¿Quién es Dios y cómo es?

Si tuviera que describir a Dios, ¿qué palabras usaría? ¿Cuánto de lo que conoce de Él proviene de la Biblia? ¿Cuánto viene de sus experiencias o de las ideas que otros tienen acerca de Él?

Algunos se lo imaginan como si fuera un abuelo que vive en el cielo y que desea bendecirlos en todo momento. Otros, lo ven como un juez severo sentado en su trono, listo para castigarlos. Y también hay quienes no creen que Dios exista, pues desean vivir de acuerdo a sus propios deseos carnales y no seguir la autoridad divina de Dios. Sin embargo, la única manera de llegar a conocerlo es creer lo que la Biblia nos enseña acerca de Él.

Conocer correctamente a Dios es crucial, pues produce ramificaciones eternas.

Todos tenemos convicciones que rigen nuestra vida, y estar convencidos de la identidad de Dios debe ser una de ellas. Tener convicción en torno a algo es estar tan plenamente convencido de que ese algo es cierto, que lo defendemos sin importar las consecuencias. Si estamos convencidos de que la Palabra de Dios es verdad, contamos con un cimiento firme para nuestras convicciones acerca de Dios.

  • Dios es un ser que no fue creado. Él existe antes del comienzo del tiempo y es el Creador de los cielos y la tierra (Gn 1.1). El Salmo 90.2 afirma que “desde el siglo y hasta el siglo [Él es] Dios”.
  • Dios es invariable. Cuánta confianza nos da el saber que los planes, propósitos y promesas del Señor nunca cambian. Si nos ha hecho una promesa en su Palabra, podemos estar convencidos de que no cambiará su manera de pensar.
  • Dios es omnipresente Eso significa que el Señor está presente en todas partes. No tenemos que buscarle para encontrarle. De hecho, de acuerdo a Salmo 139:7 «A donde me iré de tu Espíritu?, Y a donde huiré de tu presencia?». No hay nada que podamos hacer para huir de su presencia. Sin importar lo que enfrentemos, siempre está con nosotros.
  • Dios es omnipotente. Tiene todo el poder. Por eso nos dice en Mateo 19.26: “más para Dios todo es posible”. Sin embargo, el Señor nunca actúa de una manera que esté en desacuerdo con su naturaleza. Por ejemplo, nunca miente, ni es tentado por la maldad, pues es bondad y verdad (Tit 1.2).
  • Dios es omnisciente. Posee un conocimiento completo acerca de todo, incluyendo cada evento del pasado, del presente y del futuro. Aunque nos gustaría que compartiera su conocimiento con nosotros, no podemos asimilarlo, pues tenemos una mente finita incapaz de comprender la vastedad infinita de la mente de Dios. De acuerdo a Deuteronomio 29.29: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; más las reveladas son para nosotros”. El Señor no satisface toda nuestra curiosidad, pero nos revela lo que desea que conozcamos por medio de su Palabra. Y de no poder encontrar alguna respuesta en la Biblia, debemos dejar ese asunto en las manos de Dios, pues confiamos en su infinita sabiduría y conocimiento.
  • Dios es invisible. Aunque Jesús pudo ser visto en carne y hueso como Dios hecho hombre, solo Cristo ha visto al Padre. Pablo lo describe como el “solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto, ni puede ver” (1 Ti 6.15, 16).
  • Dios es amor. Esto no es solo lo que hace, sino quién es Él, pues el amor es una parte esencial de su naturaleza. Su expresión máxima de amor fue el enviar a su Hijo Jesucristo a este mundo, para redimir a los pecadores Jn 3.16 » Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna«. Su misericordia, gracia y amor ha descendido a nosotros para salvar y dar vida eterna a todos los que creen en Jesús.
  • Dios es santo. Eso significa que está separado de toda maldad y su santidad es el modelo que debemos seguir. Aunque nunca podremos vivir sin pecar como Dios lo hace, quienes hemos confiado en Cristo como nuestro Salvador personal, debemos tener el deseo de vivir en santidad y obediencia. La santidad es un estilo de vida al que Dios nos ha llamado, y al que nos ha capacitado por medio del Espíritu Santo. Nos hace sensibles al pecado y nos exhorta a pedirle perdón y buscar su fortaleza en todo momento.
  • Dios es justo. Él es el modelo perfecto de justicia, y siempre actúa de acuerdo a lo que está correcto. Además, su deseo para cada uno de nosotros es que vivamos en justicia, y nos da su Espíritu para que podamos hacer lo correcto.
  • Él es Dios de ira. Eso significa que aborrece el pecado y todo lo que se opone a su carácter moral. De acuerdo a Juan 3.36: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. La ira de Dios nunca vendrá sobre los que hemos depositado nuestra confianza en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, pues está limitada para los que rechazan a su Hijo.
  • Dios es nuestro Juez. Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para ser juzgados por nuestras obras y recibir las recompensas que hemos obtenido (2 Co 5.10). Como cristianos no debemos temerle a la ira de Dios, pues solo compareceremos a un juicio con el propósito de determinar las recompensas que recibiremos. Seremos juzgados de acuerdo a la manera en la que hemos vivido y a lo que hemos hecho con las oportunidades que nos ha dado.
  • Dios es nuestro galardonador. A todos se nos da la oportunidad de escoger cómo edificar nuestra vida sobre el fundamento de Cristo (1 Co 3.10-15). Si nuestras obras no tienen valor eterno, se consumirán en el juicio. Pero si son preciosas y duraderas, recibiremos recompensas del Señor. Aún en ese juicio, el amor y la gracia de Dios se harán evidentes hacia sus hijos.
  • Dios es digno de adoración. Él es el Señor del universo y nuestro Salvador, quien es digno de todo honor y gloria. Nuestra adoración por Él se hace evidente cuando permitimos que su Palabra permanezca en nosotros y le adoramos con cánticos de agradecimiento (Col 3.16).

Si quieres ver la realidad de todo esto que hemos compartido, te invito a hacer la siguiente oración, diciéndola con tu propia boca: Padre te amamos y alabamos por tu paciencia y bondad y tu perdón. Por la gran verdad que nos das en tu Palabra. Y te pido que perdones mis pecados y decido aceptar a Cristo como mi Señor y Salvador, en el nombre de Jesús. Amén.

FUENTE: Gracias Pastor Charles Stanley por sus enseñanzas.

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