Categoría: Santidad

QUIEN ES EL REY DE GLORIA

Hoy, nos reunimos en el poderoso nombre de Jesucristo, y traigo un mensaje inspirado por las palabras del Salmo 24, un salmo que proclama la majestad, la soberanía y la santidad del Señor. Dice así:

«De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan. Porque él la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos.» (Salmo 24:1-2).

Este pasaje nos recuerda algo fundamental: todo le pertenece a Dios. Todo lo que vemos y todo lo que somos tiene su origen en Él. No hay un rincón de esta tierra que no esté bajo su autoridad. El mundo clama por independencia, por poder y control, pero la verdad es esta: el Señor es el único soberano, y su gobierno es eterno.

¿QUIEN PUEDE ACERCARSE AL REY DE GLORIA?

El salmo sigue diciendo:

«¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño.» (Salmo 24:3-4).

Aquí encontramos un llamado solemne. Dios no solo es Rey, sino que es un Rey Santo. Él exige pureza, justicia y verdad. Pero si somos honestos, ¿quién puede cumplir con este estándar? La Palabra dice: «No hay justo, ni aun uno». Nadie, por sus propias fuerzas, puede pararse en la presencia del Dios santo.

Y aquí está el centro del evangelio: Dios sabía que no podíamos alcanzar su santidad por nosotros mismos. Por eso envió a su Hijo, Jesucristo. Él es el limpio de manos y el puro de corazón. Él vivió la vida que nosotros no podíamos vivir, y en la cruz, cargó con nuestros pecados para que, por medio de su sangre, podamos ser lavados y presentados santos ante Dios.

LEVANTEN PUERTAS ETERNAS

El salmo concluye con un poderoso clamor:

«Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla.» (Salmo 24:7-8).

Jesucristo es este Rey de gloria. Él venció la muerte, destruyó el poder del pecado y abrió las puertas del cielo para nosotros. Él es fuerte y valiente, el que lucha nuestras batallas y nunca pierde. Hoy, Él está tocando a las puertas de tu corazón, diciendo: “Ábreme, déjame entrar, y haré morada contigo.”

UN LLAMADO A RESPONDER

Hermanos, ¿cómo debemos responder a este mensaje? El apóstol Pablo lo dice claramente: «Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.» (Romanos 10:9). Hoy es el día para abrir las puertas de tu vida al Rey de gloria. Hoy es el día de dejar las cosas vanas, los ídolos, y entregarte completamente a Cristo.

Recuerda, de Jehová es la tierra y su plenitud. Él no quiere solo una parte de tu vida; Él quiere todo. Porque todo ya le pertenece.

Así que levántate, deja tus cargas y rinde tu vida al único que es digno. Jesucristo, el Rey de gloria, te llama. Para ello, te invito a que hagas conmigo la siguiente oración en voz alta.:

Oremos:

Señor Dios todopoderoso, reconozco que la tierra y todo lo que hay en ella te pertenecen, porque tú la creaste con tu poder. Tú eres el Rey de gloria, fuerte y valiente, digno de toda alabanza.

Hoy vengo ante ti humildemente, sabiendo que solo los de manos limpias y corazón puro pueden entrar en tu presencia. Te pedo que me purifiques por la sangre de Jesús, que limpies mi pecado, y renueves mi corazón. Ayúdame a apartarme de las cosas vanas y a vivir una vida que te glorifique.

Señor, abro las puertas de mi corazón para que tú, el Rey de gloria, entres y tomes el control de mi vida. Reina en mi con tu poder y guíame en tus caminos. Te exalto, te honro y te bendeigo. En el nombre de Jesús, amén.

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TODO ES VANIDAD

El sabio Salomón, en su búsqueda incansable de sentido y propósito, se sumergió en la alegría y el placer del mundo. «Ven ahora», dijo en su corazón, «te probaré con alegría, y gozarás de bienes». Pero, ¿qué descubrió? Que todo esto era vanidad. Hermanos, en medio de la abundancia y el gozo terrenal, Salomón halló vacío. ¿Cuántas veces nosotros también buscamos satisfacción en las cosas de este mundo, solo para encontrarnos con el mismo vacío?

ECLESIASTES 2: 1-12 1Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad. 2A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto? 3Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida. 4Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; 5me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. 6Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles. 7Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. 8Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música. 9Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría. 10No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. 11Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.

El sabio Salomón, en su riqueza y poder, edificó casas, plantó viñas, creó huertos y jardines. Se rodeó de siervos, vacas y ovejas, acumuló plata y oro, tesoros preciosos y músicos que deleitaron sus oídos. Él no negó a sus ojos ningún deseo, ni apartó su corazón de placer alguno. Sin embargo, ¿qué concluyó al final de todo esto? Que todo era vanidad y aflicción de espíritu. ¡Sin provecho bajo el sol!

Hoy, más que nunca, vivimos en una era de consumismo y búsqueda desenfrenada de placer. Pero debemos recordar las palabras de Salomón. No importa cuánto acumulamos, cuántas experiencias buscamos, ni cuántos placeres disfrutamos; si nuestra vida está desconectada de Dios, todo es vanidad.

El verdadero propósito y la verdadera alegría no se encuentran en las cosas de este mundo, sino en nuestra relación con Dios. Es en la comunión con Él donde hallamos plenitud. Jesús nos enseñó en Mateo 6:33: «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas». No se trata de rechazar las bendiciones que Dios nos da, sino de no poner nuestro corazón en ellas.

Salomón, a pesar de su sabiduría y riquezas, comprendió que sin Dios, todo esfuerzo humano es inútil. Hermanos, nuestro trabajo, nuestras posesiones, nuestros logros, todo es pasajero. Solo en Dios encontramos lo eterno y lo verdadero.

No busquen llenar sus vidas con las cosas de este mundo. No permitan que el engaño de la vanidad los arrastre. ¡Enfoquen sus corazones en el Señor! ¡Dedíquenle su tiempo, sus talentos, sus recursos! Porque solo en Él hay plenitud de gozo y delicias a su diestra para siempre.

 QUE NOS PASA AL VIVIR BUSCANDO LAS SATISFACCIONES TEMPORALES

  1. Vacío Interior
    • A pesar de todas las riquezas, placeres y logros, Salomón se siente vacío por dentro. No encuentra una satisfacción duradera en lo que el mundo ofrece. Esto refleja un vacío espiritual, donde nada en el ámbito material puede llenar el anhelo profundo del alma por algo eterno y significativo.
  2. Frustración y Desilusión
    • La «aflicción de espíritu» también denota una profunda frustración y desilusión. Salomón esperaba encontrar felicidad y propósito en sus logros y placeres, pero en lugar de eso, encontró que estos eran temporales e insatisfactorios. Esta realización trae una sensación de angustia y desengaño.
  3. Esfuerzo Inútil
    • El término puede sugerir un sentimiento de que todo su esfuerzo fue en vano. A pesar del arduo trabajo y la dedicación, el resultado final es insatisfactorio y vacío. Esta es una reflexión sobre la futilidad de trabajar exclusivamente por cosas terrenales sin un propósito eterno.
  4. Ansiedad y Preocupación
    • También puede implicar una sensación de inquietud y preocupación. La constante búsqueda de más y más, sin encontrar verdadera paz o contentamiento, puede llevar a un estado de ansiedad. Esta es la «aflicción de espíritu» que viene al darse cuenta de que las cosas temporales no pueden proporcionar una paz duradera.

QUE PODEMOS HACER PARA TENER UNA VIDA PLENA DE PROPÓSITOS?

¿cómo podemos aplicar esta enseñanza a nuestras vidas?

1. Vivir en Obediencia  la Palabra de Dios. La obediencia a la Palabra de Dios es fundamental para honrarlo. Jesús mismo dijo: «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Juan 14:15). Esto implica leer, estudiar y meditar en la Biblia regularmente, permitiendo que sus enseñanzas transformen nuestras vidas. No se trata solo de conocer la Palabra, sino de vivirla día a día, aplicando sus principios en nuestras decisiones, relaciones y acciones.

2. Oración y Comunión con Dios. La oración es nuestra línea directa con el Padre. A través de la oración, expresamos nuestra dependencia de Él, buscamos Su guía, y nos fortalecemos espiritualmente. Pablo nos exhorta a orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17). Dedicar tiempo diario a la oración y la comunión con Dios nos ayuda a mantenernos cerca de Él y alineados con Su voluntad.

3. Adoración y Alabanza. La adoración no es solo un acto de los domingos, sino un estilo de vida. Debemos adorar a Dios en espíritu y en verdad (Juan 4:24), reconociendo Su grandeza y dándole el honor que merece en todo momento. La alabanza nos permite expresar nuestra gratitud y amor por Dios, y nos conecta con Su presencia.

4. Servicio a los Demás. Jesús nos enseñó que el mayor mandamiento es amar a Dios, y el segundo es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37-39). Servir a los demás con amor y humildad es una manera poderosa de honrar a Dios. Esto puede manifestarse en actos de bondad, apoyo a los necesitados, y siendo una luz en nuestras comunidades.

5. Santificación Personal. Dios nos llama a ser santos, porque Él es santo (1 Pedro 1:16). Esto significa apartarnos del pecado y vivir una vida que refleje la pureza y justicia de Dios. Implica arrepentirnos de nuestros pecados y permitir que el Espíritu Santo nos transforme a la imagen de Cristo. La santificación es un proceso continuo de crecer en la gracia y el conocimiento del Señor.

6. Mayordomía de los Recursos. Todo lo que tenemos proviene de Dios. Debemos ser buenos mayordomos de nuestros recursos: tiempo, talentos, y tesoros. Esto incluye dar generosamente, usar nuestros dones para edificar la iglesia, y vivir con integridad en nuestras finanzas. Cuando gestionamos bien lo que Dios nos ha dado, le estamos honrando.

7. Testimonio y Evangelismo. Somos llamados a ser testigos de Cristo en todo el mundo (Hechos 1:8). Compartir el evangelio y vivir una vida que testifique de la obra redentora de Jesús es una forma de honrar a Dios. No debemos avergonzarnos del evangelio, sino proclamarlo con valentía y amor.

En conclusion:

  1. Buscar a Dios Primero
    • Mateo 6:33 nos dice: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.» Debemos priorizar nuestra relación con Dios por encima de todo lo demás, sabiendo que solo en Él encontraremos verdadera satisfacción y propósito.
  2. Vivir con Propósito Eterno
    • Al recordar que las cosas terrenales son temporales, debemos enfocarnos en lo que tiene valor eterno. Esto incluye nuestra relación con Dios, nuestra fe, y cómo vivimos según Sus mandamientos. Invertir en relaciones, compartir el evangelio y vivir una vida santa son formas de enfocarnos en lo eterno.
  3. Encontrar Contentamiento en Cristo
    • Filipenses 4:11-13 nos enseña a estar contentos en cualquier circunstancia, confiando en que Cristo es nuestra verdadera fuente de fortaleza y satisfacción. Esto nos ayuda a evitar la «aflicción de espíritu» que viene de buscar contentamiento en las cosas equivocadas.

Salomón dijo: «Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad». Pero al final, se dio cuenta de que todo era vanidad. Aprendamos de su experiencia y busquemos la sabiduría que viene de lo alto, la sabiduría que nos lleva a temer y amar a Dios.

Hoy es el día para reorientar nuestras vidas. Hoy es el día para renunciar a la vanidad y abrazar la verdad eterna de Jesucristo. Porque en Él, y solo en Él, encontramos el propósito y la plenitud que nuestras almas anhelan.

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EL PRIVILEGIO DE CONOCER AL DIOS SANTO

¿Qué hace que las personas se distancien del Señor o lo eviten? Algunos simplemente lo ignoran, pero hay otros que se enojan y se vuelven hostiles hacia Él. SabIendo que Dios es amor, bondad, misericordia y bondad, esas reacciones adversas son tristes de ver. Pero hay un atributo de Dios que hace que el mundo incrédulo se aleje de Él porque revela su pecado, esa es Su santidad.

ISAIAS 6:1-8 “En el año en que murió Uzías, el rey de Judá, Isaías tuvo una visión de “Jehová sentado sobre un trono alto y sublime, con la orla de su manto llenando el templo” (Isaías 6:1). Los serafines que estaban de pie sobre Él gritaban: “Santo, Santo, Santo, es el Señor de los ejércitos. Toda la tierra está llena de su gloria” (vv. 2-3). Los cimientos temblaron y el templo se llenó de humo en esta impresionante exhibición de Su santidad (v. 4).

Todas las leyes, principios y acciones de Dios se derivan de Su atributo de santidad. En el libro de Levítico, el Señor usó Sus mandamientos para enseñar a los israelitas que Él era santo, diciendo: “Así que vosotros seréis santos para Mí, porque yo, el Señor, soy santo; y os he escogido de entre los pueblos para que seáis míos” (Levítico 20:26). Los apartó para sí mismo y estableció varias leyes para gobernar cómo lo adoraban. Este principio se reitera en 1 Pedro 1:15-16, “Como el Santo que os llamó, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta; porque está escrito: Santos seréis, porque yo soy santo.

COMO SE DEFINE LA SANTIDAD DE DIOS

Aquí hay dos aspectos de la santidad de Dios.

1. Su Pureza Moral. El Señor es perfectamente sin pecado y puro, sin malos pensamientos, palabras, motivos o acciones. Nada de lo que ha hecho o hará está mal. Él desprecia toda maldad y no puede tolerarla ni la pasa por alto.

2. Su Separación. Su justicia y pureza son tan grandes que nos separan de Él porque todos nacemos con naturalezas pecaminosas. Ser santificado significa ser apartado o santificado. Dios es el único que puede santificar a alguien porque solo Él es el epítome de la santidad. Dado que el pecado está presente en nosotros, no tenemos poder para hacernos justos. Pero somos hechos santos por un acto de Dios en un momento de tiempo basado en nuestra fe en Jesucristo. Él nos aparta para sí mismo y luego trabaja para hacernos santos en carácter y práctica a través del proceso de santificación, que continúa a lo largo de nuestras vidas hasta que alcanzamos el cielo.

¿CÓMO REACCIONA LA GENTE A LA SANTIDAD DE DIOS?

  • La respuesta de Isaías. Isaías se sintió abrumado por su visión del Señor y respondió con reverencia y humildad. La santidad de Dios puso en marcado contraste su propia pecaminosidad humana, lo que hizo que clamara: “¡Ay de mí, que soy muerto! Porque soy hombre de labios inmundos, y habito en medio de un pueblo de labios inmundos; porque mis ojos han visto al Rey, Señor de los ejércitos” (Isaías 6:5). Al confesar su pecado, uno de los serafines tocó su boca con un carbón encendido tomado del altar, diciendo: “He aquí, esto ha tocado tus labios; y vuestra culpa es quitada, y se hace expiación por vuestro pecado” (vv. 6-7). En segundo lugar, Isaías respondió a la pregunta del Señor: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” Habiendo sido limpiado del pecado, Isaías rápidamente se ofreció como voluntario para servir al Señor como Su profeta, diciendo: “Aquí estoy. ¡Envíame a mi!”. (v. 8).
  • La respuesta del Apostol Pedro. Al ver a Jesús producir una captura milagrosa de peces después de su propia noche inútil de pesca, Pedro reconoció que no era un hombre ordinario. Cuando se enfrentó a la santidad de la deidad de Cristo, “cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: ¡Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador!” (Lucas 5:8).
  • La respuesta de los fariseos y saduceos. En Juan 8 se registra una conversación entre los líderes religiosos y Jesús. Las señales y afirmaciones que Jesús hizo con respecto a su deidad frustraron y enemistaron a los fariseos y saduceos. Lo criticaron y desafiaron y finalmente respondieron con animosidad, ira y un intento de destruirlo. No podían tolerar la presencia del Dios Santo en la persona de Jesucristo.
  • La respuesta de los no cristianos hoy. Aquellos que no conocen a Jesús como Salvador se sienten muy incómodos con la santidad de Dios porque, como una luz, revela su pecado. Por lo general, no quieren escuchar nada acerca de Dios, Jesucristo o Su Palabra, y a veces son antagónicos con los creyentes y la iglesia. Su reacción va desde la indiferencia y el ridículo hasta el odio, la ira y la persecución.
  • La respuesta de los santos que viven en rebelión hacia Dios. Cuando los cristianos toleran el pecado en sus vidas y viven en desobediencia, se vuelven resistentes a la corrección y se sienten incómodos con la santidad de Dios. Pero todos los creyentes han sido apartados para Dios, y Él trabaja continuamente para traerlos de regreso y santificarlos hasta el día en que los llame a Su hogar.
  • La respuesta de los santos que desean vivir en la voluntad de Dios, andar en Sus caminos y obedecerle. Estos creyentes están asombrados y abrumados por la santidad de Dios. Se apresuran a caer de rodillas en arrepentimiento, reconocen su indignidad y lo adoran y alaban. Su deseo es reunirse para adorar al Dios que los salvó y ver el evangelio proclamado en todo el mundo. Estos son santos que quieren que la santidad gobierne y reine en sus vidas.

¿CÓMO PUEDE EL DIOS SANTO TENER UNA RELACIÓN CON LA HUMANIDAD PECADORA?

Este es el gran dilema. Nuestros pecados nos separan del Señor, y el único que puede cerrar esa brecha es Jesucristo. En Su santidad, Dios requiere que Su ira sea derramada en juicio sobre cada pecador por cada pecado cometido. Sin embargo, en amor, Él colocó nuestros pecados sobre Su Hijo perfecto, quien llevó la cruz que nosotros merecíamos llevar.

Ahora, todos los que se arrepienten de sus pecados y confían en Jesús como Salvador pueden ser perdonados porque la pena de sus pecados ha sido pagada. Al aceptar a Jesús como nuestro Salvador, Dios nos perdona y restaura nuestra relación con Él y somos galardonadores de la vida eterna.

Por eso te invito a que hagas la siguiente oración en vos alta: «PADRE Celestial, vengo delante de tu presencia a pedirte perdón por mis pecados, me arrepiento de ellos y reconozco que Jesucristo murió en la cruz del Calvario y que Dios mediante el Espíritu Santo lo levanto de entre los muertos. A partir de este día hago un nuevo pacto de seguir tus mandamientos y preceptos. Ven a morar a mi corazón e inscribeme en el Libro de la Vida. En el nombre de Jesús. Amén.

FUENTE: Gracias Pastor CHARLES STANLEY por sus enseñanzas.

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UNA VIDA FIRME

Todos sabemos lo que constituye un cuerpo físico fuerte, pero ¿qué define los atributos de una vida fuerte y cómo podemos usarlos para defendernos de las tormentas de la vida que experimentamos.

Nadie puede determinar con precisión si alguien es fuerte simplemente observando las apariencias externas. Eso es porque un cuerpo físicamente en forma, no es necesariamente un signo de fortaleza interior.

MATEO 7:24-29 » 24Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. 25Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 26Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.

Aqui Jesús relató una historia que demuestra vívidamente la diferencia entre una vida fuerte y una vida débil. Dijo que aquellos que son sabios construyen sus vidas sobre el fundamento de roca al escuchar y aplicar la Palabra de Dios.

Sin embargo, una persona que escucha la Palabra, pero no la obedece, básicamente está edificando su vida sobre arenas movedizas. La verdadera prueba de fuerza ocurre cuando las tormentas llegan a nuestras vidas.

Todos están edificando su vida sobre algo, ya sea el fundamento firme de las Escrituras o las arenas inestables de este mundo.

Pero no importa lo que haya hecho en el pasado o la edad que tenga, nunca es demasiado tarde para comenzar a construir sobre la roca. Este es un proyecto de construcción que no terminará hasta que el Señor te lleve a casa.

CARACTERÍSTICAS DE UNA VIDA FUERTE.

Mientras piensa en las siguientes características, pregúntese si son ciertas para usted. Una persona con una vida fuerte:

  • Confía y ha hecho a Jesucristo como su Salvador personal: Este es el punto de partida y el fundamento mismo para una vida fuerte que no puede ser ignorada si desea fortalecerse en la fe
  • Es guiado por el Espíritu Santo de Dios: En el momento de la salvación, Cristo envió a Su Espíritu Santo a vivir dentro de nosotros. Su trabajo es capacitarnos para obedecer, dirigir nuestros caminos y guiar sabiamente nuestras decisiones.
  • Pasar tiempo a solas en oración es una prioridad: Este es nuestro punto de conexión con Dios y el medio para fortalecer nuestra relación con Él. Una persona con una vida fuerte está comprometida con la disciplina diaria de la oración y sabe comunicarse con el Señor sobre todo.
  • Edifica su vida sobre las enseñanzas y la aplicación de la Palabra de Dios: La Biblia es nuestra posesión mas preciada porque es la voz del Señor hablándonos directamente. Obedecer sus verdades debería ser la norma en nuestras vidas, no la excepción. Cuando nos alimentamos constantemente de Su Palabra, Él nos dará Escrituras para fortalecernos en nuestras pruebas y sufrimientos.
  • Ve al Señor Jesús como la fortaleza de su vida: Cuando el apóstol Pablo estaba en la cárcel, escribió estas palabras: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Su fundamento de obediencia a Cristo era tan firme que nada lo detuvo o lo desanimó de completar la obra que Dios le había señalado. Sabía que su fuerza no provenía de sí mismo, sino que fluía de su relación con Cristo.
  • Tiene dirección para la vida: Una vida fuerte tiene un sentido de propósito. Cada actividad y situación es vista como una oportunidad para ser útil al Señor. Incluso el envejecimiento y la enfermedad no deberían obstaculizarnos porque son simplemente formas nuevas y diferentes de servirle.
  • Puede soportar las tormentas y aprender de ellas: Muchos cristianos se quejan y cuestionan el amor de Dios cuando experimentan dificultades y dolor. Pero aquellos que son fuertes entienden que el propósito del Señor no es sacarnos de todas las pruebas, sino usarlas para fortalecernos, transformarnos en personas piadosas y equiparnos para cumplir Su voluntad para nuestras vidas.
  • Tiene una fe fuerte: Cuando se prueba una vida fuerte, sale de las pruebas con mayor fe. Los hombres y mujeres sabios reconocen que hay una lección en cada situación difícil y quieren que cada experiencia aumente su fe.
  • Tiene coraje: Todos necesitamos coraje para manejar las dificultades y los desafíos de la vida, pero el coraje solo crece cuando seguimos el ejemplo de Josué de confiar en el Señor (1:9). A medida que obedecía al Señor y observaba su fidelidad, recibió fuerza interior para enfrentar con valentía todos sus desafíos.
  • Es optimista: Dado que Dios es quien controla y guía nuestras vidas, podemos ser optimistas sobre nuestro futuro, sin importar las incertidumbres que nos rodeen.
  • Desarrolla amistades con personas que enriquecen su vida: Las personas fuertes se rodean de amigos piadosos que los ayudan y los aman.
  • Expresa amor y cuidado por los demás: Aquellos que son fuertes se entregan voluntariamente a los demás estando disponibles, ofreciéndoles ánimo y marcando una diferencia en sus vidas.
  • Sirve a Dios con sus dones espirituales: El Señor da dones espirituales a los creyentes que les permiten servir excepcionalmente bien en un área en particular. Cuando operamos usando nuestros dones, tendremos la fuerza para lograr lo que Dios nos ha llamado a hacer.
  • Es pronto para perdonar: Un espíritu que no perdona afecta nuestras emociones, relaciones e incluso nuestro cuerpo. También obstaculiza todos los aspectos de nuestro caminar con Cristo. Somos fuertes cuando nos damos cuenta de cuánto nos ha perdonado Dios y podemos perdonar más fácilmente a los demás.
  • Tiene paz interior: Cuando nuestra relación con el Señor es correcta, Él nos da una sensación de paz interior, independientemente de nuestras situaciones.
  • Usa el dinero sabiamente: Una persona con una vida fuerte no se preocupa por el dinero porque confía en Dios. Él sabe que el Señor promete bendecir y cuidar a aquellos que le den la primera parte de sus ingresos (Lucas 6:38).
  • Pertenece a una iglesia que enseña la Biblia: nadie supera la necesidad de que se le enseñen las Escrituras. Es por eso que todos necesitamos pertenecer a una iglesia donde podamos crecer en nuestro conocimiento de la Palabra, participar en la adoración y ser fructíferos para el reino de Dios.
  • Obra para construir una familia fuerte: Si tenemos una vida fuerte, querremos ser un ejemplo piadoso para nuestros hijos y educarlos en la fe.
  • Tiene espíritu de servidor: Alguien con fuerza interior se deleita en servir y ayudar a los demás.
  • Está orientado a metas: Dado que el Señor tiene un propósito para nuestras vidas, debemos establecer metas para nosotros mismos de acuerdo con Su voluntad, para que podamos vivir productivamente y lograr lo que Él desea.
  • Tiene confianza: la confianza de Dios no es egoísta. Es seguridad en uno mismo basada en nuestra relación con el Señor. Sabemos que cualquier cosa que Él nos haya llamado a hacer, Él nos ayudará a lograrlo.
  • Es fructífero: Si somos fuertes, los demás verán cómo Dios ha transformado nuestro carácter, conducta y conversación, y querrán que Él haga lo mismo en sus vidas.
  • Impacta la vida de los demás: Las personas fuertes influyen positivamente en otras personas con sus ejemplos y palabras.

Gloria a Dios, porque al estar fundamentados en Cristo Jesús, veremos a Dios actuar y transformar nuestras vidas en las personas que Dios quiere que seamos (a la imagen de Cristo), pero para que todo lo dicho anteriormente suceda, lo primero es hacer a Jesús nuestro Señor y Salvador y para ello, es tan simple como hacer y repetir conmigo la siguiente oración:

«Padre Celestial, vengo delante de tu presencia, reconociendo que soy un pecador y que eso me ha alejado de tí. Pero, hoy quiero que vengas a morar a mi corazón porque creo que Jesús es el Hijo de Dios y que Tú lo resucitaste de entre los muertos. En este momento te haga el Señor y Salvador de mi vida. Y me consagro a tí por el resto de mi vida. Amén.»

FUENTE: Gracias Pastor CHARLES STANLEY por sus enseñanzas.

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