Todos estamos expuestos a vivir momentos de adversidad, pues vivimos en un mundo lleno de pecado y maldad. La adversidad es un estado de sufrimiento y dificultad, el cual puede incluir angustia, problemas, pruebas y decepciones. De ser posible, trataremos de evitar todo aquello que cause dolor, pero al hacerlo nos perdemos grandes bendiciones.

La Biblia nos da muchos ejemplos de personas que enfrentaron adversidades y que descubrieron que Dios las usó para bendecirlas. Todas estas personas nos hubieran podido decir que valió la pena sufrir con tal de recibir lo que se les dio como resultado.

Ejemplos de las Sagradas Escrituras

  • José sufrió traición, esclavitud y prisión antes de venir a ocupar el lugar más importante en Egipto después de Faraón.
  • Moisés estuvo fugitivo en el desierto antes de que Dios le llamara para que guiara a su pueblo Israel fuera de Egipto.
  • David pasó muchos años huyendo de Saúl antes de llegar a ser el rey más prominente del Antiguo Testamento.
  • Ester fue una exiliada judía hasta que Dios la elevó a la posición de reina de Persia y la usó para salvar a su pueblo.
  • Daniel estuvo cautivo en Babilonia, pero fue promovido por el rey a una alta posición en el gobierno.
  • En Los discípulos de Jesús sufrieron persecución, pero Dios usó esa adversidad para diseminar el cristianismo a lo largo del mundo romano.
  • María y Marta sufrieron la pérdida de su hermano antes de que Jesús le resucitara.

El ejemplo de Pablo

La adversidad puede venir a ser una bendición de Dios si reaccionamos de la misma manera que Pablo en 2 Corintios 12.7-10. Como consecuencia de las grandes revelaciones que recibió del Señor, también se le dio un “aguijón en la carne” para que se mantuviera humilde. El apóstol le pidió a Dios en tres ocasiones que esto fuera quitado de su vida, pero Él le respondió: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (v.9). A lo que Pablo respondió: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (v.9).

Dos respuestas ante la adversidad

En medio de la aflicción, las personas reaccionan de dos maneras completamente diferentes.

  • Se alejan de Dios. Si el Señor no llena sus expectativas, algunos se sienten decepcionados y reaccionan de las siguientes maneras:
    • Dudan de la existencia del Señor. Como ven que ha permitido que la adversidad suceda, se preguntan si Él es tal como la Biblia lo describe.
    • Culpan a Dios. Como no evitó que el motivo de dolor sucediera, deciden culpar a Dios.
    • Se alejan del Señor para siempre. Hay algunos que no pueden tolerar las dificultades y se enojan tanto con Dios que nunca regresan a Él.
    • Rechazan la Biblia. Cuando las personas desconocen las enseñanzas de la Palabra de Dios y sus expectativas no son llenadas, llegan a pensar que el Señor no cumple sus promesas. Pero el problema no radica en la fidelidad de Dios, sino en la interpretación que han dado a su Palabra.
    • Cultivan odio y enojo. El resultado de esa reacción es una ira mucho más grande, la cual lleva a las personas a la amargura. Y es esa amargura la que puede envenenar cada aspecto de sus vidas y traer miseria a los que les rodean.
    • Desperdician su vida. Aquellos que se alejan de Dios y de su Palabra renuncian al plan que Él tiene para ellos. La adversidad que fue diseñada para acercarlos al Señor ha sido desperdiciada al igual que sus vidas.
  • Avanzan hacia una comunión más profunda con Dios. En vez de alejarse del Señor, la mejor opción es acercarnos más a su presencia en medio de la adversidad. Esta opción trae como resultado lo siguiente:
    • Fe inconmovible. En medio de nuestro dolor, el Señor ha demostrado ser fiel, al no hacer lo que deseábamos, sino al cumplir sus promesas y estar con nosotros durante el sufrimiento.
    • Paciencia incansable. Es al comprender que Dios está con nosotros y que tiene un propósito para permitir la adversidad, que recibimos de Él la paciencia necesaria para esperar por su tiempo. Podemos confiar en que no prolongará nuestro sufrimiento más allá de lo que sea necesario.
    • Valentía inquebrantable. Dios exhortó a Josué a esforzarse y a ser valiente, pues Él le acompañaría en todo momento (Jos 1.9). Y lo mismo nos dice a nosotros en la actualidad. Cada vez que confiamos en el Señor recibimos la valentía que necesitamos para perseverar y enfrentar el próximo desafío con fe.
    • Pureza creciente. La adversidad nos impulsa a examinar nuestra vida. Cuando venimos ante el Señor, en medio del dolor y las dificultades, Él revela nuestros pecados y errores. De esa forma podemos arrepentirnos, ser purificados y vivir en santidad. Esa es una de las formas en las que somos hechos conforme a la imagen de Jesucristo. Es así también como cambian nuestros deseos para que no anhelemos nada que no esté de acuerdo con la voluntad de Dios. La Biblia nos llama santos, y esa es la manera en la que debemos vivir (1 Co 1.2). En medio de la adversidad, la santidad deja de ser una palabra, y se convierte en un estilo de vida. El Señor no espera que llevemos una vida exenta de pecados, sino una que esté completamente comprometida con Él.
    • Gran amor por la Palabra de Dios. Nuestra primera reacción ante la adversidad debe ser leer la Biblia, para así preguntarle al Señor lo que desea mostrarnos. La Palabra de Dios es nuestra posesión más valiosa, pues el Señor nos habla por medio de ella, nos anima, guía, consuela y reprende. Es al enfrentar la adversidad con una voluntad sometida a Dios, con una determinación a seguirle y con una fe firme en su Palabra, que podremos aceptar la prueba que llegue a nuestra vida. Es de esa manera que reconoceremos que la meta del Señor es transformarnos de acuerdo a su propósito y podremos dar un mejor testimonio ante las demás personas.

Puede que no tengamos la opción de elegir en relación con la aflicción, pero cuando llegue a nuestra vida, podremos decidir cómo reaccionaremos ante ella. Se nos da la opción de rendirnos ante la voluntad de Dios, pues sabemos que Él usará cada prueba para nuestro bien o podemos alejarnos del Señor, vivir en rebelión y desperdiciar nuestra vida.

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