Mensajes Puros

CUAL ES EL GRAN MANDAMIENTO DE DIOS

Hoy nos sumergimos en una poderosa palabra del Señor, que proviene del Evangelio según San Marcos, capítulo 12, versículos 28 al 34. Hablaremos de lo que es verdaderamente esencial en nuestra fe, de lo que marca la diferencia entre una vida común y una vida encendida por el Espíritu Santo. ¡Sí, hoy hablaremos del gran mandamiento, el fundamento de nuestra relación con Dios y con los demás!

MARCOS 12: 28-34 «Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? 29Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. 31Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos. 32Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; 33y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios. 34Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.»

El escriba le preguntó a Jesús: «¿Cuál es el primer mandamiento de todos?» ¡Gloria a Dios que esta pregunta fue hecha! Porque en esta respuesta, Jesús nos revela la clave de una vida que agrada al Señor. Jesús respondió: «Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es». ¡Dios es uno! No hay otro como Él. Él es el único, el incomparable, el Santo de Israel. Y ese es el primer punto: tenemos que saber a quién servimos. ¡Dios es único, supremo, eterno, poderoso!

Pero Jesús no se detiene ahí. Él sigue y nos dice: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas». ¡Escuchen bien, pueblo de Dios! ¡Con TODO! No es con una parte, no es solo los domingos, no es solo cuando las cosas van bien. Es con TODO tu corazón, toda tu alma, toda tu mente y todas tus fuerzas. ¡Dios demanda nuestra totalidad! No quiere migajas de tu tiempo, no quiere un amor a medias. ¡Quiere el control absoluto de tu vida!

¿Estás amando a Dios así hoy? Pregúntate: ¿Estoy dando mi todo o estoy reteniendo algo para mí? ¿Estoy entregando cada área de mi vida a Dios, o estoy guardando rincones secretos, lugares oscuros donde Él no tiene permiso de entrar? ¡Ah, pero hoy es el día de la decisión! Hoy puedes rendirlo todo al Señor, ¡y te aseguro que Él va a transformar tu vida de una manera que no puedes imaginar!

Y luego, Jesús añade: «Y amarás a tu prójimo como a ti mismo». ¡Aquí está el segundo mandamiento, semejante al primero! Porque no podemos decir que amamos a Dios, si no estamos amando a los que nos rodean. ¡Ah, no podemos engañarnos! No podemos levantar nuestras manos en alabanza los domingos y luego volver a casa y odiar a nuestro vecino, a nuestro hermano, a nuestro compañero de trabajo. El amor a Dios se demuestra en cómo tratamos a los demás. ¿Cómo estás tratando a los que te rodean?

El escriba le dijo a Jesús que entendía que estos mandamientos eran más grandes que todos los holocaustos y sacrificios. Porque, podemos hacer muchas cosas exteriores, podemos cumplir con rituales, con tradiciones, con liturgias, pero si no estamos amando a Dios con todo y no estamos amando a nuestro prójimo, ¡nada de eso cuenta para Dios!

¿Escucharon lo que Jesús le dijo al escriba? «No estás lejos del reino de Dios». ¡No estás lejos! ¡Eso es poderoso! Pero también es un desafío. No basta con saber estas cosas, no basta con entenderlas intelectualmente. ¡Tenemos que vivirlas! Si solo entendemos estas verdades, pero no las aplicamos en nuestra vida diaria, entonces nos quedamos a las puertas del Reino, pero no entramos. ¡No te quedes a las puertas, amigo y amiga! ¡No te conformes con estar cerca del Reino! Hoy es el día para entrar plenamente, para abrazar estos mandamientos con todo tu ser.

Te animo hoy a examinar tu corazón. ¿Amas a Dios con todo lo que eres? ¿Amas a tu prójimo como a ti mismo? Si hay áreas donde estás fallando, no te desesperes. ¡Dios es misericordioso y está listo para perdonarte y llenarte de su Espíritu! Pero tienes que tomar una decisión hoy, una decisión osada y valiente. ¡No más excusas! ¡No más titubeos! El Reino de Dios está aquí, está cerca, ¡y Dios te está llamando a vivir en su plenitud!

¡Levántate! Hoy es el día de poner estos mandamientos en acción. ¡Ama a Dios sin reservas! ¡Ama a tu prójimo sin condiciones! Y verás cómo Dios desata su poder y su gloria en tu vida como nunca antes. ¡El Reino de Dios está cerca, no lo dejes pasar!

OREMOS:

¡Padre Celestial, en este momento venimos ante tu presencia con corazones rendidos, reconociendo que Tú eres el único Dios, el Todopoderoso, el Santo y Bendito! Te adoramos, Señor, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas. Señor, te pedimos que nos perdones por las veces en que no hemos amado de esa manera, por las veces en que hemos retenido partes de nuestras vidas, por las veces en que hemos fallado en amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos.

Hoy nos levantamos en fe, Dios, y declaramos que desde este momento, ¡vamos a amarte con todo lo que somos! ¡Rendimos nuestras vidas por completo a Ti! Que cada pensamiento, cada palabra, y cada acción refleje nuestro amor por Ti. Y Señor, te pedimos que nos llenes con tu amor sobrenatural para que podamos amar a nuestros prójimos, aún a aquellos que nos han herido, de la manera en que Tú nos has amado.

Derrama de tu Espíritu Santo sobre nosotros, transforma nuestros corazones, y haznos instrumentos de tu amor en este mundo. ¡Oh Dios, queremos estar plenamente en tu Reino, no solo cerca de él! ¡Queremos vivir para Ti, caminar en obediencia a tus mandamientos y ser reflejos vivos de tu amor!

En el nombre de Jesús, oramos y lo pedimos. ¡Amén y amén!

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EL PODER DE LA PALABRA DE DIOS

La Palabra de Dios es viva, poderosa y transformadora. No es simplemente un libro, ni son palabras escritas en un papel, sino que es la misma esencia de Dios manifestada a través de Su Espíritu.

Hebreos 4:12 nos declara con firmeza que la Palabra de Dios es más cortante que toda espada de dos filos, que penetra hasta lo más profundo de nuestra existencia. No hay lugar donde la Palabra no pueda llegar, no hay rincón de nuestro corazón, ni situación en nuestra vida que pueda resistir el impacto y la verdad que emana de la Palabra de Dios.

Pensemos por un momento en esta comparación con una espada de dos filos. Una espada de dos filos es un arma diseñada para cortar en ambas direcciones, lo que la hace increíblemente eficaz en combate. La Palabra de Dios actúa de la misma manera, no solamente corta las mentiras del enemigo, sino que también corta todo aquello que estorba nuestra relación con Dios. Corta el pecado, corta las cadenas, corta la duda, corta la oscuridad. Es poderosa para destruir cualquier fortaleza que el enemigo haya levantado en nuestras vidas, y para desmantelar cualquier plan de maldad que se quiera levantar contra nosotros.

En medio de esta confusión, la Palabra de Dios es nuestra ancla, nuestra fuente de verdad y de dirección. El fuego de Su Palabra es capaz de quemar toda impureza, de aclarar la confusión, y de traer luz donde hay tinieblas. No hay cadena que la Palabra de Dios no pueda romper, no hay fortaleza que no pueda derribar. Y es por eso que hoy, más que nunca, debemos volver a la Palabra de Dios con todo nuestro corazón, no solo nos habla, nos transforma. Dios usa Su Palabra para revelarnos lo que hay en nuestro corazón, para mostrarnos las áreas que necesitan ser cambiadas, para sanar las heridas más profundas y para hacernos más semejantes a Cristo.

Si hoy estás buscando dirección, si sientes que tu vida está en caos o incertidumbre, te digo con certeza: ¡La respuesta está en la Palabra de Dios! Si necesitas sanidad en tu cuerpo o en tu alma, la Palabra de Dios tiene el poder de traer sanidad. La Escritura dice: «Por sus llagas fuimos nosotros curados» (Isaías 53:5). Si estás en medio de una batalla espiritual, si sientes que el enemigo está atacando tu mente, tu familia o tu vida, declara la Palabra de Dios con fe. Declara: «¡Ninguna arma forjada contra mí prosperará!» (Isaías 54:17). La Palabra de Dios es más que suficiente para desatar victoria en cualquier área de tu vida.

No hay nada oculto para Dios. Él conoce cada rincón de nuestro ser, incluso lo que nosotros mismos no entendemos o no vemos. La Palabra nos confronta con la verdad de lo que somos, y nos da la oportunidad de arrepentirnos, de ser purificados, y de caminar en Su santidad. ¡Cuánto necesitamos esta transformación diaria!

Y aquí está una verdad que no podemos ignorar: La Palabra de Dios es inmutable. Lo que fue verdadero hace miles de años sigue siendo verdadero hoy. Los principios de Dios no cambian con el tiempo, no dependen de las circunstancias o de las modas de este mundo. Cuando Dios dice que Él es nuestro sanador, eso sigue siendo verdad hoy. Cuando Él dice que es nuestro proveedor, eso sigue siendo verdad hoy. Cuando Él declara que nos ha dado la victoria en Cristo, esa victoria sigue siendo nuestra hoy. El poder de Su Palabra nunca se desgasta, nunca pierde su eficacia.

Hoy te desafío, en el nombre de Jesucristo, a no tomar la Palabra de Dios a la ligera. No es un libro para leer ocasionalmente, ni para usar solo cuando tenemos problemas. Es el aliento de Dios mismo, es vida, es poder, es verdad. Si estás pasando por enfermedad, declara la Palabra sobre tu cuerpo: «Por sus llagas fuimos nosotros curados.» Si estás en tribulación, declara: «El Señor es mi pastor, nada me faltará.» Si el enemigo ha levantado ataques contra ti, declara: «Ninguna arma forjada contra mí prosperará.» ¡Declara la Palabra con fe, con valentía, y verás cómo el poder de Dios se desata en tu vida!

La Palabra de Dios nunca regresa vacía. Todo lo que Dios ha dicho, lo cumplirá. Y hoy, en esta hora, Su Palabra está aquí para ti. Es viva, es eficaz. Deja que la espada de Su Palabra penetre tu corazón, que te moldee, que te sane, que te restaure, y que te capacite para ser un guerrero del Reino. Levántate, es tiempo de pelear, es tiempo de vencer, es tiempo de usar la espada del Espíritu, la Palabra viva y poderosa de nuestro Dios.

ORA CONMIGO EN VOZ ALTA LA SIGUIENTE ORACIÓN:

Señor, gracias por Tu Palabra viva y poderosa. Permíteme cada día tomar esta espada del Espíritu y usarla para vencer cualquier obstáculo o ataque del enemigo. Que Tu Palabra penetre mi corazón, que me transforme y me acerque más a Ti. En el nombre de Jesús, amén.

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LA HONRA QUE TRAE BENDICIÓN

¡Amigos y amigas, hoy el fuego del Espíritu Santo nos impulsa a hablar de algo vital! ¡Algo que viene directamente del corazón de Dios, desde los mismos cielos donde su trono está establecido para siempre!

Deuteronomio 5:16 nos habla con poder y autoridad: «Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.»

Escúchame bien: ¡Este mandamiento no es una sugerencia! No es una opción, no es un consejo opcional. ¡Es un mandato directo del Dios Altísimo! El mismo Dios que separó las aguas del Mar Rojo, que habló desde el Sinaí con relámpagos y truenos, el Dios que resucitó a Cristo de los muertos, te está diciendo hoy: ¡Honra a tus padres!

¿Por qué es tan importante este mandamiento? Porque detrás de la honra a nuestros padres está la honra a Dios mismo. Tus padres son los primeros representantes de autoridad que Dios ha puesto sobre tu vida. Ellos son los que han sido colocados como guías, como cuidadores, como aquellos que te han mostrado el camino. Y, escúchame, cuando honras a tus padres, ¡estás honrando a Dios mismo!

Quiero que comprendas lo siguiente: que el enemigo odia la honra. ¿Sabes por qué? Porque la honra es la llave que abre las bendiciones de Dios sobre nuestras vidas. El enemigo sabe que si puede robarte la honra, puede cortarte las bendiciones. ¡Pero hoy levantamos un estandarte de fuego y de verdad en contra de toda obra del enemigo! Hoy declaramos que la honra regresará a nuestras familias.

La Palabra de Dios es clara: «para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.» ¡Este es un mandamiento con promesa! No solo es un mandato de obediencia, ¡es un canal para las bendiciones de Dios! ¿Quieres tener una vida larga? ¿Quieres que te vaya bien en todo lo que hagas? ¡La llave está en la honra! ¡Dios ha prometido una vida llena de sus bendiciones para aquellos que honran a sus padres!

Escucha bien, en tiempos de rebelión, de desobediencia, en una generación que está en constante desafío a las autoridades, la iglesia tiene que brillar más fuerte. Somos el pueblo que debe levantar el estandarte de la honra, el respeto, y la obediencia al mandato de Dios. No somos de este mundo. No vivimos según los patrones de este siglo, ¡vivimos según los principios eternos del Reino de Dios!

Y no solo hablo para los jóvenes. ¡Adultos, esto también es para ustedes! La honra a nuestros padres no tiene fecha de expiración. Si tienes padres vivos, aún es tu llamado honrarlos. Tal vez no fueron perfectos, tal vez fallaron, pero Dios no te llama a honrarlos por su perfección, sino por Su mandamiento. ¡El mandamiento de Dios es santo, es justo y es verdadero!

Si alguno aquí ha fallado en este mandamiento, ¡hay oportunidad hoy! El Espíritu Santo te está llamando al arrepentimiento. ¡Hoy es el día de restaurar relaciones! Hoy es el día de pedir perdón, de buscar reconciliación, de liberar todo rencor o amargura. No permitas que la falta de honra te robe el propósito de Dios para tu vida.

Y escúchenme, padres: ¡Ustedes también tienen un llamado santo! No es solo que los hijos honren a los padres, ¡los padres tienen el deber de criar a sus hijos en el temor y la admonición del Señor! ¡No provoques a tus hijos a ira! Guíalos, corrígelos, ámalos, y enséñales a caminar en los caminos del Señor, para que ellos también puedan vivir en la bendición de Dios.

El Espíritu de Dios está aquí, y Él nos llama a una vida de obediencia radical, de honra profunda, de respeto reverente hacia aquellos que nos han precedido. ¡Hay una bendición generacional que se desata cuando obedecemos este mandamiento! ¡Hoy proclamamos una restauración de la honra en cada hogar, en cada familia!

Así que, hoy te digo en el nombre del Señor Jesucristo: ¡levántate y honra! Honra a tus padres. Honra la autoridad que Dios ha puesto en tu vida. Y verás cómo los cielos se abrirán a tu favor, verás la mano de Dios moverse con poder, verás cómo el favor de Dios será como un escudo alrededor de ti. Porque la Palabra de Dios nunca falla, ¡y Él es fiel para cumplir todo lo que ha prometido!

Que el fuego del Espíritu Santo te llene hoy, que te consuma, que te impulse a caminar en obediencia, en valentía y en el poder del Señor Jesucristo! ¡Amén!

Honrar a los padres es un mandato clave en la Biblia y abarca tanto el respeto como el cuidado práctico. Aquí te dejo algunas formas concretas en las que puedes honrar a tus padres:

1. Mostrar Respeto

  • Escuchar: Presta atención a lo que tus padres dicen, valorando sus consejos y opiniones.
  • Hablar con respeto: Elige palabras de gratitud y respeto, incluso en desacuerdos. Evita actitudes despectivas o irrespetuosas.
  • Evitar críticas públicas: Nunca critiques o desacredites a tus padres frente a otros.

2. Agradecer y Valorar

  • Expresar gratitud: Agradece a tus padres por los sacrificios que hicieron por ti, por sus cuidados y amor.
  • Reconocer su esfuerzo: Dales las gracias por el trabajo y dedicación que invirtieron en tu educación, crianza y bienestar.

3. Cuidar de Ellos en la Vejez

  • Proveer ayuda: A medida que envejecen, bríndales el apoyo que necesitan, ya sea emocional, físico o financiero.
  • Acompañarlos: Pasar tiempo con tus padres, visitarles con frecuencia y hacerles sentir valorados es una forma clave de honrarlos.
  • Cuidar su salud: Preocuparte por su bienestar físico, ayudándoles en citas médicas o asegurándote de que reciban los cuidados necesarios.

4. Perdonar sus Errores

  • Liberar el rencor: Ningún padre es perfecto, y parte de honrarlos implica perdonar los errores o heridas del pasado.
  • Buscar reconciliación: Si hay relaciones rotas o distantes, haz lo posible por restaurarlas con humildad y amor.

5. Seguir Sus Buenas Enseñanzas

  • Aplicar su sabiduría: Si tus padres te enseñaron principios bíblicos o valores importantes, vivir de acuerdo con ellos es una forma poderosa de honrarlos.
  • Compartir su legado: Habla de ellos de manera positiva y honra su legado a través de la forma en que vives y educas a tus propios hijos.

6. Ayudarles a Encontrar Gozo

  • Celebrar con ellos: Participa en momentos importantes de su vida, como cumpleaños, aniversarios, y hazles sentir amados.
  • Escuchar sus historias: Valora su experiencia y sabiduría, dándoles la oportunidad de compartir su historia y legado.

7. Orar por Ellos

  • Interceder por su vida: Ora por su salud, bienestar, y vida espiritual. Pedir a Dios que los guíe y los proteja es una forma de mostrar amor y cuidado espiritual.

8. Obedecerles en el Señor (Si eres joven)

  • Seguir sus consejos mientras vivas bajo su techo: A los jóvenes, la Biblia les manda obedecer a sus padres, siempre y cuando los principios estén alineados con la voluntad de Dios.
  • Respetar su autoridad: Someterse a la autoridad de los padres es honrar el orden que Dios ha establecido.

En resumen, honrar a los padres es un acto continuo que involucra respeto, gratitud, apoyo, reconciliación y cuidado. No importa la edad que tengas, la honra es un principio que trasciende el tiempo y trae bendición a tu vida.

Haz ésta oración en voz alta:

Señor, hoy reconozco que he fallado en honrar a aquellos que has puesto en mi vida como autoridades, especialmente a mis padres. Perdóname por mi falta de obediencia y humildad. Ayúdame a caminar en honra, no solo hacia mis padres, sino también hacia todas las autoridades que Tú has establecido. Enséñame a reconciliarme donde haya heridas y restaurar las relaciones rotas. Declaro que en obediencia a tu palabra, veré la manifestación de tus promesas en mi vida. En el nombre de Jesús, amén.

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COMO TENER UNA FE INQUEBRANTABLE

Pueblo, hoy Dios nos está llamando a tener una fe inquebrantable, una fe que no se tambalea ante la adversidad, una fe que persiste aun cuando las circunstancias parecen imposibles. Y la Palabra de Dios nos muestra cómo podemos desarrollar y vivir con esta clase de fe. Vamos a estudiar Marcos 7:24-30, la historia de la mujer sirofenicia, una mujer cuya fe desafió las barreras, las tradiciones y hasta el silencio inicial de Jesús. ¡Esta es la fe que debemos tener!

MARCOS 7:24-30 “24Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. 25Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies. 26La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio. 27Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. 28Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. 29Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. 30Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama.

Primero, para tener una fe inquebrantable, debemos saber a quién nos acercamos. En el versículo 24, dice que Jesús se fue a la región de Tiro y Sidón, y aunque intentaba mantenerse en secreto, no pudo esconderse. ¡Escucha bien! ¡Cuando hay fe genuina, Jesús no puede ser escondido! La mujer sirofenicia oyó de Jesús. No había visto los milagros en persona, pero había oído de Él, ¡y eso fue suficiente! Ella supo que Él era la respuesta a su necesidad. Para tener fe inquebrantable, primero debemos reconocer que Jesús es la única respuesta. ¡No busques soluciones en otro lugar! No pongas tu esperanza en tus propias fuerzas, en las circunstancias o en las promesas vacías del mundo. Tu fe debe estar completamente en Jesús, en Su poder, en Su autoridad.

Esta mujer, aunque era extranjera, no dudó en acercarse a Jesús. En el versículo 25, vemos que se postró a sus pies. ¡Qué muestra de rendición total! Una fe inquebrantable nace de un corazón rendido a Dios, de un corazón que entiende que sin Jesús no hay esperanza. La mujer no vino con orgullo ni exigencias, sino con humildad y reverencia, sabiendo que sólo Él podía traer liberación. ¡Este es el primer paso! ¡Nos postramos a los pies de Jesús, reconociendo que Él es todo lo que necesitamos! ¿Cuántas veces hemos buscado otras soluciones antes de venir a los pies de Cristo? Para tener una fe inquebrantable, debemos aprender a venir primero a Jesús en cada situación, confiando plenamente en Su poder.

Luego, en el versículo 26, dice que la mujer le rogaba que echase fuera el demonio de su hija. Aquí vemos perseverancia. No fue un simple ruego o una oración ligera. ¡No! Esta mujer insistió. Sabía que Jesús tenía el poder para liberar a su hija y no se rindió hasta obtener una respuesta. ¡Este es el tipo de fe que Dios está buscando en nosotros! Una fe que no se rinde ante la primera negativa, una fe que sigue tocando las puertas del cielo hasta que se abran. Hay momentos en los que las respuestas no llegan inmediatamente, pero una fe inquebrantable sigue creyendo, sigue esperando, sigue clamando, sabiendo que Dios es fiel y que Sus promesas son verdaderas.

Cuando Jesús le responde en el versículo 27: «No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos», está probando su fe. ¡Cuántos de nosotros habríamos dado la vuelta en ese momento! ¿Cuántos se desanimarían si Jesús pareciera decirnos “no”? Pero esta mujer no lo hizo. ¡Ella no se rindió! Una fe inquebrantable no se desalienta ante los obstáculos. Esta mujer sabía que incluso si no era del pueblo de Israel, una sola migaja del poder de Jesús sería suficiente. Y en el versículo 28, ella responde con humildad: «Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.» ¡Esto es una fe osada, una fe que cree que hasta lo más pequeño de Dios es más grande que cualquier problema que enfrentamos!

La verdadera fe inquebrantable no se ofende cuando Dios parece tardar. Una fe inquebrantable sabe esperar y confiar. Esta mujer reconoció su posición y, sin embargo, no perdió la esperanza. ¡Esto es lo que debemos hacer cuando enfrentamos dificultades! Aunque no entendamos por qué Dios no responde de inmediato, seguimos confiando, sabiendo que Sus planes son perfectos y que Él siempre nos da lo que es mejor en el momento adecuado. No permitas que las pruebas o los silencios de Dios apaguen tu fe. ¡Deja que esas pruebas la fortalezcan!

En el versículo 29, Jesús, asombrado por su respuesta, le dice: «Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.» ¡Escucha esto! Por su fe inquebrantable, la mujer obtuvo lo que buscaba. Jesús no necesitó estar presente en la casa para liberar a la niña. ¡Una palabra de Él fue suficiente! ¡Así de poderoso es nuestro Dios! ¡Así de poderoso es su nombre! Cuando tienes fe inquebrantable, una sola palabra de Dios puede cambiar todo. No importa cuán grande sea el problema que enfrentes, no importa cuán oscura sea tu situación, ¡una palabra de Jesús puede traer liberación, sanidad y restauración!

Y en el versículo 30, la mujer regresó a su casa y encontró a su hija libre, acostada en paz. ¡Aleluya! El resultado de una fe inquebrantable es la victoria. Esta mujer no solo recibió la liberación de su hija, sino que recibió la paz que viene de Dios. La fe inquebrantable siempre termina en paz y victoria, porque Dios nunca defrauda a los que confían en Él.

Hoy, el llamado es claro: Dios nos está llamando a tener una fe inquebrantable, una fe que no se tambalea cuando las cosas se ven difíciles. ¿Cómo puedes tener esta fe?

  1. Reconoce que Jesús es la única respuesta. No pongas tu esperanza en las soluciones temporales del mundo, sino en el poder eterno de Cristo.
  2. Ríndete a los pies de Jesús con humildad y reverencia. La verdadera fe nace de un corazón que depende completamente de Dios.
  3. Persevera en tu fe, aun cuando no veas respuestas inmediatas. No te rindas a la primera señal de dificultad, sigue creyendo y clamando.
  4. No te desalientes cuando los obstáculos se presenten. Confía en que, aun en las pruebas, Dios está obrando a tu favor.
  5. Cree que una palabra de Dios es suficiente para cambiar cualquier situación. El poder de Jesús no tiene límites, y Él responderá a tu fe con poder.

Hoy es el día para que te levantes en fe. ¡No dejes que las dificultades apaguen la llama de tu confianza en Dios! ¡No dejes que el enemigo te haga dudar de las promesas de Dios! Si hoy te atreves a creer, como lo hizo la mujer sirofenicia, verás cómo Dios transforma tu situación, verás cómo el poder de Jesús trae sanidad, liberación y paz a tu vida. ¡Levántate en fe y no retrocedas! ¡Tu Dios es poderoso y Él no te fallará!

Quiero hacer una oración por ti: “Padre Celestial, venimos ante Ti en el poderoso nombre de Jesús, pidiendo sanidad para cada corazón quebrantado. Tú eres el Dios que restaura lo que ha sido destruido, el que sana las heridas más profundas. Te pedimos que toques cada vida con Tu amor y consuelo, y que traigas paz donde hay tormento.

Señor, extiende Tu mano sanadora sobre los enfermos, declaramos Tu palabra que dice que por Tus llagas hemos sido sanados. Renueva fuerzas, restaura cuerpos y haz que Tu poder fluya sobre cada necesidad física.

Y, Dios de poder, rompe toda cadena que oprime a los cautivos. En el nombre de Jesús, declaramos libertad sobre aquellos que están atados por el miedo, la depresión, la ansiedad y cualquier opresión espiritual. ¡Que Tu luz disipe toda oscuridad y que Tu paz llene cada corazón!

En el nombre de Jesús, lo pedimos y lo creemos. Amén.

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