Todos corremos una carrera que tenemos por delante, moviéndonos a toda velocidad con la bendición de Dios. De repente, nos estrellamos contra una pared. Puede ser una pared de enfermedad o de dificultad económica, de fracaso espiritual o de problemas familiares. Pero no importa el tipo de pared, el efecto es siempre el mismo. Nos detiene por completo.

La pregunta es: ¿Qué hará cuando se estrelle contra una pared? Usted se sentirá tentado a retroceder y renunciar. ¡No lo haga! Dios lo capacitará para atravesar esa pared y proseguir a la meta. No estoy diciendo que es fácil. En realidad es muy difícil. Pero deberá perseverar en los tiempos malos si quiere progresar en la vida.

Pregúntele a cualquier atleta, y le dirá lo mismo. Si el atleta ha triunfado, sabrá de qué se trata. Él ha tenido que entrenarse y prepararse al máximo. Ha sentido que le duele el costado y también los pulmones, ha tenido calambres en las piernas y muslos. Cuando sintió que ya no podía más, escuchó el grito del entrenador: “¡Vamos! ¡Muévete!”.

Los atletas le llaman a eso “estrellarse contra la pared”. Cuando sucede eso el cuerpo dice: “No más, es todo lo que puedo hacer. No puedo seguir. No puedo ir más rápido, me rindo”.

Pero el atleta experimentado sabe que “la pared” no es el tope, sino una señal de que está a punto de alcanzar un nuevo nivel. Si se esfuerza un poco más, volverá a recobrar las energías. De repente, irá más rápido que antes, alcanzará un nivel de excelencia que no hubiera podido alcanzar de ninguna otra manera.

Cuando usted se sienta en la peor condición y el fracaso esté tocando a su puerta, sumérjase en la Palabra de Dios. Quizá medite en un pasaje en particular por días o semanas, esperando recibir una revelación, al parecer sin éxito. Pero de pronto, como la aurora de la mañana, la luz irá en aumento hasta que el día sea perfecto. Eso quiere decir que la manera de atravesar esa pared de problemas es abriendo un agujerito en ella con su fe y con la Palabra de Dios.

Luego continúe perforando ese agujero. ¡No se detenga! ¡Y, en breve, las fuerzas de Dios vendrán irrumpiendo con violencia y demoliendo todo obstáculo a su paso! Una vez que eso suceda, usted nunca más será el mismo y quedará totalmente convencido de que sólo se necesita una irrupción como ésa para convertirle en un campeón que nunca se rinde y nunca muere.

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