Una promesa posee extraordinarios poderes para motivar, porque pone delante de nosotros una esperanza que nos anima el corazón y alimenta nuestra imaginación acerca de cosas futuras.

Cuando la recibimos tendemos a atesorarla en nuestro interior creyendo contra viento y marea, en el cumplimiento de aquello que se ha anunciado por adelantado.

Una promesa, sin embargo, no tiene poder alguno, a menos que escojamos creerla.

Y esto fué lo que le aconteció a Josué, cuando Dios lo seleccionó para llevar al pueblo remanente de los Hebreos a la tierra prometida. Dios tuvo que venir a decirle, No temas, Yo estaré contigo, No te Dejaré, Ni te Desampararé.

Y esto es precisamente lo que Dios nos dice ahora, que Él estará con nosotros todos los dias de nuestras vidas. Asi que como hijos de Dios, podemos hacer nuestra esa promesa y cualquier otra que se encuentre en la Palabra de Dios, porque son para nosotros.

Josué escogió hacerla suya y por eso conquistarón toda esa tierra donde han sido bendecidos.

Y eso es lo que Dios quiere que creamos en Él y en sus promesas.

2 Pedro 1:3-4 "nos han sido dadas precíosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina". De modo que las promesas son una parte esencial del plan de Dios para nuestras vidas.

Así que no tengamos temor de creerle, porque sus promesas han sido declaradas para establecernos y afirmarnos.

Nuestro desafío es ser valientes para no creer las mentiras que indudablemente aparecen en tiempos de crisis. Para triunfar debemos escoger creer las promesas que Dios ha hecho a nuestro favor, y Él a su vez, LAS RESPALDARÁ.

Béndito sea el nombre de Dios.

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