Hoy nos sumergimos en la historia sagrada de Betania, donde el poder de Dios se manifestó de una manera asombrosa y gloriosa. Pero, primero leamos esa maravillosa historia:

JUAN 12:1-10 Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. 2Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. 3Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. 4Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: 5¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? 6Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. 7Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. 8Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis. El complot contra Lázaro 9Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. 10Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, 11porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.»

Imaginen el escenario: Seis días antes de la Pascua. Jesús, el Mesías, se encuentra en la casa de Simón el leproso, rodeado de sus amigos, incluyendo a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. ¡Qué testimonio increíble de la autoridad divina sobre la muerte misma!

En medio de esta cena, María, llena de devoción y gratitud, toma un frasco de perfume de nardo puro, un tesoro de gran valor, y unge los pies de Jesús. ¡Qué acto de amor desbordante, y de una expresión de adoración genuina! Los aromas llenaron la casa, impregnando el ambiente con la fragancia de su devoción.

Sin embargo, no todos en la mesa estaban de acuerdo con este gesto. Judas, el traidor, con una mente corrompida y un corazón lleno de avaricia, cuestionó el propósito de este acto de amor. ¿Por qué no vender este perfume y dar el dinero a los pobres?, se preguntó. Pero sus palabras no surgieron de una verdadera preocupación por los necesitados, sino de su propia codicia. ¡Cuán a menudo nos encontramos con aquellos que aparentan rectitud, pero cuyas intenciones están contaminadas por la maldad!

Sin embargo, Jesús, con su infinita sabiduría y compasión, defendió a María y reveló el verdadero significado de su acción. «Déjala», dijo, «para el día de mi sepultura ha guardado esto». ¡Qué declaración poderosa, qué visión profética! María, en su amor y devoción, estaba preparando el cuerpo de Jesús para su entierro, anticipando el sacrificio supremo que él haría por la humanidad.

Y como si la manifestación del poder de Dios en la resurrección de Lázaro no fuera suficiente, las multitudes se reunieron en Betania, no solo para ver a Jesús, sino también al hombre que había sido devuelto a la vida por su milagroso poder. ¡Cuánto impacto tuvo este evento en esa comunidad, cuántos corazones fueron tocados y se volvieron hacia Jesús en fe y admiración!

Sin embargo, el poder de Dios no siempre es bienvenido por aquellos que están en posiciones de autoridad terrenal. Los principales sacerdotes, llenos de envidia y temor, conspiraron para matar a Lázaro, cuya mera presencia era un recordatorio constante del poder y la autoridad de Jesús sobre la muerte y la vida.

¿Por lo tanto, qué lecciones podemos extraer de esta maravillosa historia? Primeramente, nos revela la importancia de la devoción sincera, del amor desinteresado y de la fe inquebrantable en el Señor. Nos muestra la realidad del conflicto entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, y nos desafía a permanecer firmes en nuestra fe, incluso en medio de la oposición y la persecución.

Que esta historia nos inspire a vivir con pasión y valentía. Que sigamos el ejemplo de María, quebrantando nuestros frascos de perfume más preciados a los pies de nuestro Salvador, sin reservas ni temor.

Que el testimonio de Lázaro nos recuerde el poder transformador de la resurrección de Cristo en nuestras propias vidas, y que estemos dispuestos a enfrentar cualquier adversidad por amor a Él.

¡Que el fuego del Espíritu Santo arda en nosotros, capacitándonos para ser testigos intrépidos de la verdad y el amor de Cristo en un mundo necesitado! ¡Que así sea, en el poderoso nombre de Jesús!

Que aplicaciones prácticas podemos dedicir para nuestro diario vivir:

  1. Devoción radical: Dedica tiempo diario a la oración, la lectura de la Palabra y la adoración. Sé audaz en tu búsqueda de intimidad con Dios, incluso si eso significa levantarte temprano o sacrificar otras actividades.
  2. Generosidad extravagante: Sigue el ejemplo de María, sé osado al dar, no solo de tus sobrantes, sino incluso si eso significa sacrificarte. Busca oportunidades para bendecir a otros con tu tiempo, recursos y talentos de manera radical.
  3. Amor sin límites: Practica el amor incondicional en todas tus relaciones. Sé valiente al perdonar a aquellos que te han herido, al mostrar gracia a los que te han fallado y al amar a aquellos que son difíciles de amar. Deja que el amor de Cristo brille a través de ti.
  4. Testimonio audaz: No tengas miedo de compartir tu fe con otros. Sé valiente al hablar de Jesús en tu lugar de trabajo, en tu escuela, en tu vecindario y dondequiera que vayas. Busca oportunidades para compartir tu testimonio y el impacto que Cristo ha tenido en tu vida, sin importar la reacción de los demás.
  5. Fe ante la adversidad: Mantén tu fe firme incluso en medio de las pruebas y tribulaciones. Sé osado al confiar en Dios en los tiempos difíciles, sabiendo que Él es fiel para cumplir sus promesas y llevarnos a través de cualquier situación. No permitas que el miedo o la duda te paralicen, sino que avanza con valentía, sabiendo que el poder de Dios está contigo.

Que Dios les guarde y bendiga abundantemente.

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