La salvación es el primer paso en la vida cristiana y es lo que nos da seguridad de la vida eterna. Pero muchas personas tropiezan en este punto debido a falsas concepciones. Algunas personas piensan que ser una persona buena es la clave para entrar al cielo. Otros piensan que creer que hay un Dios es todo lo que se requiere y que cuando mueran, irán al cielo o algún lugar. Nada dista más de la verdad.
Sin embargo, si cree que existe un Dios y no tiene una relación personal con Él, esta en problemas.
¿POR TANTO, QUE DEBO HACER PARA SER SALVO?
Veamos un ejemplo que nos lo ilustra la Palabra de Dios:
HECHOS 15:25-34 «Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. Él entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.»
Cuando un carcelero de Fílipos preguntó a Pablo y Silas: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” ellos respondieron: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo” . Es tan sencillo que incluso un niño puede entenderlo, pero haríamos bien en examinar nuestra redención (redención se refiere al rescate de Dios de los creyentes solo a través de la muerte de Jesucristo sobre la cruz y todos los beneficios que trae), más de cerca para aprender y apreciar lo que Jesucristo ha hecho por nosotros.
La salvación se define como la obra de la gracia de Dios, por la cual, Él perdona nuestros pecados y nos otorga el don de la vida eterna. Esto significa que no somos salvos por nuestras obras sino por la gracia de Dios, que es Su favor y amor inmerecidos.
Para apreciar completamente lo que el Señor ha hecho por nosotros, debemos comprender nuestra condición espiritual antes de la salvación.
Efesios 2:1 dice que estábamos muertos en nuestros delitos y pecados.
Hay tres significados diferentes para la muerte en las Escrituras. La muerte física es lo que todos experimentan al final de la vida terrenal. La muerte espiritual es la separación de Dios a causa del pecado (esta es la condición de la humanidad). La muerte eterna es el resultado final, y resulta en una separación eterna del Señor.
Sin Cristo, nuestra situación es desesperada porque el pecado nos separa de un Dios santo, y después de que muramos, seremos juzgados y pagaremos la pena por nuestros pecados, que es la muerte eterna (Hebreos 9:27). “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos a causa de nuestras iniquidades, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:4-5). Aunque todos siguen muriendo físicamente, los que se salvan ya no están alejados de Dios y nunca sufrirán la muerte eterna. En cambio, se les da vida eterna.
En resumen, lo que quiero decir con salvación, es que es la obra de la Gracia de Dios mediante el cual, Él perdona nuestros pecados y nos da vida eterna, la cual no es por obras.
DIOS ES QUIEN PROVEE NUESTRA SALVACIÓN PORQUE NOS AMA Y SABE QUE NO HAY NADA QUE PODAMOS HACER PARA SALVARNOS A NOSOTROS MISMOS.
Sin embargo, para traernos de vuelta a una relación con Él se requiere la muerte de Su Hijo. Esta era la única forma en que el Padre podía perdonar nuestros pecados sin violar Su propia ley, que exige la muerte como castigo para todo aquel que peca. Dado que Jesús es tanto Dios como hombre, Él es la única persona que alguna vez vivió una vida completamente justa. Mientras moría en la cruz, el Padre puso toda la culpa de nuestros pecados sobre Él.
• La muerte de Jesús fue un sacrificio. Todos los sacrificios de animales en el Antiguo Testamento presagiaban el perfecto Cordero de Dios que haría la expiación final por los pecados con Su sangre derramada.
• La muerte de Cristo fue sustitutiva. Ya no tenemos que pagar el castigo por nuestros pecados porque Jesús llevó el castigo por nosotros.
• Su muerte fue suficiente. Cualquier cosa que tratemos de hacer para ganar la salvación no tiene valor para Dios porque Él es santo y nosotros somos pecadores. Pero como Jesús era perfecto, Su sacrificio por nosotros resultó aceptable al Padre. Su sangre cubre adecuadamente todos los pecados de la humanidad.
Jesús es el único camino para venir al Padre y recibir el perdón y la reconciliación (Juan 14:6). No hay otra opción para la salvación. Si creemos que el Señor Jesucristo es el Hijo de Dios y confiamos en Él para nuestro rescate, seremos salvos.
ES DE HACER NOTAR QUE EL RESULTADO DE LA SALVACIÓN DE CRISTO ES LA TRANSFORMACIÓN.
Cuando recibimos a Jesús como nuestro Salvador personal, Él viene a vivir dentro de nosotros a través del Espíritu Santo. Nuestra antigua forma de vida ya no se ajusta a nuestra nueva identidad, y el Espíritu obra dentro de nosotros para hacernos más como Cristo.
2 Corintios 5:17 dice: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, han venido cosas nuevas.”
Al aceptar a Jesucristo, nuestra vida es transformada, es una vida distinta, soñaremos diferentes, nos veremos diferentes. A diferencia cuando vivimos en pecado, en desobediencia a Dios, vivimos perdidos y separados de Él. Y es que cuando Él murió, abrió la puerta al mundo para ser salvo, porque Él pago toda nuestra deuda de pecado.
Por lo tanto, la salvación es un regalo de Dios, pero debemos aceptarlo.
QUE DEBO HACER PARA SER SALVO?
1. Creer en Jesús. La fe salvadora es confiar en Jesús como una persona viva, el Hijo de Dios, para el perdón de los pecados y para la vida eterna con Dios. Debemos creer que Cristo pagó por nuestros pecados y pedirle que nos perdone. En ese momento el Espíritu Santo entra en nuestra vida y nos sella como hijos de Dios.
2. Hacerlo Señor de nuestras vidas. Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador, también lo estamos reconociendo como nuestro Señor. Esto significa que le damos la autoridad para guiar y gobernar nuestras vidas de acuerdo a Su voluntad.
3. Arrepentirnos de nuestros pecados. Volverse a Jesús requiere alejarse de nuestro antiguo estilo de vida. El arrepentimiento es un dolor sincero por el pecado acompañado de un compromiso sincero de abandonarlo y caminar en obediencia a Cristo. Esto no significa que perderemos nuestra salvación si volvemos a pecar. Nuestras debilidades y la vieja naturaleza pecaminosa a veces resurgen, pero cada vez que caemos, tenemos el privilegio de volvernos a Dios para recibir perdón y limpieza. Sin embargo, si continuamos en pecado, el Señor, como Padre amoroso, nos disciplinará para atraernos de nuevo a Él. O si continua con ese estilo de vida, la gran mano de Dios de juicio vendrá sobre ellos.
4. Aceptar a Jesús como Señor y Salvador de tu vida. Repetir en voz alta la siguiente oración: «Señor estoy avergonzado de la vida que he vivido. He dicho ser algo que no soy. Te pido que me perdones y me limpies. Hoy declaro que te reconozco como el Señor y Salvador de mi vida. Te pido que me hagas uno de tus hijos. Que vengas a morar a mi corazón y hagas de mi una nueva criatura. En el nombre de Jesús. Amén.»
FUENTE: Gracias Pastor CHARLES STANLEY por sus enseñanzas.