descenderá del cielo a la tierra nueva. “Nada inmundo, ni nadie que practique abominaciones y mentiras entrará jamás en ella, sino solamente aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27).
  • Lo importante del cielo es que Dios y Jesucristo están allí. Veremos Su rostro y le serviremos para siempre (22:4-5).

El sexto mensaje de la resurrección es que debido a que Cristo resucitó de entre los muertos, podemos enfrentar cada circunstancia con seguridad y perfecta paz.

  • Dado que Jesús ahora mora en nosotros a través de Su Espíritu, nunca caminamos solos por los valles. Él está allí fortaleciéndonos, protegiéndonos, guiándonos y empoderandonos a lo largo del camino. Y cuando termine nuestro viaje, nuestro Salvador nos estará esperando para darnos la bienvenida al cielo.

Dios nos hizo estas maravillosas promesas, y en algún punto por ahí, cuando este viaje termine, el Hijo de Dios que resucito, va estar ahí, para cumplir su última promesa: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”.

Dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mi”. Si esta dispuesto a decir una simple oración con todo su corazón, su destino eterno, puede cambiar en menos de 60 segundos. Su nombre será inscrito en el Libro de la Vida dentro de un minuto. Y si eso es lo que quiere, ore conmigo al Dios Todopoderoso:

Padre Celestial, yo creo en el testimonio de la Biblia que Jesucristo es Tu Hijo eterno. Creo que Él fue a la cruz y murió por mis pecados. Te confieso que soy pecador. Necesito tu perdón y te pido que me salves. Confío en que lo harás ahora mismo. Te acepto como mi Salvador. En el nombre de Cristo. Amén.”

FUENTE: Gracias Pastor CHARLES STANLEY por sus enseñanzas.

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