Mensajes Puros

«¡QUIERO! ¡SÉ LIMPIO!» — EL TOQUE QUE CAMBIA TODO

MATEO 8: 1-4 «Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. 2Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. 3Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció. 4Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos.»

¡Gloria al Dios viviente, al Rey de reyes, al que tiene poder para sanar, salvar y liberar!
Hoy quiero declarar con el fuego del Espíritu Santo, con la llama ardiente de Aquel que descendió del monte con autoridad divina —¡Jesucristo, el Hijo del Dios viviente!

«Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente…»

¡Oh sí! Multitudes le seguían… pero sólo uno se atrevió a acercarse de verdad. ¡Uno solo! Un leproso. Un marginado. Uno que la sociedad había rechazado. Uno que no tenía derecho a estar cerca. Pero la fe lo empujó más allá del miedo, más allá del juicio, más allá del «qué dirán».

¡Y vino! ¡Se postró! Y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»

¡Ah! ¡Qué declaración de fe tan poderosa! Este hombre no dudaba del poder de Jesús… dudaba de si querría usarlo a su favor. ¡Y hay tantos hoy en día así! Que creen que Dios puede, pero no están seguros si quiere… Pero escucha bien lo que Jesús respondió, y que retumbe en tu espíritu: «¡Quiero; sé limpio!»

¡Dios no es indiferente a tu dolor! Él quiere tocar al impuro. Él quiere abrazar al rechazado. Él quiere limpiar lo que el mundo llama incurable. Mientras otros retrocedían, Jesús extendió su mano y tocó al leproso. Porque nuestro Dios no teme la lepra, no teme tu pasado, no teme tu pecado. ¡Él es el Dios que toca donde nadie más quiere tocar!

Y dice la Palabra: «Al instante su lepra desapareció.»

¡No fue progresivo! ¡No fue en cuotas! ¡No fue a plazos! ¡Fue AL INSTANTE! Porque cuando el cielo toca la tierra, las tinieblas retroceden, las cadenas se rompen y lo imposible se convierte en testimonio.

Jesús luego le dijo: «No lo digas a nadie; ve y muéstrate al sacerdote…»

Porque cuando Dios hace un milagro en tu vida, no es para el aplauso de los hombres, es para testimonio del Reino. Es para que los que dudan vean y teman. Es para que los religiosos despierten. ¡Es para mostrar que el Mesías ha llegado!

Hoy te hablo a ti que estás herido, rechazado, impuro, quebrado…¿Te sientes como el leproso? ¿Aislado? ¿Olvidado? ¿Marcado por una lepra espiritual, emocional, o aún física?

¡Entonces corre a Jesús! ¡Póstrate ante Él! No necesitas saber mucho, sólo necesitas creer lo suficiente como para decir: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»

Y yo te digo hoy, por el Espíritu del Dios vivo: ¡Él quiere!  ¡Sí quiere! ¡Hoy es el día de tu limpieza, hoy es el día de tu restauración, hoy es el día de tu libertad!

¡Levántate! ¡Sacúdete el polvo! ¡Corre al altar de Su gracia! Porque Jesús no ha cambiado.
Él sigue extendiendo su mano. Él sigue tocando al que nadie quiere tocar. Y sigue declarando con voz de autoridad y amor:

¡QUIERO! ¡SÉ LIMPIO!
Este es el Evangelio de poder.
Este es el Cristo que predicamos.
¡Y este es el fuego que arde en nuestros huesos!

OREMOS: Padre amado, en el nombre poderoso de Jesús, hoy me acerco como aquel leproso, reconociendo mi necesidad y tu poder. Declaro que tú quieres sanarme, restaurarme y levantarme. Extiende tu mano sobre mí, Señor, y toca cada área rota, cada herida, cada lepra del alma. Di una palabra, y seré limpio. Creo en tu compasión, recibo tu toque, y me levanto para testificar que tú eres el Dios que transforma. ¡Amén!

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“¡NO SOLO AGUA… SINO FUEGO!”

MATEO 3:11 “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.”

¡Escúchalo bien! Juan el Bautista preparaba el camino… pero él sabía que su ministerio era solo el principio. Él decía: “Yo te bautizo en agua, para arrepentimiento…” Pero luego levantaba la voz y anunciaba: “¡Viene uno más poderoso que yo! ¡Viene el que trae el fuego del cielo!”

¡Cristo no vino solo a limpiarte, vino a encenderte! El agua lava… pero el fuego transforma. El arrepentimiento es el primer paso, pero el bautismo de fuego es el encargo del cielo para que vivas en poder, en autoridad, y en victoria.

¡Jesús vino a darte algo más que religión! Vino a sumergirte en su Espíritu y prenderte en su fuego.

¿Y QUE HACE EL FUEGO

  1. Te despierta
    Ya no puedes dormir espiritualmente. Ya no puedes vivir en la rutina, tibio, apagado, porque cuando el fuego te toca, te despierta a lo eterno. A lo celestial. A lo que verdaderamente importa.
  2. Te consume para Dios
    Ese fuego no te destruye, ¡te consagra! Quema el orgullo, el pecado, las cadenas… y lo que queda es un corazón que arde solo para Él.
  3. Te capacita
    Porque el fuego del Espíritu te empodera para caminar en lo sobrenatural. Para vivir por fe. Para servir sin temor. Para llevar la gloria dondequiera que vayas.

¡No es tiempo de solo agua, es tiempo de fuego!

Muchos se conforman con ser perdonados. Pero Jesús no te llamó solo a ser limpio. ¡Te llamó a ser encendido! Y Él quiere hacerlo hoy. Hoy puedes decir: “Señor, ya no me basta la religión, ni los recuerdos… ¡yo quiero tu fuego ahora!”

Bautízame con tu Espíritu y con fuego. Quema lo que no es tuyo. Despierta lo que está dormido. Y enciende en mí una llama que nunca se apague.”

¡Este es el bautismo del Reino! Este es el poder del Evangelio. Y este es el fuego del Cristo vivo. ¡Que caiga ahora… sobre tu vida! Amén.

OREMOS: Señor Jesús, yo creo en tu Palabra. Hoy vengo delante de ti, no solo por limpieza, ¡sino por fuego! Bautízame con tu Espíritu Santo y fuego. Quema en mí todo lo que no te agrada. Despierta mi alma, enciende mi corazón, y hazme un instrumento encendido para tu gloria. ¡No quiero vivir más apagado! Hoy recibo tu fuego, en el nombre poderoso de Jesús. ¡Amén!

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CUANDO CRISTO REINA EN MEDIO DEL CAOS

En esta hora quiero que meditemos en una escena que revela no solo el poder de nuestro Señor Jesucristo, sino también la condición del corazón humano frente a la tormenta.

MATEO 8: 23-27 “ Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 27Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?

Nos dice esta Palabra que Jesús subió a una barca… y sus discípulos le siguieron. Ellos no estaban fuera de la voluntad de Dios. Estaban siguiendo a Cristo, y aún así… la tormenta los alcanzó.

¡Cuántos creen que seguir a Jesús es garantía de ausencia de tormentas! Pero la Palabra nos enseña otra cosa. A veces es precisamente cuando seguimos a Cristo que los vientos se levantan, que las olas golpean con furia, que la oscuridad nos envuelve. Porque es en medio de la tormenta donde la fe se revela y el poder de Cristo se manifiesta.

La Escritura dice que “las olas cubrían la barca… pero Él dormía”. Cristo dormía. No porque no le importara. No porque no viera. Dormía, porque sabía quién era. Dormía, porque el Padre estaba con Él. Dormía, porque no hay tormenta que pueda hundir al que camina en la voluntad del Cielo.

Y vinieron los discípulos con temor, con ansiedad, con desesperación… como muchos hoy. Gritando: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!” — ¡Qué clamor tan humano! ¡Qué súplica tan sincera! Pero escuche la respuesta del Maestro: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?”

¡Oh, cuánto nos revela esta pregunta! El problema no era la tormenta. El problema era la fe. Porque la fe no depende de lo que vemos. La fe no se construye en la calma. La fe se fortalece cuando todo parece perdido y aún así confiamos en Él.

Entonces, Jesús se levanta, Y reprende a los vientos y al mar. Y dice la Palabra que se hizo grande bonanza. No solo se calmó el viento. ¡Se hizo bonanza! Paz. Silencio. Calma sobrenatural. Y todos se maravillaron y dijeron:

“¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?”

!Escúchame bien! Este no es un hombre cualquiera. Este no es un profeta más. Este es el Hijo del Dios Altísimo, el Verbo hecho carne, el Señor sobre la tormenta, el que tiene poder en su voz, el que habla y la creación obedece, el que reina sobre el caos y trae orden donde todo era confusión.

Hoy vengo a decirte, no temas la tormenta. Si Cristo está en tu barca, aunque parezca que duerme, no está ausente. Él reina. Él ve. Él actúa. Y en el momento preciso, Él se levantará y reprenderá el viento, y traerá paz a tu alma.

Confía. No porque veas la calma, sino porque Él está contigo.
• Si tú huyes de la tormenta, nunca verás su poder.
• Pero si tú permaneces con Cristo, verás su autoridad desatarse como nunca antes.
• La tormenta puede romper tu lógica…
• Pero también puede revelarte la dimensión del Reino que no conocías.

¡Levántate, hoy gente de Dios! No temas al viento. No mires las olas. Mira al Cristo que gobierna sobre todo. Porque si Él está en tu barca, no importa cuán grande sea la tormenta, su presencia es garantía de victoria.

OREMOS: Señor Jesús, hoy despierto mi fe en Ti. Aunque los vientos rugen y las olas golpean, sé que Tú estás en mi barca. Reprende toda tormenta que se ha levantado contra mi vida. Declaro que Tú gobiernas sobre el caos, y que una gran bonanza viene en Tu nombre. ¡No temeré, porque Tú eres el Dios que calma el mar y sostiene mi destino!

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ADORACIÓN QUE ROMPE CADENAS

Hechos 16: 19-35  » Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades; 20y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, 21y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos. 22Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. 23Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. 24El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo. 25Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. 26Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. 27Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. 28Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. 29Él entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; 30y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 31Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.  

Esto no es sólo un relato histórico. Es una revelación espiritual. Es un espejo de lo que muchos siervos y siervas de Dios viven hoy.

Pablo y Silas no estaban en pecado. No estaban fuera de la voluntad de Dios. ¡Estaban en el centro del propósito divino! Habían libertado a una joven de espíritu de adivinación. Habían desatado una vida. Pero el infierno no se quedó quieto. Las autoridades los humillaron. Los hombres los golpearon. Y los metieron en lo más profundo de la cárcel.

Pero aquí viene la clave, ¡no dejaron que la cárcel entrara en ellos! Podrían estar con los pies en el cepo, pero sus corazones estaban en el trono de la gracia.

Y dice el verso 25: «A medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.»

¡Escucha bien! La adoración no es algo emocional. Es algo espiritual. La adoración es un arma. Es un acto de guerra. Porque cuando adoras en el quebranto, proclamas que tu Dios sigue siendo Rey aunque estés en el valle. Cuando alabas en la oscuridad, confiesas que la luz verdadera no depende del sol, sino del Sol de justicia.

¿Por qué es importante la adoración? Porque la adoración establece el trono de Dios en medio del caos. Porque el que adora en la cárcel, demuestra que su libertad no depende de las circunstancias. Porque cuando adoras en tu noche más negra, haces temblar los fundamentos del infierno.

¡Y eso fue lo que pasó! «Entonces sobrevino de repente un gran terremoto…» «…se abrieron todas las puertas y las cadenas de todos se soltaron.» ¡La adoración mueve el cielo! ¡La adoración libera no solo al que canta, sino a los que lo escuchan! ¿Lo ves? Pablo y Silas cantaban, pero los presos también fueron libres.

Cuando tú decides adorar en medio del dolor, **tus hijos escuchan, tus vecinos miran, y los que están presos en otras cárceles —emocionales, espirituales, familiares— pueden ser tocados por el poder de tu alabanza! ¡Tu adoración tiene alcance eterno!

Y mientras temblaba la tierra, el carcelero —sí, el mismo que los encerró— fue tocado. Quiso quitarse la vida… porque pensó que todo estaba perdido. Pero una voz con autoridad lo detuvo: “¡No te hagas ningún mal, porque todos estamos aquí!”

Y ese hombre, que custodiaba rejas de hierro, ahora estaba prisionero del poder de Dios.
Cayó a los pies de Pablo y Silas y dijo: «Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?»

Y ellos no le dieron religión. Le dieron vida: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.»

Cierro con esto: Adora cuando no entiendas. Adora cuando no veas. Adora cuando todo te diga que te calles…Porque la adoración en la cárcel es una llave que abre puertas que ni el enemigo puede cerrar. A lo mejor tú estás viviendo una “medianoche” hoy… Pero si te atreves a orar, a cantar, a levantar tus manos…Dios hará temblar tu cárcel. Las cadenas caerán. Y otros serán salvos al oír tu voz. ¡Adora! ¡No por lo que ves, sino por quien Él es! ¡Porque a medianoche… el cielo responde al canto de los justos!

OREMOS: Señor Dios Todopoderoso, en medio de nuestras prisiones y cadenas, te alabamos y exaltamos. Que nuestra adoración sea llave que rompa toda atadura y declare tu libertad en nuestras vidas. Espíritu Santo, fortalece nuestra fe para cantar aun en la noche oscura, confiando que Tú haces temblar el calabozo y abres puertas cerradas. Que tu poder se manifieste, y me traiga salvación y esperanza y a quienes me rodean. En el nombre de Jesús, amén.

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