Mensajes Puros

EL NUEVO NACIMIENTO

Hoy nos encontramos ante un pasaje poderoso, uno que nos desafía, que nos sacude, que nos lleva a lo profundo del corazón del Evangelio. Estamos en Juan 3:1-21, donde Nicodemo, un líder religioso, se acerca a Jesús en la oscuridad de la noche. Pero lo que él no sabía, lo que él no entendía, es que estaba a punto de encontrarse con la verdadera luz. ¡Nicodemo se encontró cara a cara con el Salvador del mundo! Nicodemo vino buscando respuestas intelectuales, pero Jesús lo confronta con una realidad espiritual. «¡Tienes que nacer de nuevo!», le dice Jesús.

Juan 3: 1-21 » Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 2Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. 3Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. 9Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? 10Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? 11De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. 12Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? 13Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. 14Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, 15para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. De tal manera amó Dios al mundo 16Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

El que no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios. ¡Escúchame bien! No es suficiente ser religioso, no es suficiente saber las Escrituras, no es suficiente cumplir con las reglas. Jesús no vino a enseñarnos a ser religiosos, Él vino a transformarnos desde lo profundo, a cambiarnos por completo, a darnos un nuevo nacimiento.

Nicodemo estaba confundido. ¿Cómo puede un hombre nacer de nuevo siendo viejo?. Quizás algunos aquí hoy se sienten como Nicodemo. Tal vez has pensado: «Yo ya he vivido demasiado tiempo de esta manera. ¿Cómo puedo cambiar ahora?». Pero Jesús tiene la respuesta: Lo que es nacido de la carne, carne es; pero lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. ¡Es el Espíritu de Dios el que te transforma! ¡Es el Espíritu Santo el que hace lo imposible en tu vida!

¡Escucha esto! El Espíritu de Dios es como el viento, que sopla de donde quiere. ¡No puedes controlarlo! ¡No puedes manipularlo! ¡Pero lo puedes sentir! Él llega y transforma todo a su paso. Cuando naces del Espíritu, tu vida es revolucionada. Tus deseos cambian, tus pensamientos cambian, ¡tus prioridades cambian! ¡Eso es lo que Jesús ofrece! ¡Un cambio radical! ¡Un nuevo nacimiento!

Nicodemo aún no lo entendía, y Jesús le habla de algo aún más profundo: Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado. ¿Qué significa esto? ¡Que Jesús tenía que ser levantado en la cruz! Él iba a morir para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. ¡Amado, la cruz es el centro de todo! ¡Cristo fue levantado en la cruz por ti, por mí, por Nicodemo, por todo el mundo!

Y aquí está el corazón del Evangelio: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. ¡Dios te ama tanto! ¡Él no quiere que te pierdas! Él no envió a Jesús para condenarte, ¡Él lo envió para salvarte! ¡Esto es amor verdadero! ¡Esto es gracia! ¡Esto es misericordia!

Pero hay una advertencia aquí también. Jesús nos dice que algunos no quieren venir a la luz porque sus obras son malas. Prefieren las tinieblas. ¡No permitamos que las tinieblas dominen nuestra vida! ¡No escondamos nuestros pecados! ¡Ven a la luz! Porque cuando vienes a la luz, tus obras son expuestas, sí, pero son expuestas para ser transformadas, para ser lavadas por la sangre del Cordero.

Hoy te hago una pregunta: ¿Has nacido de nuevo? No te estoy preguntando si asistes a la iglesia, no te estoy preguntando si tienes una Biblia. ¡Te estoy preguntando si has tenido un encuentro transformador con Jesucristo! Si tu vida no ha sido cambiada, ¡hoy es el día de salvación! ¡Hoy es el día para venir a la luz! No importa cuán oscuro haya sido tu pasado, ¡la luz de Cristo puede iluminarlo todo!

Jesús te llama hoy. Él te llama a nacer de nuevo. Él te llama a experimentar una vida llena de Su Espíritu, una vida que no puede ser explicada por lo natural, sino que solo puede ser obra de lo sobrenatural. ¡Hoy es el día de dejar atrás la vieja vida y caminar en la novedad de vida que solo Cristo puede dar!

¡Levántate! ¡Recibe el Espíritu de Dios! ¡Deja que el viento de Su presencia sople sobre ti y transforme todo lo que eres! ¡Hoy es el día para ver el Reino de Dios!

¡Que el Señor te bendiga y te transforme poderosamente en el nombre de Jesús! ¡Amén!

ORACIÓN.

Padre celestial, venimos ante Ti en el nombre de Jesús, agradecidos por Tu amor y Tu misericordia. Gracias por enviar a Tu Hijo para salvarnos, para darnos una vida nueva y eterna. Reconocemos que necesitamos nacer de nuevo por Tu Espíritu. Te pedimos que soples sobre nosotros, transformando cada área de nuestras vidas. Que nuestras obras sean expuestas a la luz de Tu verdad, y que podamos caminar en santidad y amor. Ayúdanos a dejar atrás las tinieblas y abrazar la luz de Cristo. Te entregamos todo lo que somos, confiando en que Tú harás una obra nueva y poderosa en nosotros. En el nombre glorioso de Jesús. ¡Amén!

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CUAL ES EL GRAN MANDAMIENTO DE DIOS

Hoy nos sumergimos en una poderosa palabra del Señor, que proviene del Evangelio según San Marcos, capítulo 12, versículos 28 al 34. Hablaremos de lo que es verdaderamente esencial en nuestra fe, de lo que marca la diferencia entre una vida común y una vida encendida por el Espíritu Santo. ¡Sí, hoy hablaremos del gran mandamiento, el fundamento de nuestra relación con Dios y con los demás!

MARCOS 12: 28-34 «Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? 29Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. 31Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos. 32Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; 33y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. 34Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.»

El escriba le preguntó a Jesús: «¿Cuál es el primer mandamiento de todos?» ¡Gloria a Dios que esta pregunta fue hecha! Porque en esta respuesta, Jesús nos revela la clave de una vida que agrada al Señor. Jesús respondió: «Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es». ¡Dios es uno! No hay otro como Él. Él es el único, el incomparable, el Santo de Israel. Y ese es el primer punto: tenemos que saber a quién servimos. ¡Dios es único, supremo, eterno, poderoso!

Pero Jesús no se detiene ahí. Él sigue y nos dice: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas». ¡Escuchen bien, pueblo de Dios! ¡Con TODO! No es con una parte, no es solo los domingos, no es solo cuando las cosas van bien. Es con TODO tu corazón, toda tu alma, toda tu mente y todas tus fuerzas. ¡Dios demanda nuestra totalidad! No quiere migajas de tu tiempo, no quiere un amor a medias. ¡Quiere el control absoluto de tu vida!

¿Estás amando a Dios así hoy? Pregúntate: ¿Estoy dando mi todo o estoy reteniendo algo para mí? ¿Estoy entregando cada área de mi vida a Dios, o estoy guardando rincones secretos, lugares oscuros donde Él no tiene permiso de entrar? ¡Ah, pero hoy es el día de la decisión! Hoy puedes rendirlo todo al Señor, ¡y te aseguro que Él va a transformar tu vida de una manera que no puedes imaginar!

Y luego, Jesús añade: «Y amarás a tu prójimo como a ti mismo». ¡Aquí está el segundo mandamiento, semejante al primero! Porque no podemos decir que amamos a Dios, si no estamos amando a los que nos rodean. ¡Ah, no podemos engañarnos! No podemos levantar nuestras manos en alabanza los domingos y luego volver a casa y odiar a nuestro vecino, a nuestro hermano, a nuestro compañero de trabajo. El amor a Dios se demuestra en cómo tratamos a los demás. ¿Cómo estás tratando a los que te rodean?

El escriba le dijo a Jesús que entendía que estos mandamientos eran más grandes que todos los holocaustos y sacrificios. Porque, podemos hacer muchas cosas exteriores, podemos cumplir con rituales, con tradiciones, con liturgias, pero si no estamos amando a Dios con todo y no estamos amando a nuestro prójimo, ¡nada de eso cuenta para Dios!

¿Escucharon lo que Jesús le dijo al escriba? «No estás lejos del reino de Dios». ¡No estás lejos! ¡Eso es poderoso! Pero también es un desafío. No basta con saber estas cosas, no basta con entenderlas intelectualmente. ¡Tenemos que vivirlas! Si solo entendemos estas verdades, pero no las aplicamos en nuestra vida diaria, entonces nos quedamos a las puertas del Reino, pero no entramos. ¡No te quedes a las puertas, amigo y amiga! ¡No te conformes con estar cerca del Reino! Hoy es el día para entrar plenamente, para abrazar estos mandamientos con todo tu ser.

Te animo hoy a examinar tu corazón. ¿Amas a Dios con todo lo que eres? ¿Amas a tu prójimo como a ti mismo? Si hay áreas donde estás fallando, no te desesperes. ¡Dios es misericordioso y está listo para perdonarte y llenarte de su Espíritu! Pero tienes que tomar una decisión hoy, una decisión osada y valiente. ¡No más excusas! ¡No más titubeos! El Reino de Dios está aquí, está cerca, ¡y Dios te está llamando a vivir en su plenitud!

¡Levántate! Hoy es el día de poner estos mandamientos en acción. ¡Ama a Dios sin reservas! ¡Ama a tu prójimo sin condiciones! Y verás cómo Dios desata su poder y su gloria en tu vida como nunca antes. ¡El Reino de Dios está cerca, no lo dejes pasar!

OREMOS:

¡Padre Celestial, en este momento venimos ante tu presencia con corazones rendidos, reconociendo que Tú eres el único Dios, el Todopoderoso, el Santo y Bendito! Te adoramos, Señor, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas. Señor, te pedimos que nos perdones por las veces en que no hemos amado de esa manera, por las veces en que hemos retenido partes de nuestras vidas, por las veces en que hemos fallado en amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos.

Hoy nos levantamos en fe, Dios, y declaramos que desde este momento, ¡vamos a amarte con todo lo que somos! ¡Rendimos nuestras vidas por completo a Ti! Que cada pensamiento, cada palabra, y cada acción refleje nuestro amor por Ti. Y Señor, te pedimos que nos llenes con tu amor sobrenatural para que podamos amar a nuestros prójimos, aún a aquellos que nos han herido, de la manera en que Tú nos has amado.

Derrama de tu Espíritu Santo sobre nosotros, transforma nuestros corazones, y haznos instrumentos de tu amor en este mundo. ¡Oh Dios, queremos estar plenamente en tu Reino, no solo cerca de él! ¡Queremos vivir para Ti, caminar en obediencia a tus mandamientos y ser reflejos vivos de tu amor!

En el nombre de Jesús, oramos y lo pedimos. ¡Amén y amén!

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EL PODER DE LA PALABRA DE DIOS

La Palabra de Dios es viva, poderosa y transformadora. No es simplemente un libro, ni son palabras escritas en un papel, sino que es la misma esencia de Dios manifestada a través de Su Espíritu.

Hebreos 4:12 nos declara con firmeza que la Palabra de Dios es más cortante que toda espada de dos filos, que penetra hasta lo más profundo de nuestra existencia. No hay lugar donde la Palabra no pueda llegar, no hay rincón de nuestro corazón, ni situación en nuestra vida que pueda resistir el impacto y la verdad que emana de la Palabra de Dios.

Pensemos por un momento en esta comparación con una espada de dos filos. Una espada de dos filos es un arma diseñada para cortar en ambas direcciones, lo que la hace increíblemente eficaz en combate. La Palabra de Dios actúa de la misma manera, no solamente corta las mentiras del enemigo, sino que también corta todo aquello que estorba nuestra relación con Dios. Corta el pecado, corta las cadenas, corta la duda, corta la oscuridad. Es poderosa para destruir cualquier fortaleza que el enemigo haya levantado en nuestras vidas, y para desmantelar cualquier plan de maldad que se quiera levantar contra nosotros.

En medio de esta confusión, la Palabra de Dios es nuestra ancla, nuestra fuente de verdad y de dirección. El fuego de Su Palabra es capaz de quemar toda impureza, de aclarar la confusión, y de traer luz donde hay tinieblas. No hay cadena que la Palabra de Dios no pueda romper, no hay fortaleza que no pueda derribar. Y es por eso que hoy, más que nunca, debemos volver a la Palabra de Dios con todo nuestro corazón, no solo nos habla, nos transforma. Dios usa Su Palabra para revelarnos lo que hay en nuestro corazón, para mostrarnos las áreas que necesitan ser cambiadas, para sanar las heridas más profundas y para hacernos más semejantes a Cristo.

Si hoy estás buscando dirección, si sientes que tu vida está en caos o incertidumbre, te digo con certeza: ¡La respuesta está en la Palabra de Dios! Si necesitas sanidad en tu cuerpo o en tu alma, la Palabra de Dios tiene el poder de traer sanidad. La Escritura dice: «Por sus llagas fuimos nosotros curados» (Isaías 53:5). Si estás en medio de una batalla espiritual, si sientes que el enemigo está atacando tu mente, tu familia o tu vida, declara la Palabra de Dios con fe. Declara: «¡Ninguna arma forjada contra mí prosperará!» (Isaías 54:17). La Palabra de Dios es más que suficiente para desatar victoria en cualquier área de tu vida.

No hay nada oculto para Dios. Él conoce cada rincón de nuestro ser, incluso lo que nosotros mismos no entendemos o no vemos. La Palabra nos confronta con la verdad de lo que somos, y nos da la oportunidad de arrepentirnos, de ser purificados, y de caminar en Su santidad. ¡Cuánto necesitamos esta transformación diaria!

Y aquí está una verdad que no podemos ignorar: La Palabra de Dios es inmutable. Lo que fue verdadero hace miles de años sigue siendo verdadero hoy. Los principios de Dios no cambian con el tiempo, no dependen de las circunstancias o de las modas de este mundo. Cuando Dios dice que Él es nuestro sanador, eso sigue siendo verdad hoy. Cuando Él dice que es nuestro proveedor, eso sigue siendo verdad hoy. Cuando Él declara que nos ha dado la victoria en Cristo, esa victoria sigue siendo nuestra hoy. El poder de Su Palabra nunca se desgasta, nunca pierde su eficacia.

Hoy te desafío, en el nombre de Jesucristo, a no tomar la Palabra de Dios a la ligera. No es un libro para leer ocasionalmente, ni para usar solo cuando tenemos problemas. Es el aliento de Dios mismo, es vida, es poder, es verdad. Si estás pasando por enfermedad, declara la Palabra sobre tu cuerpo: «Por sus llagas fuimos nosotros curados.» Si estás en tribulación, declara: «El Señor es mi pastor, nada me faltará.» Si el enemigo ha levantado ataques contra ti, declara: «Ninguna arma forjada contra mí prosperará.» ¡Declara la Palabra con fe, con valentía, y verás cómo el poder de Dios se desata en tu vida!

La Palabra de Dios nunca regresa vacía. Todo lo que Dios ha dicho, lo cumplirá. Y hoy, en esta hora, Su Palabra está aquí para ti. Es viva, es eficaz. Deja que la espada de Su Palabra penetre tu corazón, que te moldee, que te sane, que te restaure, y que te capacite para ser un guerrero del Reino. Levántate, es tiempo de pelear, es tiempo de vencer, es tiempo de usar la espada del Espíritu, la Palabra viva y poderosa de nuestro Dios.

ORA CONMIGO EN VOZ ALTA LA SIGUIENTE ORACIÓN:

Señor, gracias por Tu Palabra viva y poderosa. Permíteme cada día tomar esta espada del Espíritu y usarla para vencer cualquier obstáculo o ataque del enemigo. Que Tu Palabra penetre mi corazón, que me transforme y me acerque más a Ti. En el nombre de Jesús, amén.

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LA HONRA QUE TRAE BENDICIÓN

¡Amigos y amigas, hoy el fuego del Espíritu Santo nos impulsa a hablar de algo vital! ¡Algo que viene directamente del corazón de Dios, desde los mismos cielos donde su trono está establecido para siempre!

Deuteronomio 5:16 nos habla con poder y autoridad: «Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.»

Escúchame bien: ¡Este mandamiento no es una sugerencia! No es una opción, no es un consejo opcional. ¡Es un mandato directo del Dios Altísimo! El mismo Dios que separó las aguas del Mar Rojo, que habló desde el Sinaí con relámpagos y truenos, el Dios que resucitó a Cristo de los muertos, te está diciendo hoy: ¡Honra a tus padres!

¿Por qué es tan importante este mandamiento? Porque detrás de la honra a nuestros padres está la honra a Dios mismo. Tus padres son los primeros representantes de autoridad que Dios ha puesto sobre tu vida. Ellos son los que han sido colocados como guías, como cuidadores, como aquellos que te han mostrado el camino. Y, escúchame, cuando honras a tus padres, ¡estás honrando a Dios mismo!

Quiero que comprendas lo siguiente: que el enemigo odia la honra. ¿Sabes por qué? Porque la honra es la llave que abre las bendiciones de Dios sobre nuestras vidas. El enemigo sabe que si puede robarte la honra, puede cortarte las bendiciones. ¡Pero hoy levantamos un estandarte de fuego y de verdad en contra de toda obra del enemigo! Hoy declaramos que la honra regresará a nuestras familias.

La Palabra de Dios es clara: «para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.» ¡Este es un mandamiento con promesa! No solo es un mandato de obediencia, ¡es un canal para las bendiciones de Dios! ¿Quieres tener una vida larga? ¿Quieres que te vaya bien en todo lo que hagas? ¡La llave está en la honra! ¡Dios ha prometido una vida llena de sus bendiciones para aquellos que honran a sus padres!

Escucha bien, en tiempos de rebelión, de desobediencia, en una generación que está en constante desafío a las autoridades, la iglesia tiene que brillar más fuerte. Somos el pueblo que debe levantar el estandarte de la honra, el respeto, y la obediencia al mandato de Dios. No somos de este mundo. No vivimos según los patrones de este siglo, ¡vivimos según los principios eternos del Reino de Dios!

Y no solo hablo para los jóvenes. ¡Adultos, esto también es para ustedes! La honra a nuestros padres no tiene fecha de expiración. Si tienes padres vivos, aún es tu llamado honrarlos. Tal vez no fueron perfectos, tal vez fallaron, pero Dios no te llama a honrarlos por su perfección, sino por Su mandamiento. ¡El mandamiento de Dios es santo, es justo y es verdadero!

Si alguno aquí ha fallado en este mandamiento, ¡hay oportunidad hoy! El Espíritu Santo te está llamando al arrepentimiento. ¡Hoy es el día de restaurar relaciones! Hoy es el día de pedir perdón, de buscar reconciliación, de liberar todo rencor o amargura. No permitas que la falta de honra te robe el propósito de Dios para tu vida.

Y escúchenme, padres: ¡Ustedes también tienen un llamado santo! No es solo que los hijos honren a los padres, ¡los padres tienen el deber de criar a sus hijos en el temor y la admonición del Señor! ¡No provoques a tus hijos a ira! Guíalos, corrígelos, ámalos, y enséñales a caminar en los caminos del Señor, para que ellos también puedan vivir en la bendición de Dios.

El Espíritu de Dios está aquí, y Él nos llama a una vida de obediencia radical, de honra profunda, de respeto reverente hacia aquellos que nos han precedido. ¡Hay una bendición generacional que se desata cuando obedecemos este mandamiento! ¡Hoy proclamamos una restauración de la honra en cada hogar, en cada familia!

Así que, hoy te digo en el nombre del Señor Jesucristo: ¡levántate y honra! Honra a tus padres. Honra la autoridad que Dios ha puesto en tu vida. Y verás cómo los cielos se abrirán a tu favor, verás la mano de Dios moverse con poder, verás cómo el favor de Dios será como un escudo alrededor de ti. Porque la Palabra de Dios nunca falla, ¡y Él es fiel para cumplir todo lo que ha prometido!

Que el fuego del Espíritu Santo te llene hoy, que te consuma, que te impulse a caminar en obediencia, en valentía y en el poder del Señor Jesucristo! ¡Amén!

Honrar a los padres es un mandato clave en la Biblia y abarca tanto el respeto como el cuidado práctico. Aquí te dejo algunas formas concretas en las que puedes honrar a tus padres:

1. Mostrar Respeto

  • Escuchar: Presta atención a lo que tus padres dicen, valorando sus consejos y opiniones.
  • Hablar con respeto: Elige palabras de gratitud y respeto, incluso en desacuerdos. Evita actitudes despectivas o irrespetuosas.
  • Evitar críticas públicas: Nunca critiques o desacredites a tus padres frente a otros.

2. Agradecer y Valorar

  • Expresar gratitud: Agradece a tus padres por los sacrificios que hicieron por ti, por sus cuidados y amor.
  • Reconocer su esfuerzo: Dales las gracias por el trabajo y dedicación que invirtieron en tu educación, crianza y bienestar.

3. Cuidar de Ellos en la Vejez

  • Proveer ayuda: A medida que envejecen, bríndales el apoyo que necesitan, ya sea emocional, físico o financiero.
  • Acompañarlos: Pasar tiempo con tus padres, visitarles con frecuencia y hacerles sentir valorados es una forma clave de honrarlos.
  • Cuidar su salud: Preocuparte por su bienestar físico, ayudándoles en citas médicas o asegurándote de que reciban los cuidados necesarios.

4. Perdonar sus Errores

  • Liberar el rencor: Ningún padre es perfecto, y parte de honrarlos implica perdonar los errores o heridas del pasado.
  • Buscar reconciliación: Si hay relaciones rotas o distantes, haz lo posible por restaurarlas con humildad y amor.

5. Seguir Sus Buenas Enseñanzas

  • Aplicar su sabiduría: Si tus padres te enseñaron principios bíblicos o valores importantes, vivir de acuerdo con ellos es una forma poderosa de honrarlos.
  • Compartir su legado: Habla de ellos de manera positiva y honra su legado a través de la forma en que vives y educas a tus propios hijos.

6. Ayudarles a Encontrar Gozo

  • Celebrar con ellos: Participa en momentos importantes de su vida, como cumpleaños, aniversarios, y hazles sentir amados.
  • Escuchar sus historias: Valora su experiencia y sabiduría, dándoles la oportunidad de compartir su historia y legado.

7. Orar por Ellos

  • Interceder por su vida: Ora por su salud, bienestar, y vida espiritual. Pedir a Dios que los guíe y los proteja es una forma de mostrar amor y cuidado espiritual.

8. Obedecerles en el Señor (Si eres joven)

  • Seguir sus consejos mientras vivas bajo su techo: A los jóvenes, la Biblia les manda obedecer a sus padres, siempre y cuando los principios estén alineados con la voluntad de Dios.
  • Respetar su autoridad: Someterse a la autoridad de los padres es honrar el orden que Dios ha establecido.

En resumen, honrar a los padres es un acto continuo que involucra respeto, gratitud, apoyo, reconciliación y cuidado. No importa la edad que tengas, la honra es un principio que trasciende el tiempo y trae bendición a tu vida.

Haz ésta oración en voz alta:

Señor, hoy reconozco que he fallado en honrar a aquellos que has puesto en mi vida como autoridades, especialmente a mis padres. Perdóname por mi falta de obediencia y humildad. Ayúdame a caminar en honra, no solo hacia mis padres, sino también hacia todas las autoridades que Tú has establecido. Enséñame a reconciliarme donde haya heridas y restaurar las relaciones rotas. Declaro que en obediencia a tu palabra, veré la manifestación de tus promesas en mi vida. En el nombre de Jesús, amén.

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