La oración es una de las actividades más importantes, pues es por medio de ella que hablamos con el Dios soberano del universo.

El Señor sabe lo que sentimos, conoce nuestros pensamientos y tiene el poder necesario para intervenir en cualquier aspecto de nuestra vida. Pero a pesar de que nuestro Padre celestial está dispuesto a escucharnos y a responder nuestras peticiones, no siempre somos fieles en la oración. Puede que cuando todo nos vaya bien, nos olvidemos de orar, o quizás pensemos que Dios no nos escucha. Pero el estorbo más grande para la oración es el pecado. Si no estamos dispuestos a reconocer nuestras desobediencias y a pedirle al Señor que nos perdone, no tendremos deseo de hablar con Dios.

El apóstol Pablo le escribe a los creyentes de Tesalónica, quienes sufrían bajo el dominio romano, y les dice:

 1 TESALONISENSES 5:17 “Orad sin cesar”.

En otras palabras, la oración debe ser una prioridad para nosotros.

¿A qué se refiere con orar sin cesar?

Esto no significa que debamos orar cada minuto de nuestra vida. Cuando Dios nos habla de orar sin cesar, se refiere a una recurrencia continua. La oración no es constante, pero debe ocurrir con frecuencia durante cada día de nuestra vida. Esto debe venir a ser parte de nuestro estilo de vida diario, y no solo un evento ocasional que es motivado por problemas, o por aquello que nos hemos acostumbrado a seguir. Dios desea que mantengamos nuestra mirada en Él en todo momento. 

Por ejemplo, en la mañana, podemos pedirle al Señor que nos guíe, que nos dé las fuerzas y la sabiduría que necesitaremos. También, al enviar a nuestros hijos a la escuela, debemos orar para que Dios los proteja. O quizás, mientras vamos camino a nuestro trabajo, podemos hablar con Él acerca de los desafíos que encontraremos, y darle gracias por la obra que realizará. Y a lo largo de cada día, podemos elevar nuestras plegarias, buscar su dirección y darle gracias hasta que terminemos nuestra jornada.

Dios está dispuesto a escuchar y a responder nuestras oraciones.

No hay nada que podamos decirle al Señor que ya no conozca. No esconderá su voluntad, ni se negará a escuchar nuestras oraciones. Dios demostró su amor por nosotros al enviar a su Hijo a morir por nuestra salvación, y continúa demostrando su amor al estar interesado en cada aspecto de nuestra vida.

LUCAS 18:1-7 «También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, 2diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. 3Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. 4Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. 6Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. 7¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? » 

Cristo nos habla de la parábola de la viuda y el juez injusto, la cual nos recuerda que Dios siempre escucha nuestras oraciones y provee para nuestras necesidades. Si somos sus hijos, no tenemos que suplicarle que nos escuche, ni tampoco sentirnos indignos. No merecemos su amor, gracia y misericordia; sin embargo, los recibimos como fruto de nuestra relación con Él a través de Jesucristo.

Hay una gran diferencia entre la oración falsa y la genuina.

La oración genuina requiere una relación con Dios. Es por eso que aquellos que han rechazado a Jesucristo no tienen el fundamento para acercarse al Señor en oración, pues esto es algo que solo podemos hacer por medio de su Hijo. Esa es la razón por la que Dios no contesta las oraciones falsas. Aquellos que han rechazado a Cristo no pueden esperar que sus oraciones sean contestadas por Dios. Sin embargo, hay una oración que sí responderá. Si alguien está dispuesto a humillarse, a confesar sus pecados y a recibir a Jesucristo como Salvador personal, Dios le perdonará y recibirá como hijo suyo.

La oración falsa es egoísta y solo está basada en lo que creemos que merecemos. En muchas ocasiones solo es un monólogo enfocado en aquello que deseamos recibir de Dios. Pero la oración genuina proviene de la humildad que sentimos al reconocer que hemos sido aceptados por la misericordia del Señor y no por nuestra buena conducta. La oración genuina es un diálogo que mantenemos con Dios, pues no solo deseamos compartirle nuestras peticiones, sino que también queremos escuchar lo que desea decirnos.

La oración genuina nos ayuda a tener comunión con el Señor. Toda relación requiere de buena comunicación. En lugar de solo decir nuestras peticiones, debemos escuchar al Señor. Y como, por lo general, nos habla por medio de la Biblia, debemos también leerla durante nuestro tiempo de oración. Si el Señor desea darnos su respuesta por medio de su Palabra, nos guiará al pasaje que necesitamos leer. Sin embargo, si no dedicamos tiempo para escucharle, nos perderemos muchas bendiciones y nuestra oración no será eficaz.

Seamos devotos a la oración.

Las Sagradas Escrituras nos exhortan a ser devotos a la oración. 

COLOSENSES 4:2 «Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; » 

Esta devoción no solo requiere que dediquemos tiempo a orar cada día, sino que también pensemos en lo que pedimos. Tenemos que dedicarle a Dios la atención y el tiempo que solo Él merece.

La oración debe ser nuestra prioridad.

El tiempo que dedicamos para estar con el Señor impacta nuestra vida de diversas maneras.

  • Es el método que Dios usa para suplir nuestras necesidades (Fil 4.19).
  • El Señor nos consuela en tiempos de prueba y dolor, al asegurarnos que está con nosotros y que desea ayudarnos.
  • La oración nutre nuestra relación personal con Dios y nos ayuda a recordar cuánto nos ama.
  • El Señor nos fortalece en la tentación a medida que confiamos en sus promesas y buscamos su dirección.
  • Dios es Fiel para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad, si confesamos nuestros pecados en oración (1 Jn 1.9).
  • La oración es nuestra fuente de guía, mientras buscamos la dirección del Señor y escuchamos sus instrucciones 
  • Dios nos ayuda a comprender su Palabra mientras la leemos y le pedimos que hable a nuestro corazón.
  • La oración es un escudo que nos protege de la ansiedad y el afán.
  • Es por medio de la oración que el Señor nos da el valor y la confianza para enfrentar los desafíos.
  • La oración provee la sanidad emocional y física que solo Dios puede darnos.
  • Hemos recibido el poder del Espíritu Santo, el cual nos fortalece para enfrentar situaciones difíciles.
  • La oración nos permite tocar la vida de cualquier otra persona, pues crea un triángulo santo entre nosotros, Dios y la persona por la que hemos orado.

Ahora bien, si tú no has conocido a Cristo Jesús como tu Salvador, no puedes tener una vida de oración real. Pero si lo has aceptado, déjame decirte que tendrás lo mejor de Dios para ti y Él t usará de una manera especial.

OREMOS: Señor, vengo delante de ti, reconociendo que he pecado contra ti, me arrepiento de mis pecados, ven a morar a mi corazón. Muéstrame tu voluntad a travez de tu Palabra. Enséñame a orar y a tener una relación estrecha contigo. Te lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén

FUENTE: Gracias Pastor CHARLES STANLEY por sus enseñanzas.

Comentarios