Categoría: Esperanza

NO NOS DEJEMOS ENGAÑAR

Amados, la Palabra de Dios nos advierte claramente en 2 Tesalonicenses 2:3-4 sobre un tiempo de gran engaño y rebelión. Nos dice:

“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición.”

Este pasaje es una alerta espiritual para todos nosotros, porque vivimos en tiempos en los que el espíritu de la apostasía ya está operando, y muchos corazones se están enfriando.

El apóstol Pablo nos habla de dos eventos que precederán la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo: la apostasía y la manifestación del hombre de pecado. Y hoy, mi objetivo es animarlos a estar firmes, a discernir los tiempos y a vivir con un corazón preparado.

1. ¿QUE ES LA APOSTASÍA?
La apostasía, es el abandono de la fe verdadera. No estamos hablando de gente que nunca conoció al Señor, sino de aquellos que, habiendo conocido la verdad, han decidido apartarse, seducidos por las mentiras del enemigo. Este fenómeno no ocurre de la noche a la mañana. Es sutil. Empieza con pequeños compromisos, con tolerar el pecado, con priorizar las cosas del mundo sobre las cosas de Dios.

Jesús mismo nos advirtió en Mateo 24:12: “Por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.” ¿Estamos viendo esto en nuestra generación? ¡Claro que sí! La gente ya no busca la santidad, ya no llama al pecado por su nombre. Pero yo les digo hoy: ¡Despierten! ¡No caigan en el letargo espiritual!

2. EL HOMBRE DE PECADO: UN FALSO DIOS EN EL TEMPLO.
El apóstol Pablo nos describe al «hombre de pecado,» el anticristo, como alguien que “se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto.” Este hombre será el máximo engañador, sentándose en el templo de Dios y haciéndose pasar por Dios mismo.

Pero, ¿sabían que el espíritu del anticristo ya está activo en el mundo? 1 Juan 2:18 nos dice: “Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos.” Esto significa que ya vemos sistemas, ideologías y filosofías que buscan reemplazar a Dios en nuestras vidas. Por eso debemos estar alertas y firmes en la verdad.

3. ¿COMO DEBEMOS RESPONDER?
Amados, este mensaje no es para llenarlos de temor, sino para prepararlos. ¿Qué podemos hacer como iglesia en estos tiempos peligrosos?

  • Permanezcan firmes en la Palabra: En tiempos de engaño, la única verdad es la Palabra de Dios. Jesús oró al Padre diciendo: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Lean, estudien, mediten y obedezcan las Escrituras diariamente.
  • Disciernan los tiempos: No ignoren las señales. No permitan que las cosas de este mundo los distraigan del propósito eterno.
  • Guarden sus corazones: Proverbios 4:23 dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” No permitan que el pecado, el orgullo o la tibieza se apoderen de sus vidas.
  • Vivan con esperanza: Aunque el mundo se oscurezca, nosotros no somos de los que retroceden. ¡Cristo viene pronto! Y cuando Él venga, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor.

Conclusión: Manténganse en Cristo
Amados, no hay lugar para la tibieza en este tiempo. No hay lugar para la indiferencia. Hoy es el día de afirmar nuestra fe y de proclamar con toda convicción: “El Señor es mi refugio y mi fortaleza.” No temamos al hombre de pecado ni a los tiempos difíciles, porque tenemos una promesa: “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).

Así que, ¡levántense como iglesia! No se dejen engañar, no se dejen seducir por los placeres temporales, y vivan con la mirada puesta en el cielo, porque nuestro Redentor Jesucristo vive y pronto vendrá con gloria y majestad.

Oración:

Señor Dios Todopoderoso, gracias por Tu Palabra que nos guía y nos alerta. Hoy te pedimos discernimiento para reconocer los tiempos y las artimañas del enemigo. Guarda nuestros corazones, Señor, para que no caigamos en el engaño ni en la apostasía. Fortalece nuestra fe para permanecer firmes en Tu verdad, viviendo en santidad y esperando con esperanza el regreso glorioso de nuestro Señor Jesucristo. Llénanos de Tu Espíritu Santo, para que seamos luz en medio de la oscuridad y nunca olvidemos que Tú eres nuestro refugio y nuestra fuerza. En el nombre de Jesús, amén.

Comentarios

NUESTRO DIOS ES DIOS DE VIVOS Y NO DE MUERTOS

En el nombre poderoso de Jesús, nuestro Señor y Salvador, les traigo un mensaje de vida y esperanza, un mensaje que ilumina la verdad eterna y desenmascara las mentiras del enemigo. Hoy, el Espíritu de Dios nos llama a un entendimiento más profundo, a una revelación que desafía nuestra percepción y nos eleva a la gloria celestial. Y para esto, vamos a comenzar leyendo la siguiente Escritura:

MARCOS 12: 20-27 22 “Y así los siete, y no dejaron descendencia; y después de todos murió también la mujer. 23En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer? 24Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios? 25Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos. 26Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? 27Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.»

Nos encontramos en el Evangelio de Marcos donde los saduceos, aquellos que niegan la resurrección, vinieron a Jesús con una pregunta capciosa, tratando de atraparle en sus palabras. Le hablaron de una mujer que fue esposa de siete hermanos, todos fallecidos sin dejar descendencia. Su pregunta era esta: “En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?”

¡Escuchen bien, pueblo de Dios! La respuesta de Jesús no solo despeja las dudas de los saduceos, sino que también nos revela una verdad fundamental sobre el Reino de Dios y la vida eterna. Jesús les dijo: “¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios? Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos.”

Nuestro Señor y Salvador nos está enseñando que la vida después de la resurrección es completamente diferente a la vida terrenal. No estamos destinados a seguir las mismas estructuras y relaciones que conocemos aquí. ¡No! Seremos como los ángeles en el cielo, viviendo en la presencia eterna de Dios, libres de las limitaciones y las ataduras de este mundo.

¿Pero qué más nos dice el Señor? En los versículos 26 y 27, Jesús continúa: “Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.”

¡Nuestro Dios es un Dios de vivos, no de muertos! Este es un mensaje de esperanza y de poder. La resurrección no es solo una promesa futura; es una realidad presente. En Cristo, hemos pasado de muerte a vida. La misma resurrección de Jesús es la garantía de nuestra resurrección. ¡Él es la primicia de los que durmieron! ¡Él ha vencido a la muerte y nos ha dado la victoria!

Quiero que abramos nuestros corazones y entendamos profundamente el poderoso mensaje de que nuestro Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Esta declaración tiene un significado profundo y transformador que debe resonar en nuestras almas.

Cuando Jesús dijo que Dios es un Dios de vivos, no de muertos, nos estaba revelando una verdad esencial sobre la naturaleza de Dios y Su relación con nosotros:

1. Dios es un Dios de Vida Eterna

Primero, cuando Jesús dice que Dios es un Dios de vivos, nos está diciendo que Dios es la fuente de toda vida. En Él no hay muerte, ni oscuridad, ni fin. Él es el creador de todo lo que existe y la vida en sí misma emana de Su ser. Génesis nos dice que Dios sopló aliento de vida en el hombre y así fuimos hechos seres vivientes. Este aliento de vida no solo nos da existencia física, sino también nos conecta con el propósito eterno de Dios.

2. La Resurrección es una Realidad

La afirmación de Jesús también apunta a la resurrección. Los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob habían muerto hacía mucho tiempo en términos humanos, pero Jesús declara que Dios sigue siendo su Dios. Esto implica que ellos están vivos en la presencia de Dios. Esto nos asegura que la muerte física no es el final. Los que mueren en Cristo vivirán eternamente con Él. La resurrección de Jesús es la primera fruta de esta promesa, y porque Él vive, nosotros también viviremos.

3. Vivimos una Vida Abundante en Cristo

Jesús dijo en Juan 10:10: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». No se refiere solo a la vida eterna, sino también a una vida abundante aquí y ahora. Vivir como seguidores de Cristo significa experimentar Su amor, paz, gozo y poder en nuestras vidas diarias. Significa que aunque enfrentemos desafíos y pruebas, tenemos la vida de Dios dentro de nosotros, capacitándonos para superar cualquier obstáculo.

4. Dios Está Activo y Presente

Decir que Dios es un Dios de vivos también nos recuerda que Él está activo y presente en nuestras vidas hoy. No adoramos a un Dios distante o ausente. Él es Emanuel, Dios con nosotros. Él se preocupa por nuestras necesidades, escucha nuestras oraciones y obra poderosamente en nuestras circunstancias. La Biblia está llena de testimonios de la intervención divina en la vida de Su pueblo, y estos testimonios continúan hoy.

5. Nuestro Propósito y Destino en Él

Finalmente, entender que Dios es un Dios de vivos nos llama a vivir con propósito. No estamos aquí por accidente ni para vivir sin dirección. Dios tiene un plan y un propósito para cada uno de nosotros. Somos llamados a vivir de manera que glorifique a Dios, a servirle con todo nuestro corazón y a ser luz en un mundo que necesita desesperadamente la verdad y el amor de Cristo.

Hoy, el Espíritu Santo nos llama a vivir en esta realidad. No debemos temer la muerte, porque para nosotros, los que estamos en Cristo, la muerte ha sido derrotada. La tumba está vacía, y la vida eterna es nuestra herencia. Este es el poder del Evangelio: la vida abundante aquí y ahora, y la vida eterna en la presencia de Dios.

Amados, ¿cuántos de nosotros vivimos con el temor de lo que vendrá? ¿Cuántos estamos atrapados en las preocupaciones de este mundo, olvidando la gloria que nos espera? ¡Hoy es el día para levantarnos en fe, para declarar con audacia que nuestro Dios es un Dios de vivos! Que en Él, tenemos vida y vida en abundancia.

La promesa de la resurrección nos llama a una vida de santidad y de propósito. No somos de este mundo; estamos destinados a algo mucho mayor. ¡Somos ciudadanos del cielo, hijos e hijas del Rey de reyes! Y en este conocimiento, debemos caminar con valentía, proclamando el Evangelio con poder, llevando la luz de Cristo a las naciones.

Jesús nos llama a conocer las Escrituras y el poder de Dios. No podemos vivir en ignorancia. Debemos sumergirnos en la Palabra de Dios, dejando que transforme nuestras mentes y corazones. Debemos buscar el poder del Espíritu Santo, permitiéndole que nos llene y nos capacite para vivir como testigos valientes de la verdad de Dios.

Conclusión

Entonces, cuando decimos que nuestro Dios es un Dios de vivos, no de muertos, proclamamos que nuestro Dios es el Señor de la vida, la resurrección y la esperanza eterna. Declaramos que en Él encontramos propósito, significado y poder para vivir vidas abundantes. Proclamamos que la muerte ha sido vencida y que la vida eterna nos espera. Vivamos entonces con esta verdad ardiendo en nuestros corazones, confiando en que nuestro Dios está con nosotros en cada momento, guiándonos, sosteniéndonos y llenándonos de Su vida y amor.

¡Que Dios les bendiga abundantemente, y que esta verdad les inspire a vivir con fe y valentía cada día! ¡Amén!

Comentarios

VEN A MI DICE NUESTRO DIOS Y DESCANSA

¡Presten atención, sabios de este mundo, y tiembla la sabiduría humana, porque las profundidades de Dios no se revelan a los altivos, sino a los humildes de corazón, a los que tienen el espíritu de un niño!

MATEO 11:25-30 «25En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. 26Sí, Padre, porque así te agradó. 27Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. 28Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.»

Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo del Dios viviente, proclamó: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” . El Señor del universo ha elegido revelarse a los pequeños, a los sencillos, a los que vienen con corazones puros y despojados de orgullo. No es en la astucia de los sabios ni en la lógica de los entendidos donde se encuentra la verdad, sino en la simpleza de un corazón que busca a Dios con humildad.

¡Escucha! Todo ha sido entregado al Hijo por el Padre. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo. Este es el misterio glorioso del reino de Dios, el misterio que destruye las fortalezas del orgullo humano y establece el trono de la humildad y la dependencia en Dios.

¡Venid, venid todos los que estáis trabajados y cargados! ¡Venid todos los que estáis agotados por las cargas del mundo, por el peso del pecado, por las aflicciones de la vida! Nuestro Señor, con voz suave y llena de compasión, nos llama: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). ¡Ésta es una invitación divina, un llamado celestial! Porque el descanso verdadero, el descanso para nuestras almas, se encuentra en Él y solo en Él.

¡Llevad su yugo! Su yugo no es opresivo, su carga no es pesada. Él mismo nos asegura: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:29-30). El yugo de Cristo es fácil y su carga ligera porque Él lleva con nosotros, porque Él nos da fuerza y porque en su mansedumbre y humildad encontramos la paz que el mundo no puede dar.

PORQUE ES QUE PODEMOS DESCANSAR EN JESÚS?

¡Escuchen con atención, oh pueblos y naciones! ¡Escuchen y abracen la verdad que brota del corazón de Dios, la verdad que resuena en las palabras de nuestro Señor y Salvador Jesucristo! En el mundo de hoy, lleno de aflicciones y tribulaciones, hay un refugio seguro, un lugar de descanso verdadero, y ese lugar se encuentra en Jesús. Porque en Él, encontramos todas las promesas y bendiciones que nuestra alma anhela?:

1. Porque Él es el Hijo de Dios y tiene toda autoridad: Jesús declaró, “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre” (Mateo 11:27). Gran autoridad y poder están en las manos de nuestro Señor. Todo le ha sido entregado: el control sobre el universo, la autoridad sobre el cielo y la tierra, y el poder para transformar nuestras vidas. Cuando venimos a Jesús, no venimos a un hombre común, sino al Rey de reyes y Señor de señores, quien tiene el poder para cambiar nuestras situaciones y darnos descanso.

2. Porque Él nos conoce íntimamente y nos ama profundamente: “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mateo 11:27). Jesús nos invita a una relación personal con Él y con el Padre. Él conoce nuestras cargas, nuestras luchas, nuestras penas y alegrías. Nos ama con un amor eterno y profundo, y en su amor, encontramos la paz y el descanso que el mundo no puede ofrecer.

3. Porque Él nos ofrece un descanso genuino y profundo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Esta es una promesa inquebrantable de Jesús. Él nos llama a venir a Él, tal como somos, con nuestras cargas y preocupaciones, y nos promete descanso. No es un descanso superficial, sino un descanso profundo para nuestras almas, un alivio de las cargas emocionales y espirituales que llevamos.

4. Porque su yugo es fácil y su carga ligera: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:29-30). Jesús nos invita a tomar su yugo, a someternos a su enseñanza y guía. Su yugo no es opresivo, no nos esclaviza, sino que nos libera. Nos enseña a vivir en humildad y mansedumbre, siguiendo su ejemplo. En esta sumisión, encontramos libertad y descanso, porque su yugo es fácil y su carga ligera.

5. Porque Él es manso y humilde de corazón: Jesús nos llama a aprender de Él, porque es manso y humilde de corazón. En su mansedumbre, encontramos  su amor; en su humildad, encontramos la grandeza de su gracia. No es un líder distante y autoritario, sino un Pastor amoroso que camina con nosotros, que nos lleva en sus brazos cuando estamos cansados y nos guía con ternura. Su corazón humilde y manso nos da seguridad y nos invita a descansar en su presencia.

6. Porque Él ha vencido al mundo: En Juan 16:33, Jesús dice: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Nuestro descanso en Jesús no se basa en la ausencia de problemas, sino en la victoria que Él ha obtenido. Él ha vencido al pecado, a la muerte y al poder del mal. En su victoria, encontramos la certeza de que, aunque enfrentemos dificultades, estamos seguros en sus manos.

7. Porque Él nos da su paz: Jesús promete en Juan 14:27: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. La paz que Jesús nos da es una paz que trasciende las circunstancias, una paz que guarda nuestros corazones y mentes en medio de las tormentas. Es una paz profunda y duradera, que solo se encuentra en Él.

8. Porque su presencia está siempre con nosotros: Jesús prometió en Mateo 28:20: “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. No estamos solos; Su presencia nos acompaña siempre. En cada momento de nuestra vida, en cada desafío, en cada alegría y en cada dolor, Jesús está con nosotros. Su presencia nos da consuelo, fortaleza y descanso.

Por todas estas razones, podemos descansar en Jesús. Él es nuestro refugio, nuestra fortaleza, nuestra paz y nuestra esperanza. ¡Venid a Él, venid con fe y confianza, y hallad descanso para vuestras almas! En su amor y en su presencia, encontramos todo lo que necesitamos.

Comentarios

LA GRACIA SANADORA DE DIOS

Hoy nos adentraremos en una historia de milagro y redención que trasciende el tiempo y el espacio! Vamos a Jerusalén, a la Ciudad Santa, llena de fervor religioso y expectación. En medio de esta bulliciosa ciudad, se encuentra un lugar de esperanza y desesperación: el estanque de Betesda, con sus cinco pórticos, donde los enfermos, los cojos, los ciegos y los paralíticos se congregan en busca de un milagro divino.

San Juan 5:1-15 «1Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. 2Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3En estos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. 4Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. 8Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. 9Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día. 10Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de reposo; no te es lícito llevar tu lecho. 11Él les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda. 12Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? 13Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. 14Después le halló Jesús en el templo, y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. 15El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.»

¡Y qué milagro Porque en este estanque, un ángel del Señor descendería en ciertos tiempos y agitaría las aguas. Y aquel que primero descendiera al estanque después del movimiento del agua sería sanado de cualquier enfermedad que le aquejara. Qué escena tan poderosa de demostración del poder sobrenatural de nuestro Dios viviente!

Pero entre la multitud de afligidos, hay un hombre que se destaca. Un hombre que ha padecido su enfermedad por 38 largos años. ¡Treinta y ocho años de sufrimiento, de dolor, de esperanza perdida! Tiempos de desesperación, y anhelo por un toque divino que lo libere de su miseria.

Y entonces, en medio de este mar de enfermedad y desesperación, entra Jesucristo, nuestro Redentor y Salvador. Puedes apreciar Su presencia, Su aura llena de poder y autoridad! Él ve al hombre postrado y, le hace una sola pregunta, que hará cambiar su destino para siempre: «¿Quieres ser sano?»

¡Qué pregunta mas poderosa, llena de amor y compasión! Una pregunta que resuena en lo más profundo del alma del hombre, una pregunta que atraviesa las barreras del tiempo y llega directamente a nuestros corazones hoy. Porque, ¿cuántos de nosotros estamos postrados en nuestras propias dificultades y desafios, esperando un toque divino que nos libere?

La respuesta del hombre, aunque llena de desesperación, también está llena de fe: «No tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua». Pero en lugar de reprenderlo por su falta de fe, nuestro amado Jesús responde con poder y autoridad: «Levántate, toma tu lecho, y anda».

¡Y en un instante, el milagro ocurre! La enfermedad que había atormentado al hombre por casi cuatro décadas desaparece. Su cuerpo se llena de fuerza y vigor, y él se levanta, toma su lecho y camina. Una vez más, el poder divino manifestándose delante de los ojos que están allí presentes!

Pero la historia no termina ahí, no. Porque cuando el hombre es confrontado por los líderes religiosos, él no duda en proclamar la verdad: «El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda». Y cuando Jesús se encuentra con él más tarde, le da un mandato poderoso: «Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor».

¡Hermanos y hermanas, esta maravilloso relato es un llamado urgente a cada uno de nosotros hoy. Porque así como Jesús sanó al hombre en Betesda, Él está listo y dispuesto a sanar nuestras heridas, a liberarnos de nuestras cadenas, a darnos una nueva vida llena de propósito y significado.

Pero debemos responder a Su llamado con fe y valentía. Debemos levantarnos de donde nos encontremos, tomar nuestra cruz y seguirlo con todo nuestro ser. Debemos dejar atrás nuestros viejos caminos de pecado y abrazar la nueva vida que Él nos ofrece.

Que esta historia de sanidad y redención nos inspire a vivir nuestras vidas con propósito y significado, sabiendo que servimos a un Dios que está siempre con nosotros, guiándonos y fortaleciéndonos en cada paso del camino.

¡Que así sea, en el poderoso nombre de Jesús! Amén. ¡Gloria a Dios!

Permítanme compartir con ustedes algunas lecciones prácticas que podemos extraer de la historia de la sanidad en Betesda:

  1. Perseverancia en la fe: Esta historia nos enseña la importancia de mantenernos firmes en nuestra fe, incluso cuando enfrentamos tiempos difíciles y prolongados. El hombre enfermo en Betesda había estado sufriendo por 38 años, pero nunca perdió la esperanza de ser sanado. Debemos perseverar en nuestras oraciones y creer en el poder sanador de Dios, confiando en que Él actuará en Su tiempo perfecto.
  2. Creer en el poder de la Palabra de Dios: Cuando Jesús le dijo al hombre enfermo «Levántate, toma tu lecho, y anda», esas palabras fueron suficientes para provocar un milagro de sanidad. Esta historia nos recuerda el poder transformador de la Palabra de Dios. Debemos creer firmemente en las promesas de Dios contenidas en las Escrituras y declararlas sobre nuestras vidas con fe y confianza.
  3. No permitir que las normas religiosas limiten nuestra fe: Los líderes religiosos del tiempo de Jesús criticaron al hombre sanado por llevar su lecho en el día de reposo. Sin embargo, el hombre no se dejó intimidar por las normas humanas, sino que se mantuvo firme en su testimonio de la obra de Dios en su vida.
  4. Arrepentimiento y obediencia: Cuando Jesús encontró al hombre sanado más tarde, le advirtió que no pecara mas para que no le viniera algo peor. Esta enseñanza nos recuerda la importancia del arrepentimiento y la obediencia en nuestra vida cristiana. Aunque la gracia de Dios nos perdona y nos restaura, también debemos esforzarnos por vivir una vida santa y apartada del pecado, siguiendo los mandamientos de Dios y buscando Su voluntad en todo momento.

Busquemos siempre Su rostro, confiando en Su poder sanador y en Su amor incondicional para transformar nuestras vidas y guiarnos en el camino de la verdad y la vida eterna. ¡Que Dios les bendiga abundantemente!

Comentarios

YouTube