A menudo, cuando la vida carece de claridad, nos perdemos. No podemos distinguir entre el bien y el mal, la verdad y la ficción, o entre un arrebato de ira y un grito de auxilio. ¿Cómo podemos saber cómo actuar cuando las cosas parecen tan confusas?

Lo que necesitamos es un espíritu de discernimiento. Sin él, tomamos decisiones imprudentes y perdemos bendiciones.

El discernimiento es un don de Dios y es algo por lo que debemos orar cada día. Pero no tenemos que sentarnos a esperar que aparezca. Podemos buscar claridad leyendo la Palabra de Dios y aprendiendo de aquellos que enseñan principios bíblicos sólidos. De igual manera, podemos aprender de nuestras propias experiencias, así como de las lecciones de vida de otros.

No tenemos que ir por la vida con una visión limitada. Descubra la paz y la claridad que se consigue al desarrollar un espíritu de discernimiento.

El problema es que carecemos de discernimiento espiritual, de la habilidad para ver más allá de nuestras circunstancias a fin de formar criterios adecuados y juzgar debidamente para encontrar el camino y así poder actuar acertadamente y tomar las decisiones correctas. Por esta razón el rey David oraba diciendo:

SALMOS 119:66 “Enséñame buen sentido (discernimiento) y sabiduría, porque tus mandamientos he creído”

No cabe duda, entonces, que esta petición debe encontrar eco en nuestras vidas.

El discernimiento es esencial para:

  • Entender la voluntad de Dios. Nuestro Padre celestial nos ha comunicado con toda claridad sus propósitos para nuestras vidas, pero nosotros debemos estar en capacidad de poner atención a sus instrucciones con el fin de tomar las decisiones que estén de acuerdo con su voluntad.
  • Distinguir entre la verdad y el error. Con frecuencia se confunde la una con el otro por lo que es necesario establecer la diferencia y luego proceder correctamente. Es sumamente importante que enseñemos a nuestros hijos, desde su más tierna edad, las verdades fundamentales de la Palabra de Dios e insistamos en la importancia de no desviarnos de ellas.
  • Evitar ser engañados por el pecado. Aunque estemos convencidos de que los placeres del pecado son de corta duración, estamos tentados a ignorar que sus consecuencias pueden afectarnos a largo plazo; o quizá no tomar en cuenta que alguna cosa aparentemente trivial podrá perjudicar nuestra vida espiritual, aunque tengamos que lamentarlo. Por eso debemos preguntarnos: ¿Qué sucederá si actúo de esta manera, si decido comprar esto, si continúo con esta amistad, pese a las enseñanzas que hemos recibido?
  • Distinguir entre lo bueno y lo mejor. Como seguidores de Cristo nuestra meta debe ser la excelencia en todos nuestros actos. Nuestras decisiones no pueden ser tomadas a la ligera, sino como resultado de nuestro esfuerzo por agradar a nuestro Maestro y Señor quien dio lo mejor de sí mismo para que tuviéramos lo mejor que su Padre ya había preparado para nosotros, sus hijos.
  • Distinguir entre legalismo y libertad. El legalismo consiste en tratar de imponer preferencias personales de conducta como si fueran mandatos de Dios. Si alguien insiste en interpretar la Biblia según sus propias conclusiones, éstas deben ser estudiadas a fondo a la luz de las normas de la sabiduría divina y la iluminación de su Espíritu Santo.
  • Reconocer la voz de Dios. Dios nos ha creado con propósitos específicos para cada uno de nosotros en particular. Él siempre nos da indicaciones claras para lograrlos y nosotros podemos percibirlo por medio de lo que vemos, oímos y sentimos a fin de someternos a su voluntad y proceder sin temor a equivocarnos.

La fuente del discernimiento espiritual

  • El Espíritu Santo. Antes de ascender al cielo, el Señor Jesús prometió a sus discípulos que no los dejaría huérfanos sino que el Padre enviaría a una persona en su lugar. Lo dijo así: “el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14.26). Y el mismo Espíritu Santo es quien nos instruye, nos ayuda a entender la verdad y nos recuerda las enseñanzas de Cristo. Debido a que está con nosotros (Jn 14.16), Él nos capacita dándonos el discernimiento espiritual que necesitamos, pues también mora en nosotros (v. 17). Gracias a sus instrucciones jamás tenemos que tomar decisiones por nuestra propia cuenta (Jn 15.26).
  • La Palabra de Dios. Salmo 119.130 nos dice que la exposición de las palabras de Dios alumbra, es decir, que es la base de todo discernimiento. No hay ni un solo asunto ni problema moral en la vida para la que no encontremos solución en la Biblia. Nuestra capacidad para captar la clave para obtener el mejor resultado aumentará a medida que nos esforcemos por atesorar en nuestro corazón los principios bíblicos. Con el paso del tiempo nuestra mente se saturará de ellos de tal manera que aprenderemos a ver su aplicación en cada situación, como la afirma Pablo (1 Co 2.14, 15).
  • Las enseñanzas de maestros consagrados. En el Antiguo Testamento, una de las tareas de los levitas consistía en enseñar al pueblo de Dios “a hacer diferencia entre lo santo y lo profano” así como “a discernir entre lo limpio y lo no limpio” (Ez 44.22). Quienes han tenido la oportunidad de estudiar la Biblia con diligencia por algún tiempo y han alcanzado tener mayor entendimiento de la voluntad de Dios, pueden ayudarnos a alcanzar “la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef 4.13) y de esa manera servir con eficacia al pueblo de Dios.
  • Las experiencias. Nuestro discernimiento espiritual se fortalecerá a medida que vayamos poniendo en práctica las indicaciones de la Palabra de Dios. A veces cometeremos errores al confundir la voz de Dios con algunas de nuestras experiencias en el pasado que han influido en nuestra manera de pensar, pero aunque cometamos errores, siempre podremos aprender de todas ellas. Cada oportunidad demandará esfuerzo para correr “con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe”, el mismo Cristo (He 12.3, 4). Si perseveramos en ella, tarde o temprano podremos escuchar su voz de aliento y aprobación.

FUENTE: Gracias pastor CHARLES STANLEY por sus enseñanzas.

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