¿Le pide al Señor que le muestre su voluntad, o decide cada día cómo desea vivir y qué es lo que hará?

La realidad es que rara vez la gente le da mucha importancia a Dios cuando se trata de su vida cotidiana. Esto es aceptable para aquellos que no lo conocen, pero para los que ya hemos reconocido a Cristo como Señor y Salvador, el buscar su dirección y provisión diaria debe ser prioridad en nuestros pensamientos, oraciones y decisiones.

A pesar de que podemos sentirnos tentados a relegar la voluntad de Dios tan solo a los asuntos espirituales, si Cristo es en verdad nuestro Señor y Salvador, no hay ningún aspecto de nuestra vida que no le concierna y que no tenga derecho a gobernar.

La voluntad de Dios es el principio por el cual debemos vivir cada día.

Vivir de manera independiente y sin pedirle al Señor su guía y provisión revela que creemos no necesitarlo. Aunque quizás lo neguemos, no es solo por medio de nuestras palabras que expresamos lo que creemos, sino también por medio de nuestras actitudes, conductas y costumbres.

Si de verdad creemos lo que la Biblia enseña acerca de Dios, entonces también sabemos que es Soberano sobre cada aspecto de nuestra vida y que debemos vivir en sumisión a su señorío. Por tanto, tenemos que tratar de complacerlo y honrarlo en todo lo que hagamos, al tomar su dirección en nuestras relaciones personales, en las decisiones financieras, en los problemas laborales y en cualquier otra situación.

Jesucristo es nuestro ejemplo a seguir.

Incluso el Hijo de Dios vivió en completa dependencia y sumisión a su Padre celestial. Cuando la perspectiva de la cruz fue inminente, no la enfrentó solo.

Lucas 22.39-42 “Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron. Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: ‘Orad que no entréis en tentación’. Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: ‘Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’”.

En su tiempo de aflicción, Jesucristo le preguntó al Padre celestial si había alguna otra manera de redimir a la humanidad; pero no la había. Su anhelo principal era cumplir la voluntad de su Padre, y no la suya. Y es así como debemos pensar ante cualquier situación que enfrentemos.

La voluntad de Dios consiste en lo que aprueba y determina llevar a cabo.

Tiene que ver con las decisiones de Dios en cuanto a qué hacer y qué no hacer. Como es Omnisciente, podemos confiar en que conoce cuál es el mejor camino para nuestra vida. Nos creó para que solo encontráramos nuestra satisfacción y plenitud en Él. Así que, es de necios ignorar su voluntad y vivir como si no le perteneciéramos. Por mucho que nos esforcemos por dirigir nuestra vida, no obtendremos el gozo verdadero y la paz que deseamos, pues no existe una satisfacción duradera para los que viven sin someterse a la voluntad de Dios.

Vivir dentro de la voluntad de Dios nos protege.

2 Pedro 3.17, 18  “Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que, arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo…”.

Si no buscamos la dirección diaria del Señor, tropezaremos y caeremos. Aunque no podemos saber lo que nos depara el futuro, Dios sí. Solo Él posee el conocimiento y la sabiduría para dirigir nuestro camino, no solo durante los momentos decisivos, sino también en nuestro diario vivir. Y es al considerar todo esto, que debemos tomar la decisión de darle al Señor la prioridad de nuestra vida cada día.

¿En qué consiste la voluntad de Dios?

En primer lugar, nuestro Padre celestial desea que depositemos nuestra confianza en Jesucristo como Salvador y que nos rindamos ante su autoridad. El Señor conoce cada detalle de nuestra vida y nos ha dado diversos dones y talentos, que nos capacitan para alcanzar lo que ha dispuesto para nosotros. Por tanto, debemos evitar caer en el error de compararnos con otros y añorar aquello que ha confiado a otra persona. En su sabiduría, Dios ha provisto todo lo que necesitamos para complacerlo, y ha prometido guiarnos si nos entregamos a Él.

Necesitamos al Señor en cada área de nuestra vida.

Así que debemos orar y leer la Biblia cada día, para conocer la manera en la que desea que vivamos y para clamar por su dirección. Necesitamos su sabiduría en nuestros matrimonios, con nuestros hijos, con los problemas laborales y con cualquier otra circunstancia. En ningún momento debemos vivir alejados de nuestro sabio y amoroso Creador.

Aquellos que no han reconocido a Jesucristo como Salvador, viven sin Dios.

Esta es la razón por la que algunos tienen una vida desordenada. Tratan de llenar el vacío de Dios con sustitutos, pero el vacío permanece porque solo hay una persona que puede satisfacer los anhelos profundos del corazón humano, y ese es Jesucristo.

Dios ama tanto a la humanidad, que envió a su amado Hijo, para que muriese por nosotros y que todos los que creen en Jesucristo puedan ser perdonados y reconciliados con Él. Sin embargo, muchas personas nunca buscarán al Señor, pues no desean que nadie, ni tan siquiera Dios, les diga cómo deben vivir. Como resultado, se perderán la oportunidad de disfrutar una vida mejor, pues la paz genuina, el gozo y el contentamiento solo se encuentran en una relación personal con Dios por medio de Jesucristo.

Este es un asunto muy serio, pues después de la muerte viene el juicio (Heb 9.27). Como nuestro Creador, Dios tiene derecho a ser el centro de nuestra vida. Nuestra sociedad es un caos porque las personas piensan que no necesitan a Dios y no quieren obedecerlo. Y si no confiesan sus pecados, ni reciben a Cristo como Salvador, ni se rinden ante su autoridad, nunca serán salvos.

Sin embargo, quien acuda a Jesucristo en arrepentimiento, fe y sumisión, recibirá la dirección de Dios para cada paso de la vida. Es Él quien nos redime de nuestro pasado y nos da un nuevo corazón y una nueva vida, en la que Jesucristo viene a ocupar el lugar principal. Aunque sus planes no sean fáciles siempre, sí son los mejores para nosotros.

FUENTE: Gracias Pastor Charles Stanley por sus enseñanzas.

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