Mensajes Puros

NUESTRO DIOS ES DIOS DE VIVOS Y NO DE MUERTOS

En el nombre poderoso de Jesús, nuestro Señor y Salvador, les traigo un mensaje de vida y esperanza, un mensaje que ilumina la verdad eterna y desenmascara las mentiras del enemigo. Hoy, el Espíritu de Dios nos llama a un entendimiento más profundo, a una revelación que desafía nuestra percepción y nos eleva a la gloria celestial. Y para esto, vamos a comenzar leyendo la siguiente Escritura:

MARCOS 12: 20-27 22 “Y así los siete, y no dejaron descendencia; y después de todos murió también la mujer. 23En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer? 24Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios? 25Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos. 26Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? 27Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.»

Nos encontramos en el Evangelio de Marcos donde los saduceos, aquellos que niegan la resurrección, vinieron a Jesús con una pregunta capciosa, tratando de atraparle en sus palabras. Le hablaron de una mujer que fue esposa de siete hermanos, todos fallecidos sin dejar descendencia. Su pregunta era esta: “En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?”

¡Escuchen bien, pueblo de Dios! La respuesta de Jesús no solo despeja las dudas de los saduceos, sino que también nos revela una verdad fundamental sobre el Reino de Dios y la vida eterna. Jesús les dijo: “¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios? Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos.”

Nuestro Señor y Salvador nos está enseñando que la vida después de la resurrección es completamente diferente a la vida terrenal. No estamos destinados a seguir las mismas estructuras y relaciones que conocemos aquí. ¡No! Seremos como los ángeles en el cielo, viviendo en la presencia eterna de Dios, libres de las limitaciones y las ataduras de este mundo.

¿Pero qué más nos dice el Señor? En los versículos 26 y 27, Jesús continúa: “Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.”

¡Nuestro Dios es un Dios de vivos, no de muertos! Este es un mensaje de esperanza y de poder. La resurrección no es solo una promesa futura; es una realidad presente. En Cristo, hemos pasado de muerte a vida. La misma resurrección de Jesús es la garantía de nuestra resurrección. ¡Él es la primicia de los que durmieron! ¡Él ha vencido a la muerte y nos ha dado la victoria!

Quiero que abramos nuestros corazones y entendamos profundamente el poderoso mensaje de que nuestro Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Esta declaración tiene un significado profundo y transformador que debe resonar en nuestras almas.

Cuando Jesús dijo que Dios es un Dios de vivos, no de muertos, nos estaba revelando una verdad esencial sobre la naturaleza de Dios y Su relación con nosotros:

1. Dios es un Dios de Vida Eterna

Primero, cuando Jesús dice que Dios es un Dios de vivos, nos está diciendo que Dios es la fuente de toda vida. En Él no hay muerte, ni oscuridad, ni fin. Él es el creador de todo lo que existe y la vida en sí misma emana de Su ser. Génesis nos dice que Dios sopló aliento de vida en el hombre y así fuimos hechos seres vivientes. Este aliento de vida no solo nos da existencia física, sino también nos conecta con el propósito eterno de Dios.

2. La Resurrección es una Realidad

La afirmación de Jesús también apunta a la resurrección. Los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob habían muerto hacía mucho tiempo en términos humanos, pero Jesús declara que Dios sigue siendo su Dios. Esto implica que ellos están vivos en la presencia de Dios. Esto nos asegura que la muerte física no es el final. Los que mueren en Cristo vivirán eternamente con Él. La resurrección de Jesús es la primera fruta de esta promesa, y porque Él vive, nosotros también viviremos.

3. Vivimos una Vida Abundante en Cristo

Jesús dijo en Juan 10:10: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». No se refiere solo a la vida eterna, sino también a una vida abundante aquí y ahora. Vivir como seguidores de Cristo significa experimentar Su amor, paz, gozo y poder en nuestras vidas diarias. Significa que aunque enfrentemos desafíos y pruebas, tenemos la vida de Dios dentro de nosotros, capacitándonos para superar cualquier obstáculo.

4. Dios Está Activo y Presente

Decir que Dios es un Dios de vivos también nos recuerda que Él está activo y presente en nuestras vidas hoy. No adoramos a un Dios distante o ausente. Él es Emanuel, Dios con nosotros. Él se preocupa por nuestras necesidades, escucha nuestras oraciones y obra poderosamente en nuestras circunstancias. La Biblia está llena de testimonios de la intervención divina en la vida de Su pueblo, y estos testimonios continúan hoy.

5. Nuestro Propósito y Destino en Él

Finalmente, entender que Dios es un Dios de vivos nos llama a vivir con propósito. No estamos aquí por accidente ni para vivir sin dirección. Dios tiene un plan y un propósito para cada uno de nosotros. Somos llamados a vivir de manera que glorifique a Dios, a servirle con todo nuestro corazón y a ser luz en un mundo que necesita desesperadamente la verdad y el amor de Cristo.

Hoy, el Espíritu Santo nos llama a vivir en esta realidad. No debemos temer la muerte, porque para nosotros, los que estamos en Cristo, la muerte ha sido derrotada. La tumba está vacía, y la vida eterna es nuestra herencia. Este es el poder del Evangelio: la vida abundante aquí y ahora, y la vida eterna en la presencia de Dios.

Amados, ¿cuántos de nosotros vivimos con el temor de lo que vendrá? ¿Cuántos estamos atrapados en las preocupaciones de este mundo, olvidando la gloria que nos espera? ¡Hoy es el día para levantarnos en fe, para declarar con audacia que nuestro Dios es un Dios de vivos! Que en Él, tenemos vida y vida en abundancia.

La promesa de la resurrección nos llama a una vida de santidad y de propósito. No somos de este mundo; estamos destinados a algo mucho mayor. ¡Somos ciudadanos del cielo, hijos e hijas del Rey de reyes! Y en este conocimiento, debemos caminar con valentía, proclamando el Evangelio con poder, llevando la luz de Cristo a las naciones.

Jesús nos llama a conocer las Escrituras y el poder de Dios. No podemos vivir en ignorancia. Debemos sumergirnos en la Palabra de Dios, dejando que transforme nuestras mentes y corazones. Debemos buscar el poder del Espíritu Santo, permitiéndole que nos llene y nos capacite para vivir como testigos valientes de la verdad de Dios.

Conclusión

Entonces, cuando decimos que nuestro Dios es un Dios de vivos, no de muertos, proclamamos que nuestro Dios es el Señor de la vida, la resurrección y la esperanza eterna. Declaramos que en Él encontramos propósito, significado y poder para vivir vidas abundantes. Proclamamos que la muerte ha sido vencida y que la vida eterna nos espera. Vivamos entonces con esta verdad ardiendo en nuestros corazones, confiando en que nuestro Dios está con nosotros en cada momento, guiándonos, sosteniéndonos y llenándonos de Su vida y amor.

¡Que Dios les bendiga abundantemente, y que esta verdad les inspire a vivir con fe y valentía cada día! ¡Amén!

Comentarios

VEN A MI DICE NUESTRO DIOS Y DESCANSA

¡Presten atención, sabios de este mundo, y tiembla la sabiduría humana, porque las profundidades de Dios no se revelan a los altivos, sino a los humildes de corazón, a los que tienen el espíritu de un niño!

MATEO 11:25-30 «25En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. 26Sí, Padre, porque así te agradó. 27Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. 28Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.»

Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo del Dios viviente, proclamó: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” . El Señor del universo ha elegido revelarse a los pequeños, a los sencillos, a los que vienen con corazones puros y despojados de orgullo. No es en la astucia de los sabios ni en la lógica de los entendidos donde se encuentra la verdad, sino en la simpleza de un corazón que busca a Dios con humildad.

¡Escucha! Todo ha sido entregado al Hijo por el Padre. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo. Este es el misterio glorioso del reino de Dios, el misterio que destruye las fortalezas del orgullo humano y establece el trono de la humildad y la dependencia en Dios.

¡Venid, venid todos los que estáis trabajados y cargados! ¡Venid todos los que estáis agotados por las cargas del mundo, por el peso del pecado, por las aflicciones de la vida! Nuestro Señor, con voz suave y llena de compasión, nos llama: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). ¡Ésta es una invitación divina, un llamado celestial! Porque el descanso verdadero, el descanso para nuestras almas, se encuentra en Él y solo en Él.

¡Llevad su yugo! Su yugo no es opresivo, su carga no es pesada. Él mismo nos asegura: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:29-30). El yugo de Cristo es fácil y su carga ligera porque Él lleva con nosotros, porque Él nos da fuerza y porque en su mansedumbre y humildad encontramos la paz que el mundo no puede dar.

PORQUE ES QUE PODEMOS DESCANSAR EN JESÚS?

¡Escuchen con atención, oh pueblos y naciones! ¡Escuchen y abracen la verdad que brota del corazón de Dios, la verdad que resuena en las palabras de nuestro Señor y Salvador Jesucristo! En el mundo de hoy, lleno de aflicciones y tribulaciones, hay un refugio seguro, un lugar de descanso verdadero, y ese lugar se encuentra en Jesús. Porque en Él, encontramos todas las promesas y bendiciones que nuestra alma anhela?:

1. Porque Él es el Hijo de Dios y tiene toda autoridad: Jesús declaró, “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre” (Mateo 11:27). Gran autoridad y poder están en las manos de nuestro Señor. Todo le ha sido entregado: el control sobre el universo, la autoridad sobre el cielo y la tierra, y el poder para transformar nuestras vidas. Cuando venimos a Jesús, no venimos a un hombre común, sino al Rey de reyes y Señor de señores, quien tiene el poder para cambiar nuestras situaciones y darnos descanso.

2. Porque Él nos conoce íntimamente y nos ama profundamente: “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mateo 11:27). Jesús nos invita a una relación personal con Él y con el Padre. Él conoce nuestras cargas, nuestras luchas, nuestras penas y alegrías. Nos ama con un amor eterno y profundo, y en su amor, encontramos la paz y el descanso que el mundo no puede ofrecer.

3. Porque Él nos ofrece un descanso genuino y profundo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Esta es una promesa inquebrantable de Jesús. Él nos llama a venir a Él, tal como somos, con nuestras cargas y preocupaciones, y nos promete descanso. No es un descanso superficial, sino un descanso profundo para nuestras almas, un alivio de las cargas emocionales y espirituales que llevamos.

4. Porque su yugo es fácil y su carga ligera: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:29-30). Jesús nos invita a tomar su yugo, a someternos a su enseñanza y guía. Su yugo no es opresivo, no nos esclaviza, sino que nos libera. Nos enseña a vivir en humildad y mansedumbre, siguiendo su ejemplo. En esta sumisión, encontramos libertad y descanso, porque su yugo es fácil y su carga ligera.

5. Porque Él es manso y humilde de corazón: Jesús nos llama a aprender de Él, porque es manso y humilde de corazón. En su mansedumbre, encontramos  su amor; en su humildad, encontramos la grandeza de su gracia. No es un líder distante y autoritario, sino un Pastor amoroso que camina con nosotros, que nos lleva en sus brazos cuando estamos cansados y nos guía con ternura. Su corazón humilde y manso nos da seguridad y nos invita a descansar en su presencia.

6. Porque Él ha vencido al mundo: En Juan 16:33, Jesús dice: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Nuestro descanso en Jesús no se basa en la ausencia de problemas, sino en la victoria que Él ha obtenido. Él ha vencido al pecado, a la muerte y al poder del mal. En su victoria, encontramos la certeza de que, aunque enfrentemos dificultades, estamos seguros en sus manos.

7. Porque Él nos da su paz: Jesús promete en Juan 14:27: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. La paz que Jesús nos da es una paz que trasciende las circunstancias, una paz que guarda nuestros corazones y mentes en medio de las tormentas. Es una paz profunda y duradera, que solo se encuentra en Él.

8. Porque su presencia está siempre con nosotros: Jesús prometió en Mateo 28:20: “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. No estamos solos; Su presencia nos acompaña siempre. En cada momento de nuestra vida, en cada desafío, en cada alegría y en cada dolor, Jesús está con nosotros. Su presencia nos da consuelo, fortaleza y descanso.

Por todas estas razones, podemos descansar en Jesús. Él es nuestro refugio, nuestra fortaleza, nuestra paz y nuestra esperanza. ¡Venid a Él, venid con fe y confianza, y hallad descanso para vuestras almas! En su amor y en su presencia, encontramos todo lo que necesitamos.

Comentarios

PORQUE ES IMPORTANTE LA ORACIÓN

Hoy, el Espíritu Santo nos llama a un despertar profundo, a una transformación radical de nuestras vidas, a una comunión auténtica y genuina con nuestro Padre celestial. Escuchad la palabra del Señor en Mateo 6:5-14, donde se nos instruye sobre la oración verdadera y sincera.

Mateo 6: 5-14 «5Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. 7Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. 9Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. 14Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.»

Jesús nos advierte contra la hipocresía en la oración. «Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres.» Por lo tanto, no seamos como esos fariseos, que buscan la gloria de los hombres. No busquemos la apariencia de piedad ante los ojos del mundo, sino busquemos la intimidad con Dios en lo secreto. ¡Aleluya!

Entra en tu aposento, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto. Porque es en ese lugar íntimo donde Dios te escuchará, es donde tu clamor será oído, es donde tu alma encontrará refugio y fortaleza. No necesitas palabras elaboradas ni discursos largos, porque nuestro Padre sabe de qué cosas tenemos necesidad antes de que se lo pidamos. ¡Gloria a Dios!

Jesús nos enseñó a orar con el corazón, con sencillez y humildad: «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.» Cuando pronunciamos estas palabras, estamos declarando la santidad de Dios, estamos clamando por Su reino, estamos sometiendo nuestra voluntad a la Suya. ¡Aleluya!

«El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.» No pedimos riquezas ni abundancias, sino lo necesario para cada día. Confiamos en la provisión diaria del Señor, sabiendo que Él es fiel y no nos dejará faltar. Y pedimos: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.» El perdón es fundamental en nuestra relación con Dios y con los demás. Si no perdonamos, ¿cómo podemos esperar ser perdonados? ¡Escuchad la palabra del Señor!

«Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.» Aquí reconocemos nuestra debilidad y dependencia total en Dios para resistir la tentación y el mal. Y proclamamos que todo el poder y la gloria pertenecen a nuestro Dios eterno. ¡Gloria y honor al Rey de reyes!

Hoy es tiempo de volver al corazón de la oración. No más vanas repeticiones, no más apariencias. Que nuestra oración sea un reflejo de nuestra verdadera fe, de nuestra confianza absoluta en Dios. Que busquemos Su rostro con un corazón sincero y humilde, sabiendo que Él es nuestro refugio, nuestro sustento, nuestro todo.

Somos llamados por el Espíritu Santo a la acción. Nos llama a perdonar a aquellos que nos han ofendido, a soltar toda amargura y resentimiento. Nos llama a confiar en la provisión diaria de Dios, a depender completamente de Su gracia. Nos llama a orar con fervor y pasión, no por ser vistos por los hombres, sino por anhelar la comunión con nuestro Padre celestial.

Levantémonos, Iglesia de Cristo, con valentía y osadía. Seamos luz en medio de la oscuridad, seamos sal en un mundo sin sabor. Que nuestras vidas sean un testimonio vivo del poder transformador de Dios. Que nuestras oraciones sean una llama encendida, un fuego que nunca se apaga, alimentado por el Espíritu Santo.

Que el Señor nos fortalezca, nos guíe y nos llene de Su Espíritu. Que Su voluntad se haga en nuestras vidas, así en la tierra como en el cielo. Y que todo lo que hagamos sea para la gloria de Su nombre, porque Suyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

Para ser una persona de oración efectiva, aquí tienes algunas aplicaciones prácticas basadas en Mateo 6:5-14:

1. **Establece un Lugar Secreto para Orar:** Encuentra un lugar tranquilo y apartado donde puedas estar a solas con Dios. Puede ser una habitación en tu casa, un rincón en tu jardín, o cualquier lugar donde puedas cerrar la puerta y orar sin distracciones. Este lugar se convertirá en tu santuario personal de oración.

2. **Fija un Tiempo Diario para Orar:** Dedica un tiempo específico cada día para la oración. Puede ser por la mañana antes de comenzar tu día, al mediodía, o por la noche antes de dormir. Sé consistente con este tiempo y hazlo una prioridad en tu rutina diaria.

3. **Ora con Sinceridad y Humildad:** Evita las oraciones largas y repetitivas que carecen de significado. En lugar de eso, habla con Dios de manera sincera y desde el corazón. Reconoce Su santidad, busca Su voluntad y presenta tus necesidades con humildad.

4. **Usa el Padre Nuestro como Modelo:** Utiliza la oración del Padre Nuestro como una guía. Puedes desglosarla en partes y profundizar en cada una:

– **Santificado sea tu nombre:** Comienza tu oración alabando a Dios y reconociendo Su   santidad.

     – **Venga tu reino:** Ora por la expansión del reino de Dios en tu vida, en tu comunidad y en el mundo.

     – **Hágase tu voluntad:** Somete tus planes y deseos a la voluntad de Dios, pidiendo que Su voluntad se cumpla en todas las áreas de tu vida.

     – **El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy:** Presenta tus necesidades diarias a Dios, confiando en Su provisión.

     – **Perdónanos nuestras deudas:** Pide perdón por tus pecados y comprométete a perdonar a aquellos que te han ofendido.

     – **No nos metas en tentación:** Pide protección contra la tentación y el mal, reconociendo tu dependencia de Dios para resistir.

5. **Practica el Perdón:** Revisa tu corazón y asegúrate de no guardar rencor o resentimiento contra nadie. El perdón es fundamental para recibir el perdón de Dios. Ora específicamente por aquellos que te han ofendido y pide a Dios que te ayude a perdonarlos sinceramente.

6. **Confía en la Provisión Diaria de Dios:** En tus oraciones, confía en que Dios proveerá todo lo que necesitas día a día. No te preocupes por el mañana, sino vive con la certeza de que Dios cuidará de ti. Agradece a Dios por Sus bendiciones diarias y reconoce Su fidelidad.

7. **Ora con Fe y Expectativa:** Ora con la expectativa de que Dios escucha y responde tus oraciones. Ten fe en Su poder y en Su amor por ti. Mantén un diario de oración donde anotes tus peticiones y las respuestas de Dios, fortaleciendo tu fe al ver Su mano obrando en tu vida.

8. **Involucra la Palabra de Dios en tu Oración:** Lee y medita en las Escrituras como parte de tu tiempo de oración. Deja que la Palabra de Dios inspire y guíe tus oraciones. Ora usando versículos bíblicos, declarando las promesas de Dios y pidiendo que Su verdad se manifieste en tu vida.

9. **Busca la Guía del Espíritu Santo:** Pide al Espíritu Santo que te guíe en tu oración. Deja que Él te revele áreas específicas por las que debes orar y te inspire con las palabras correctas. Permanece sensible a la dirección del Espíritu y obedece Sus impulsos.

Implementando estas prácticas, tu vida de oración se volverá más efectiva, íntima y transformadora. Serás una persona de oración que busca la presencia de Dios con sinceridad y fe, y experimentarás Su poder y gracia de manera tangible en tu vida. ¡Amén!

PORQUE ES IMPORTANTE PARA JESÚS QUE PERDONEMOS?

El perdón es un tema central en las enseñanzas de Jesús y tiene una importancia profunda y multifacética en la vida cristiana. Aquí hay algunas razones clave por las que Jesús enfatiza la importancia del perdón de las ofensas:

  1. Refleja el carácter de Dios:
    • Dios es misericordioso y perdonador. Al perdonar a otros, reflejamos el carácter de nuestro Padre celestial. En Efesios 4:32, se nos dice: «Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como también Dios os perdonó a vosotros en Cristo.»
    • Jesús mismo demostró este carácter en la cruz, cuando dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).
  1. Es un mandamiento de Jesús:
    • Jesús nos enseñó a perdonar como un acto de obediencia. En Mateo 6:14-15, inmediatamente después del Padre Nuestro, Él dice: «Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.»
    • Perdonar no es opcional para los seguidores de Jesús; es un mandato claro y directo.
  1. Libera al ofensor y al ofendido:
    • El perdón libera a ambas partes. Mantener rencor o resentimiento afecta nuestra paz interior y nuestra relación con Dios y con los demás.
    • El perdón sana heridas emocionales y espirituales, y permite a las personas vivir en libertad y paz.
  1. Restablece relaciones:
    • El perdón es fundamental para la reconciliación y la restauración de las relaciones. Jesús enseñó que la reconciliación debe ser una prioridad, incluso antes de ofrecer sacrificios a Dios (Mateo 5:23-24).
    • En la comunidad cristiana, el perdón fomenta la unidad y el amor, esenciales para el cuerpo de Cristo.
  1. Imita el perdón que hemos recibido:
    • Los cristianos han recibido el perdón inmerecido de Dios a través de Jesucristo. Al perdonar a otros, estamos imitando el perdón que hemos recibido.
    • La parábola del siervo despiadado en Mateo 18:21-35 ilustra cómo Dios espera que extendamos a otros la misma gracia que hemos recibido.
  1. Es un testimonio para el mundo:
    • El perdón radical y sincero es un testimonio poderoso del amor y la gracia de Dios al mundo. En un mundo lleno de venganza y rencor, el perdón se destaca y muestra la diferencia que Cristo hace en nuestras vidas.
    • Jesús dijo que el amor que mostramos unos a otros es una señal de que somos Sus discípulos (Juan 13:35), y el perdón es una expresión profunda de ese amor.

En resumen, el perdón es crucial porque refleja el carácter de Dios, es un mandato de Jesús, libera y sana a las personas, restablece relaciones, imita el perdón que hemos recibido y sirve como un poderoso testimonio al mundo. Perdonar es vivir de acuerdo con la gracia y el amor que hemos recibido en Cristo, y es una parte integral de nuestra vida como seguidores de Jesús.

QUE RESULTADOS TRAE PARA NUESTRAS VIDAS EL PERDONAR NUESTRAS OFENSAS

Perdonar las ofensas trae múltiples beneficios espirituales, emocionales y físicos para nuestras vidas. A continuación, se describen algunos de los resultados más significativos:

  1. Paz Interior y Sanidad Emocional:
    • El perdón libera a la persona del peso del rencor y la amargura, permitiendo experimentar una profunda paz interior.
    • La sanidad emocional es un resultado directo del perdón. Al dejar ir las ofensas, las heridas del pasado comienzan a sanar, y el dolor asociado disminuye.
  1. Mejora en las Relaciones:
    • El perdón abre la puerta a la reconciliación y la restauración de las relaciones rotas. Permite que las personas reconstruyan la confianza y el entendimiento mutuo.
    • Fomenta un ambiente de amor, respeto y unidad en la familia, la iglesia y la comunidad.
  1. Libertad Espiritual:
    • El perdón nos libera de la esclavitud del odio y el resentimiento, permitiendo que nuestras almas prosperen en libertad y gozo.
    • Nos permite vivir en una comunión más profunda con Dios, ya que el rencor no obstaculiza nuestra relación con Él.
  1. Beneficios Físicos:
    • Estudios han mostrado que el perdón puede tener efectos positivos en la salud física, como reducir el estrés, la presión arterial y mejorar la calidad del sueño.
    • Aliviar el resentimiento puede disminuir el riesgo de problemas cardíacos y fortalecer el sistema inmunológico.
  1. Obediencia a Dios y Bendición Espiritual:
    • Perdonar es obedecer el mandamiento de Jesús, y esta obediencia trae bendiciones espirituales. Al alinearnos con la voluntad de Dios, experimentamos Su favor y Su gracia de manera más plena.
    • Jesús dijo en Mateo 6:14-15 que si perdonamos a otros, nuestro Padre celestial también nos perdonará. Este acto de perdón abre la puerta a recibir el perdón de Dios por nuestras propias faltas.
  1. Mejor Autoestima y Autocompasión:
    • Perdonar a otros puede mejorar nuestra autoestima, ya que nos ayuda a dejar de identificarnos como víctimas y a recuperar nuestro sentido de valor y dignidad.
    • Nos enseña a ser más compasivos con nosotros mismos, reconociendo que todos cometemos errores y necesitamos perdón.
  1. Ejemplo Positivo y Testimonio:
    • Perdonar a otros puede ser un poderoso testimonio de la gracia y el amor de Dios en nuestra vida. Muestra a los demás el poder transformador del evangelio.
    • Sirve como un ejemplo positivo para quienes nos rodean, enseñándoles la importancia del perdón y la reconciliación.
  1. Fortalecimiento del Carácter Cristiano:
    • El acto de perdonar moldea nuestro carácter, ayudándonos a desarrollar virtudes como la humildad, la misericordia y la paciencia.
    • Nos hace más semejantes a Cristo, quien perdonó incluso a aquellos que lo crucificaron.
  1. Liberación del Pasado:
    • Perdonar nos ayuda a dejar atrás el pasado y a no quedarnos atrapados en viejos resentimientos. Nos permite vivir plenamente en el presente y mirar hacia el futuro con esperanza.

En conclusión, el perdón trae una transformación integral en nuestras vidas, afectando positivamente nuestra salud espiritual, emocional y física. Nos libera del peso del rencor, mejora nuestras relaciones y nos alinea con la voluntad de Dios, permitiéndonos vivir en paz y plenitud. El perdón no solo beneficia a aquellos a quienes perdonamos, sino que también enriquece y bendice profundamente nuestras propias vidas.

QUE DIOS TE BENDIGA ABUNDANTEMENTE !

Comentarios

JESÚS CALMA LAS TEMPESTADES DE LA VIDA

Permitamos que el poder del Espíritu Santo inunde este lugar en este momento, porque hoy, en este lugar sagrado, estamos llamados a experimentar un encuentro divino con el Dios vivo, el mismo Dios que calmó las tormentas y domó los mares.

MATEO 8:23-27 Y entrando él en la barca, sus discípulos le siguieron. 24Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 25Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. 27Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?

Aquí nos encontramos con un relato que va más allá de la simple narración de un milagro. Es un testimonio poderoso de la autoridad y el dominio absoluto de nuestro Señor Jesucristo sobre todas las circunstancias de la vida. Aquí vemos a Jesús y sus discípulos enfrentando una tormenta feroz en medio del mar. Las olas golpeaban la barca con furia, mientras Jesús dormía tranquilamente en su interior.

Imaginen la escena: el viento aullaba, las olas rugían y el temor se apoderaba del corazón de los discípulos. En su desesperación, acuden a Jesús, clamando: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». ¿Cuántas veces nos encontramos en situaciones similares en nuestras vidas? ¿Cuántas veces nos enfrentamos a tormentas que parecen demasiado grandes para soportarlas? Pero en medio de esas tormentas, Jesús nos pregunta lo mismo que preguntó a sus discípulos: «¿Por qué teméis, hombres de poca fe?».

Escuchemos estas palabras con atención: ¡no teman! Porque el mismo Jesús que calmó las olas y los vientos con una simple orden es el mismo que está con nosotros en medio de nuestras tormentas. Él es el mismo Dios que nos sostiene en las aguas turbulentas de la vida. Él nos ha dado su promesa de que nunca nos dejará ni nos abandonará, ¡y esa promesa es nuestra fortaleza en medio de la adversidad!

Es fácil perder la fe cuando las tormentas azotan nuestras vidas, pero hoy les digo que no permitamos que el miedo nos robe la bendición de confiar en el poder soberano de Dios. Él está en control, incluso cuando todo parece estar fuera de control. Él puede traer paz a cualquier situación caótica, puede transformar nuestras pruebas en testimonios y nuestras lágrimas en alegría.

Es hora de despertar nuestra fe dormida y elevarnos con valentía y audacia en el nombre de Jesús. No permitamos que las tormentas de la vida nos paralicen, sino que enfrentémoslas con la certeza de que somos más que vencedores a través de aquel que nos amó.

El mundo puede preguntar con asombro: «¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?». Pero nosotros, como hijos e hijas del Dios altísimo, conocemos la respuesta: ¡Él es nuestro Salvador, nuestro Redentor, nuestro Rey de reyes y Señor de señores!

Por lo tanto, levantémonos, pueblo de Dios, y afirmemos nuestra fe en medio de la tormenta. Clamemos a Jesús, el único que puede calmar las tempestades de nuestras vidas. ¡Creamos que, con Dios, todas las cosas son posibles!

Que el fuego del Espíritu Santo arda en sus corazones y nos capacite para enfrentar cualquier tormenta con una fe inquebrantable y una confianza absoluta en el poder de nuestro Dios. En el nombre de Jesús, amen.

Ahora, veamos aplicaciones practicas que debo implementar para no estar temeroso y ser capaz de enfrentar cualquier situación respecto a este mensaje:

  1. Fortalece tu relación con Dios: Dedica tiempo diario a la oración, la lectura de la Biblia y la comunión con Dios. Cuanto más íntima sea tu relación con Él, más confianza tendrás en su poder y su fidelidad para guiarte y protegerte en todas las situaciones.
  2. Recuerda sus promesas: Llena tu mente y tu corazón con las promesas de Dios contenidas en la Biblia. Memoriza versículos que hablen sobre su protección, su amor incondicional y su soberanía sobre todas las cosas. Estas promesas te servirán como ancla en medio de las tormentas de la vida.
  3. Cultiva una fe activa: La fe es como un músculo que necesita ser ejercitado y fortalecido. Pon tu fe en acción confiando en Dios en todas las áreas de tu vida, incluso cuando las circunstancias parezcan desafiantes. Busca oportunidades para confiar en Dios y verás cómo Él obra poderosamente en tu vida.
  4. Practica la gratitud: Agradece a Dios por todas las bendiciones que has recibido, incluso en medio de las pruebas y dificultades. La gratitud te ayudará a mantener una perspectiva positiva y a recordar el poder de Dios para transformar cualquier situación adversa en algo bueno.
  5. Enfrenta el miedo con la verdad: Cuando el miedo amenace con paralizarte, contrarresta esos pensamientos con la verdad de la Palabra de Dios. Recuerda que Dios no te ha dado un espíritu de temor, sino de poder, amor y dominio propio (2 Timoteo 1:7).
  6. Confía en la providencia divina: Reconoce que Dios está en control de todas las cosas y que tiene un plan perfecto para tu vida. Aunque no siempre entendamos sus caminos, podemos confiar en que Él trabaja todas las cosas para nuestro bien (Romanos 8:28).
  7. Busca apoyo en la comunidad de fe: No enfrentes tus luchas solo. Busca el apoyo y la compañía de otros creyentes que puedan fortalecerte y animarte en tu caminar de fe. Compartir tus cargas con otros puede aliviar la carga y recordarte que no estás solo en tus batallas.

Implementar estas prácticas te ayudará a cultivar una fe inquebrantable y a enfrentar cualquier situación con valentía y confianza en el poder de Dios que obra en ti.

Que Dios continue bendiciendo tu vida.

Comentarios

YouTube