Mensajes Puros

CUANDO EL CIELO TOCÓ LA TIERRA

La Navidad no es una tradición cultural, es una revelación divina. La Escritura dice: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). Eso es Navidad. Dios no envió una idea, envió a Su Hijo. El Padre decidió entrar en la historia humana a través de Jesucristo.

Jesús es el centro de la Navidad. No es el pesebre, no son las luces, no son los regalos. Es Jesús.

La Palabra declara que “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo”.  El Rey eterno y Creador aceptó nacer como criatura para rescatar al hombre caído.

Dios no escogió palacios ni tronos; escogió Nazaret y una joven llamada María. María respondió con obediencia: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” Así, el plan eterno de salvación comenzó a manifestarse en la tierra.

Jesús vino con una misión clara.“El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. No vino solo a nacer, vino a morir. El pesebre apunta a la cruz, y la cruz apunta a la resurrección, con el propósito de reconciliarnos con el Padre.

La Navidad nos recuerda que Dios no se quedó lejos de nuestro dolor. En Jesús, Dios se hizo cercano, compasivo, redentor. Y todo comenzó cuando el cielo tocó la tierra.

Hoy la Navidad sigue siendo una invitación viva. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. No basta con recordar Su nacimiento; es necesario rendirle el trono de nuestro corazón.

 Porque cuando Cristo nace en nosotros, la luz vence a las tinieblas, y el Reino de Dios se manifiesta con poder.

La Navidad revela a Jesucristo encarnado: Dios irrumpe con amor y humildad en nuestra historia, se acerca a nuestra fragilidad, nos redime con gracia y establece Su Reino eterno en corazones rendidos.

OREMOS: Padre celestial, hoy reconocemos que la Navidad es Jesucristo viviendo en nosotros. Recibimos al Verbo hecho carne, al Salvador que vino a buscarnos y redimirnos. Rendimos el trono de nuestro corazón y decimos como María: hágase con nosotros conforme a Tu palabra. Que Cristo nazca, gobierne y sea glorificado en nuestras vidas. Amén.

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¡A TI TE DIGO… LEVÁNTATE!

En Lucas 7: 11-17, Jesús llega a la ciudad de Naín justo en el momento en que una madre destrozada llevaba a su único hijo rumbo al cementerio. La multitud caminaba hacia la muerte… ¡pero Jesús venía caminando hacia la vida!

La Biblia dice: “Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: No llores.”

Jesús no ignoró su dolor. No la dejó sola. No dio explicaciones. Le habló directamente al corazón: “No llores.” Porque cuando Cristo llega, las lágrimas se vuelven puertas para milagros.

Jesús no solo consoló, Él tocó el féretro. Y cuando Jesús toca lo que está muerto, la muerte pierde autoridad. El enemigo pensó que ya todo estaba terminado y que era el final. Pero el cielo tenía otro capítulo.

Entonces Jesús pronunció una palabra que atraviesa el tiempo, la tumba y la historia: “¡Joven, a ti te digo… levántate!” Y el muerto se incorporó, volvió a hablar y regresó a su lugar.

Hoy esa misma voz te llama a tí. La voz que resucita sueños. La voz que rompe diagnósticos. La voz que revive lo que parecía enterrado.

Jesús te dice hoy: “A ti te digo: levántate. Levántate en tu fe. Levántate en tu propósito. Levántate en tu casa. Levántate en tu ministerio. Levántate en tu salud. Levántate en tu asignación.”

Porque donde otros ven un funeral, Cristo ve un futuro. Donde tú viste derrota, Cristo ve testimonio. Donde parecía terminar la historia, Cristo la rescribe con gloria.

Y así como toda la multitud glorificó a Dios en Naín, la gente verá lo que Dios hace contigo. Será público, será visible, será sobrenatural.

Jesús sigue diciendo hoy: “No llores… porque voy a levantar lo que pensaste que habías perdido.”

Oremos:  Señor Jesús, hoy me presento delante de Ti y creo que tu voz tiene poder para levantar todo lo que parecía muerto en mi vida. Toca mi cuerpo, mi fe y mi propósito. Declaro que donde hubo lágrimas, ahora hay vida; donde hubo silencio, ahora hay voz; y donde hubo final, hoy hay resurrección. En tu nombre poderoso, Amén.

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“UNA FE QUE ASOMBRA AL CIELO”

MATEO 8:5–13 » ….Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. 9Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. 10Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe….»

Amado, ¿te puedes imaginar lo que significa que JESÚS quede asombrado de tu fe? ¡El cielo entero reaccionando! ¡El Reino deteniéndose! ¡Los ángeles mirando hacia la Tierra porque un hombre decidió CREER!

Aqui encontramos a un hombre inesperado, un centurión romano, un extranjero, alguien que no parecía tener méritos espirituales… ¡pero tenía algo que movió a Dios mismo: FE!

1. Dios no está buscando perfectos, sino creyentes

Este hombre no era judío, no conocía los rituales, no vivía en el templo, ¡pero sí entendía autoridad!

Él no dijo: “Jesús, ven a mi casa, tócame, ora por mí…”

¡No!. Dijo: “Solo di la palabra, y mi siervo sanará.”

¡Eso es fe osada!. Fe que no necesita ver, que no exige señales, que no pone condiciones. Fe que solo espera UNA PALABRA.

2. Fe que entiende autoridad espiritual

El centurión sabía algo profundo: La Palabra de Jesús gobierna realidades.
Lo que Él dice, sucede.
Lo que Él ordena, se establece.
Lo que Él declara, se manifiesta.

No le pidió una visita, no le pidió una explicación, no le pidió una evidencia… ¡Pidió un decreto! “Dilo, Señor… y será hecho.”

3. Jesús se sorprende

¡Meditadlo!. El Maestro, el Alfa y Omega, el Hijo del Dios Viviente… SE SORPRENDE.

Dice la Escritura que Jesús “se maravilló”. ¿Por qué?

No por la religiosidad.
No por la posición.
No por la elocuencia.

¡Por la fe!

4. Algunos oran, pero no creen

Muchos oran sin fe, hablan sin convicción, oyen la Palabra pero no la reciben como decreto celestial.

Este centurión nos enseña algo: No es cuánto sabes, sino cuánto crees lo que Dios ha dicho.

5. La distancia no limita a Jesucristo

El siervo estaba lejos. Pero la Palabra llegó. No hubo distancia. No hubo barrera.

¡El Reino se mueve por palabra!

Y hoy te digo en el nombre del Señor: Tu milagro no depende de circunstancias, sino de fe.

6. Hoy el cielo sigue buscado fe que sorprenda

Jesús declaró: “Ni aun en Israel he hallado tanta fe.”

¡Wow! ¿Te das cuenta?. El cielo sigue buscando esa fe que no cuestiona, que no negocia, que no titubea.

Fe que declara: Si Dios lo dijo… así será.

Hoy el Señor te pregunta:

¿Estás dispuesto a creerle por encima de la lógica?
¿Estás dispuesto a creerle más que a los diagnósticos?
¿Más que a la economía?
¿Más que a tus temores?

¡El centurión apostó TODA su esperanza en una sola palabra de Cristo!

OREMOS: Señor Jesús, una Palabra tuya es suficiente para sanar mi cuerpo hoy. Declaro tu autoridad sobre toda dolencia y proclamo que tu vida fluye en cada célula, trayendo restauración completa. Habla, Señor, y reciba yo fortaleza nueva, paz sobrenatural y la unción fresca del Espíritu Santo sobre mí. Que tu presencia me envuelva y tu poder me levante. En tu Nombre poderoso, amén.

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“La Presencia Que Rompe Cadenas y Sana Multitudes”

LUCAS 6: 17-19 » Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades; 18y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados. 19Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.»

QUE HABIA EN JESÚS QUE TODOS PROCURABAN TOCARLOS, porque dice la Palabra que poder salia de Él y sanaba a todos.

Había tres realidades gloriosas en Jesús que hacían que todos quisieran tocarlo… y todavía hoy son las mismas que mueven los corazones, estremecen el ambiente espiritual y provocan milagros:


1. HABÍA UNA PRESENCIA QUE ROMPÍA LAS TINIEBLAS

Jesús no solo tenía presencia… Él era la Presencia misma de Dios caminando entre los hombres.
Donde Él llegaba, el ambiente cambiaba.
La opresión retrocedía.
La desesperanza se rompía.
La atmósfera se cargaba de gloria.

La gente decía: “¡Algo pasa cuando Él está aquí!”
Ese “algo” era la manifestación del Dios vivo.


2. HABÍA UNA PUREZA Y UNA AUTORIDAD IRRESISTIBLE

El toque de Jesús no era solo físico…
Había santidad, autoridad, integridad, obediencia perfecta.
La gente se acercaba porque podía sentir que en Él no había sombra de maldad.

Su autoridad no era la de los religiosos…
Era la autoridad del Creador hecho carne.
Cuando Jesús hablaba, lo espiritual obedecía.
Cuando Jesús imponía manos, lo invisible se alineaba.
Cuando Jesús tocaba, algo eterno se manifestaba.

Por eso la gente procuraba tocarlo:
porque en Él no había contaminación, sino autoridad pura y celestial.


3. HABÍA UN PODER QUE NO SE QUEDABA DENTRO… ¡SALÍA!

Lucas dice: “poder salía de Él, y sanaba a todos”.
Esto no era emoción.
No era sugestión.
No era simbólico.

Era poder real, dinámico, tangible, que fluía como un río espiritual.
No poder guardado…
No poder reprimido…
No poder teórico…

Poder que salía. Poder que se desbordaba. Poder que sanaba. Poder que liberaba.

La multitud no quería solo ver a Jesús…
¡Querían que ese poder los tocara!
Querían sentir ese flujo divino recorriendo sus cuerpos, rompiendo cadenas, expulsando demonios, restaurando su alma.

Y te digo algo a tí en este día:
Ese mismo Jesús está vivo.
Ese mismo poder sigue saliendo.
Esa misma presencia sigue descendiendo.
Esa misma autoridad sigue gobernando.

Y cuando tú lo buscas, cuando tú lo tocas con fe, Ese mismo poder te toca a ti.

OREMOS EN VOZ ALTA: Señor Jesús, hoy me acerco a Ti con hambre y con fe. Tócame con tu presencia, lléname con tu autoridad y deja que tu poder que sale de Ti fluya sobre mi vida. Rompe toda carga, sana todo lo que está herido y enciende en mí un fuego nuevo. No me voy sin recibir tu toque transformador. Lo pido en Tú nombre. Amén.

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